70 años de amor y dedicación

S.F.L.
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Los pozanos Domingo Núñez y Adela Movilla celebraron este lunes junto a alguno de sus hijos las bodas de titanio

70 años de amor y dedicación - Foto: S.F.L.

Existen corazones que están destinados el uno para el otro y el amor dura eternamente. El de Domingo Núñez y el de Adela Movilla palpitan en sintonía desde que un 18 de enero de 1951 se dieron el sí quiero en su villa natal, Poza de la Sal, en la que el medio centenar de invitados degustaron la exquisita receta de cordero de Raimunda, una amiga de la familia. De ese momento ya han pasado 70 años, logrando convertirse en una de los matrimonios más longevos de la comarca.

La pareja, que se conoce desde la infancia, no ha perdido la chispa y a pesar de las recomendaciones de sus nueve hijos en que descansen en camas separadas, la matriarca se niega. «A la vejez viruelas. Quiero dormir con mi marido porque cuando tengo frío me arrimo», bromea. Núñez sonríe al escuchar a su mujer y asegura que hasta hace unos años prefería quedarse viudo pero según se van cumpliendo años, ya tiene 94, ve la vida desde otra perspectiva. «He cambiado de opinión y ojalá abandonemos este mundo a la vez mientras dormimos», manifiesta mientras fija la mirada en su esposa.

Llegar a celebrar las bodas de titanio no es tarea fácil pero ambos tienen claro que el éxito de su relación no se debe a ninguna fórmula secreta sino al amor que siente el uno por el otro y lo trabajadores que han sido. «Cuando las perras dejan de entrar en una casa afloran los problemas. Nosotros hemos faenado mucho y nunca hemos tenido contratiempos económicos», cuenta el pozano.

Si hay algo destacable en su historia es sin duda la capacidad emprendedora de ambos ya que desde que se casaron han gestionado varios negocios como una tienda de alimentación en la villa salinera, una pensión y un guardería de coches y el bar Pozanos, un clásico del centro burgalés. Además de dedicarse a los portes el patriarca de la familia Núñez-Movilla trabajó la venta ambulante de productos como el queso, el vino o las pieles. En sus inicios recorría en bicicleta en torno a 80 y 100 kilómetros diarios por los pueblos aledaños a Poza pero una vez que los ahorros se lo permitieron cambio el vehículo de pedales por uno de motor, en concreto una moto. Finalmente acabó por realizar los recorridos en furgoneta.

Adela regentaba una pensión en Burgos que tantas alegrías la ha dado. Aún conserva la relación con alguno de los huéspedes de la época y recuerda la gran familia que formaron. Sacó el negocio adelante y posteriormente mantuvieron abierto el local de hostelería gracias a la ayuda de sus hijos mayores. «Optamos por arrendarlo porque nos robaba demasiado tiempo y no disfrutábamos de los más pequeños cuando queríamos», expone Núñez.

El feliz matrimonio asegura que comenzaron a disfrutar de verdad una vez jubilados. «Nos conocemos toda España y hemos viajado a México, Venezuela o República Dominicana donde un negrito del hotel muy alto me sacó a bailar», recuerda Adela muerta de la risa. A día de hoy mantiene sus capacidades plenamente y apenas han dejado de hacer lo que más les gusta. Domingo continúa entrenando en su bicicleta estática casi a diario y lee novelas. La mujer se entretiene viendo a los «murmuradores» de la televisión. «También jugamos a las cartas pero como veo mal mi marido me hace trampas», declara.