Don Félix permanece muy vivo en Araúzo de Miel

L. NÚÑEZ
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Rodríguez de la Fuente durmió durante años en la casa de Eustasio y le encantaban los cangrejos que guisaban su mujer y sus hijas

Don Félix permanece muy vivo en Araúzo de Miel - Foto: Familia J. Benito

Dicen que nadie muere mientras haya alguien que le recuerde. De ahí que Félix Rodríguez de la Fuente permanezca muy vivo en Araúzo de Miel. Hasta la localidad ribereña se trasladó allá por 1955. Tenía 27 años. Cuentan que estaba como loco buscando azores. Llegó por recomendación de César, el farmacéutico de Quintanar de la Sierra, quien le aconsejó que fuera a Araúzo y preguntara por su íntimo amigo Eustasio Hernando. Dicho y hecho. Con Tasio, como después le llamaría cariñosamente, el naturalista hizo su sueño realidad y, tal como aseguran en el pueblo, capturó su primer azor, Botafuego. También halcones, búhos, águilas reales o gavilanes. 

Entre ambos surgió una duradera relación de amistad, cuyos ecos perduran en la actualidad. Ramón y Araceli, hijos de Eustasio, guardan recuerdos imborrables. El primero, a sus 81 años, hace alarde de una memoria privilegiada. Cuando Don Félix, como todos sin excepción le llaman, aterrizó en Araúzo a lomos de una moto conducida por un capitán del Ejército, él tenía 16 años. Se fueron al monte. Le explicó que los resineros se comían los pájaros por hambre y necesidad y Rodríguez de la Fuente se 'alió' con el joven Ramón para que les convenciera de no hacerlo. Por cada nido, les daba 100 pesetas... y a Ramón una propina por la gestión y los muchos kilómetros que hacía en bici hablando con unos y otros. 

Así las cosas, Don Félix solía enviar una cesta en el autobús y Eustasio e hijos se la devolvían con huevos. Cada ave por separado. Una comunicación que establecían a través de la central de telefonía, ubicada en el Ayuntamiento. Los Hernando le mandaron "unos 50 pájaros" y por invitación del propio Félix, Ramón viajó 4 días a Madrid para ver los azores, halcones y búhos que habían capturado vivos. También recuerda que tenía dos lobos y que no daba crédito cuando el que muchos consideran el burgalés más universal los acariciaba. El aprecio era tal que, coincidiendo con la jubilación del guarda que trabajaba con él en la Casa de Campo, Rodríguez de la Fuente propuso al hijo de Eustasio que se fuera con él a Madrid: "Me dijo que viajaríamos por los cuatro continentes". Sin embargo, Tasio se opuso con un "es imposible" porque necesitaba a su hijo para que le ayudara con las labores del campo. 

Negativas aparte, Rodríguez de la Fuente disfrutaba de lo lindo en Araúzo de Miel. "Le encantaba comer cangrejos que guisaban mi madre y hermanas e íbamos a la bodega a beber vino fresco", recuerda Ramón. Algo que constata su hermana Araceli: "Meriendas, comidas... de todo. Menuda mesa, cada vez que venía mi padre sacaba lo mejor". Fruto de esa gran amistad, Araceli le invitó a su boda con Satur el 2 de marzo de 1965. Sin embargo, una nevada le impidió acudir. Eso sí, el matrimonio guarda con especial cariño el "precioso" regalo que les hizo: un juego de tazas con los bordes dorados que usan en ocasiones especiales. 

Como especial fue también la relación que forjó con Nuri y Dulci, primas de Ramón y Araceli. Don Félix dormía en la casa de Eustasio, "a veces con los pájaros que habíamos cogido atados a la cama", pero su entonces novia, Marcelle, lo hacía en la vivienda de estas familiares. "La mujer dormía con nosotras bien de días, era un amor", dice Nuri, mientras su hermana evoca que el naturalista, que portaba "una cámara de fotos impresionante", llegaba con un sidecar, pero su abuelo nunca se montó: "Decía 'quita, quita, que me ventila'". 

La pista. Un sinfín de recuerdos y anécdotas que, sin embargo, hasta ahora permanecían de puertas para adentro. O, al menos, sin que se conocieran más allá de Araúzo de Miel. Hasta que Isidro Ferreras, trabajador de la ADRI, se instaló en el municipio y empezó a documentarse y atar cabos. Leyendo uno de los libros sobre la Historia de Araúzo, escrito por Alfonso Benito, vio que Don Félix aparecía en un pie de foto. Después descubrió que en el documental Alas y garras, producido en los 60 en los bosques arauceños entre otras localizaciones, Rodríguez de la Fuente mostró su gratitud a Eustasio y Araúzo de Miel poniendo sus nombres en los agradecimientos. Eso le revolucionó, como él mismo admite. Más tarde, las conversaciones con la familia Hernando, especialmente con su nieto José Ramón, le han permitido aflorar el vivo recuerdo que reina en el pueblo. 

El propio Alfonso Benito reconoce que "cuando hablas de Araúzo, en determinada época (del 55 al 73) sale Félix, que aparece como un arauceño más, con la bota de vino, merendando en la Fuente Bañuelos". Así lo atestigua la imagen principal de este reportaje. Rodríguez de la Fuente está sentado, a la izquierda, y su gran amigo Tasio, a la derecha.

Ese día habían colocado unas plataformas en los árboles desde las que grabarían a los azores. Benito detalla que pusieron unos botellines de cerveza para que las aves "se acostumbraran" al resplandor del vidrio, similar al que les producirían las cámaras. Una labor a la que contribuyeron el padre y el tío de Alfonso Mozo, actual teniente de alcalde. Ambos eran resineros. El resto, cazadores. Unos y otros ejercieron como principales fuentes de información del naturalista por su conocimiento del bosque.

Una colaboración que tuvo recompensa. Don Félix se desvivió por ellos. Mozo cuenta que a su tío le llevó a Madrid para arreglarse la dentadura; y Ramón se muestra inmensamente agradecido por las operaciones que sufragó a su hermana. "Era una bella persona", zanja Araceli. La conmoción por su muerte fue brutal. Todos le lloraron. Sin excepción. Pero hoy, 41 años después, sigue vivo, muy vivo.