«Cuatro años después de la agresión sigo con miedo»

I. ELICES
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A Mercedes Arnaiz la atacó un joven mexicano en la calle Sombrerería en febrero de 2015. La intentó asfixiar con uncinturón y le partió media dentadura. A día de hoy sigue yendo al psicólogo y no ha visto un euro de la indemnización

Mercedes Arnaiz, en el lugar donde fue agredida en febrero de 2015. - Foto: Alberto Rodrigo

Mercedes Arnaiz no es precisamente una mujer apocada. Lo demostró la madrugada en que su vida dio un vuelco, cuando un joven se abalanzó sobre ella y la atacó en lo que ella considera un intento de agresión sexual que se quedó en un delito de lesiones por todo el esfuerzo que puso en quitarse de encima a su atacante. Con todo, cuatro años después de los hechos aún no ha superado el trauma. «A día de hoy sigo yendo al psicólogo y cuando madrugo para ir a trabajar tengo que coger un taxi porque ir sola me paraliza», confiesa.

Esta víctima recuerda aquel fatídico día como si fuera ayer. Era 22 de febrero de 2015, la madrugada. Mercedes iba a trabajar  al Morito, donde está empleada como cocinera, cuando en la esquina del Rimbombín un estudiante de origen mexicano, Humberto Castillo Dimas, se dirigió hacia ella y le trató de colocar un cinturón en su cuello. «Me estaba esperando agazapado en las sombras de los soportales cuando vino a por mí», rememora. Ella se defendió y regresó hacia su local de trabajo, pero el individuo la siguió, la empujó y la tiró al suelo, tras lo cual logró colocarle el cinturón en la garganta. Mientras apretaba profirió expresiones como «no chilles», «te voy a matar» o «quiero fraternidad», según refleja la sentencia del Juzgado de lo Penal 3 de Burgos. Además, en la caída se golpeó la boca y se partió varias piezas.

El caso fue juzgado y al acusado le fue impuesta una pena de un año y medio de prisión y la expulsión del territorio nacional. Asimismo, fue condenado a pagar una indemnización de 11.210 euros. A pesar de que la sentencia ya es firme -la ha confirmado la Audiencia-, la víctima no ha visto un euro. «No me ha pagado nada, y eso que es de una familia bien; esos 11.000 euros, además, no alcanzan para pagar todos los tratamientos dentales que me han tenido que hacer, ni las sesiones de psicólogo», se lamenta Mercedes.

En todo caso, está convencida de que si no llega a ser por sus gritos, gracias a los cuales un vecino de Sombrerería salió al balcón, no lo hubiera contado. «El chico no dejaba de apretar, me hubiera ahogado, pero este hombre le puso en fuga y me salvé», explica. La Policía Nacional lo detuvo a los dos días. Varias pruebas pusieron de manifiesto que era él, entre ellas la grabación de unas cámaras de seguridad que le mostraban a él portando un objeto que parecía un cinturón. Asimismo, sus huellas aparecieron en la cristalera del Rimbombín, y en el forcejeo perdió el teléfono, que fue hallado por  una mujer a la puerta de la Cabaña Arandina. Durante el juicio, el acusado declaró no recordar lo sucedido, solo que estuvo con sus amigos «tomando consumiciones» por la zona de la Catedral y que perdió el teléfono móvil, pero no reconoció haber abordado a ninguna mujer.  La sentencia, no obstante, le considera culpable de esos hechos.

Mercedes no se ha recuperado aún del trastorno por estrés postraumático que le sobrevino tras la agresión. «Él ni pisó la cárcel ni la va a pisar, porque con un año y medio de condena no ingresa; pero yo en más de cuatro años no lo he superado», se queja la víctima, quien a renglón seguido se pregunta: «¿Es esto Justicia?».