"La bici es la libertad de descubrir nuevos horizontes"

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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Miguel Ángel Sebastián es uno de esos hombres y esta es (parte) de su historia

Sebastián ejerce la abogacía desde hace más de 20 años y se desplaza a los juzgados siempre sobre dos ruedas. - Foto: Alberto Rodrigo

*Este artículo se publicó en la edición impresa de Diario de Burgos el pasado 28 de septiembre. 

Su primer sueldo se lo gastó en una bici de montaña. Cuando las mountain bikes eran algo absolutamente novedoso, apenas mediados los años 80, se presentó en Ciclos Cano y pidió esa cosa tan extraña que no conocía ni el de la tienda. La anécdota sirve para ejemplificar que Miguel Ángel Sebastián siempre ha sido un amante de las dos ruedas y, en cierto sentido, un adelantado a su tiempo en esta afición. No en vano fue el primer presidente de Burgos con Bici, un colectivo que nació en el año 2002 y que en sus inicios era visto como algo exótico y absolutamente minoritario.

Este abogado especializado en temas urbanísticos y de medio ambiente, que ha trabajado entre otros muchos asuntos para la Fundación Oxígeno o para Ecologistas en Acción y que forma parte del despacho Martínez Abascal, vino al mundo en 1966 en la calle Briviesca. "Probablemente fuera de los últimos en nacer en domicilio particular", como él mismo confiesa. Vivió unos años "en las 1.000 viviendas de Gamonal, en aquella zona de aluvión, y después en la actual Avenida de Cantabria cuando aquello era General Vigón".

Su infancia son recuerdo del patio de La Salle, pero también de "una vida muy salvaje", de niños que jugaban en los solares que entonces jalonaban la avenida de los Reyes Católicos y que en verano los prendían fuego por mera diversión. Ahora en lugar de aquellas parcelas con maleza se levantan los juzgados a los que Sebastián acude por trabajo. Las vueltas que da la vida.

Entre la ciudad y el pueblo, pues pasaba temporadas en Villaldemiro (la localidad paterna) y Celada (la materna), se inició en los grupos scout. "Eran una asociación potente en Burgos, con 6 o 7 grupos de distintos barrios". Con ellos estuvo hasta los 25 años, llegó a ser jefe de grupo, director de campamento y toda aquella experiencia juvenil le sirvió para cultivar la vida asociativa y una afición al campo y a la montaña que todavía conserva, cuando las obligaciones familiares y laborales (tiene cuatro hijos de entre 12 y 20 años) le permiten escaparse los fines de semana. Ya no puede hacerlo cada 15 días, cuando se recorrieron de cabo a rabo la provincia durmiendo en albergues, casas destartaladas o incluso vivaqueando, también en los Picos de Europa y en los Pirineos, pero conserva amigos de aquella época y muy buenos recuerdos.

Acabado el bachillerato, como muchos jóvenes de su generación se topó con la crisis de principios de los 80. España era una fábrica de parados y ante la falta de oportunidades decidió seguir estudiando. "Yo era de letras y en Burgos, en el antiguo CUA que luego fue CUI y del que salió la Universidad de Burgos, teníamos Historia o Derecho. Vi que en Derecho solo teníamos cuatro asignaturas y que no había clases los viernes y por eso la elegí", comenta entre risas.

Por entonces empezó a ir a la universidad pedaleando, "cuando no iba en bici ni Dios", alternando entre las aceras y la calzada porque no había ni un metro de carril bici. Desde la avenida de Cantabria hasta el campus de San Amaro tardaba poco más de 15 minutos, mientras que yendo en autobús tenía que hacer trasbordo en el Cid y soportar un rodeo por el Monasterio de Las Huelgas que elevaba su trayecto total hasta los 50.

Bombero frustrado. Al acabar la carrera opositó a bombero y se quedó a las puertas de conseguirlo, pues aprobó sin plaza. Y entonces le surgió la oportunidad de ejercer la abogacía. Un amigo de su padre le ofreció entrar de pasante y allí sigue, en el mismo despacho después de dos décadas. Evidentemente, lo suyo con la abogacía no fue vocacional aunque la vida le acabó situando en un despacho y en ese mismo lugar lleva ejerciendo más de dos décadas.

La idea de formar una asociación de ciclistas urbanos surgió, como tantas cosas, casi por casualidad. Conocía de vista a Pedro Mediavilla, a Luis Palacios, a Luis Markina y a Teresa Hontoria, y entre todos ellos se les ocurrió montar un colectivo.

"Era una asociación pura, donde lo único que nos unía entre nosotros era la afición a la bicicleta", explica ‘Sebas’: "Recuerdo que los estatutos los firmamos encima de un billar chapolín, en el bar ‘El Orfeón’ de la calle San Lorenzo"".

Como era el abogado del grupo, a cuyos miembros ensalza por tener una "gran capacidad técnica y de trabajo", le tocó presidirlo y encabezó Burgos con Bici durante los tres primeros años. "Desde fuera nos veían como algo novedoso, un poco raro, casi de frikis, pero yo tengo claro que para mí la bicicleta es la libertad, un vehículo que sin necesidad de gastar un duro te permite descubrir nuevos horizontes, pasar del campo a la ciudad en dos minutos".

Esa reticencia social de los primeros tiempos debieron resolverla con inteligencia: "Defendíamos una vena reivindicativa, pero también propositiva desde el principio. Y empezamos casi de cero. Éramos cuarenta personas, no teníamos ni sede y compartíamos la de Ecologistas en Acción hasta que a los 6 u 8 años pudimos optar a una convocatoria del Ayuntamiento y nos mudamos a la Plaza de Aragón".

Comenzaron con una iniciativa autodenominada ‘Bicis críticas’. Un viernes al mes se dedicaban a dar vueltas a la ciudad "de forma lúdica y festiva, tocando los timbres y las bocinas para reclamar nuestro lugar en el tejido urbano".

¿Y se sentían escuchados en el Ayuntamiento por aquel entonces? "Nos sentimos más recibidos que escuchados", confiesa el primer presidente de la asociación. Casi veinte años después, asegura que "los distintos equipos municipales nos han ido teniendo más en cuenta, aunque nunca colmando tus expectativas. Salvo en el proyecto de remodelación de Reyes Católicos. Allí hicieron desaparecer el carril bici que estaba pintado junto al río de forma inexplicable, porque hay espacio suficiente con aceras, hasta tres carriles para vehículos y aparcamiento a ambos lados. Es una avenida anchísima y con aquella decisión se rompió el eje ciclista a lo largo del río Vena".

El paso del tiempo ha multiplicado exponencialmente el uso de la bici en Burgos. Ya nadie diría, como se sostenía a principios de siglo, que aquí es inviable desplazarse pedaleando por culpa del frío. El ejemplo de los países del norte, y sobre todo la evidencia de la costumbre creciente de los burgaleses, ha acabado con el tópico de que las bicicletas son para el verano. Sin embargo, la principal vía de la ciudad sigue siendo territorio hostil para las bicis.

"La calle Vitoria continúa siendo nuestra principal reivindicación, porque no tiene ningún sentido que no disponga de un carril segregado". La reciente señalización de los ciclocarriles, que obliga a los conductores a ir a un máximo de 30 por hora y a respetar a los vehículos no motorizados en la parte derecha de la calzada, "es un mero paño caliente", sostiene Sebastián.

"Al menos va generando conciencia y por eso lo consideramos como algo positivo, pero el ciclista no se siente seguro y sería necesario que tuviera su propio espacio separado", añade insistiendo en la importancia de ahondar en la segregación de carriles.

La polémica Ordenanza de Movilidad, que copó la actualidad municipal a principios de este año hasta que la pandemia se lo llevó todo por delante, "es interesante" a su juicio "porque el Ayuntamiento nos ha aceptado varias propuestas y denominaciones, conceptos como las propias ciclocalles, las vías ciclistas o la idea de la pacificación del tráfico".

La parte negativa es que "no cumple su fin último, que debería ser el fomento decidido de la bicicleta como el medio que ha demostrado ser la forma ideal de moverse en la ciudad, y más en las actuales circunstancias".

El "sinsentido" del centro. En su opinión, lo peor ha sido el cierre del perímetro del centro histórico, que no duda en calificar de "sinsentido". Por supuesto que "la prioridad debe tenerla el peatón, pero durante la mayoría del tiempo, salvo situaciones muy excepcionales de sábado por la tarde o domingo por la mañana, no hay aglomeraciones de gente y la convivencia sería facilísima y no generaría ningún problema".

Por eso este letrado confía en que los responsables municipales "rectifiquen y vean que la ciudad es dinámica y que no debe limitarse lo que es una situación natural". Pone como ejemplo otras ciudades del mundo, y no solo las típicas en las que podríamos pensar de Holanda o Dinamarca en las que la bici está totalmente normalizada: "El año pasado estuve en Marrakech y allí la convivencia estaba totalmente aceptada. En una plaza había peatones, turistas, bicis y hasta burros".

El balance respecto a 2002, cuando él cogió las riendas de Burgos con Bici, es que "la ciudad está mejor en el aspecto ciclista, aunque todavía falta completar la red, conectar tramos, trabajar en más infraestructuras y en generar concienciación entre todos los vecinos". Y si tuviera que trasladar solo una petición al Ayuntamiento sería "la permeabilidad absoluta de todo el centro histórico, en cualquier calle y en cualquier horario".

Cuando él puso en marcha Burgos con Bici no existían los patinetes eléctricos, otros actores de la movilidad sostenible que han entrado en liza en los últimos tiempos y que a juicio de algunos ciclistas suponen una competencia. "A mi juicio no lo son", concluye Miguel Ángel Sebastián, "pero deben mantener también, como todos, un respeto y una convivencia porque si lo hacen las calles tienen sitio para todos".