Estos calores se pagan

H. JIMÉNEZ
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La Agencia Europea del Medio Ambiente predice hasta un 40% menos de precipitación veraniega en la provincia de Burgos para finales de siglo

Unas jóvenes refrescándose en el río Arlanzón. - Foto: Valdivielso

Las temperaturas que ha padecido la provincia de Burgos durante los últimos días no son normales y eso lo sabe cualquiera con un mínimo de memoria climatológica. Puede que no se hayan alcanzado récords históricos al no llegar a los 38,8 que marcaron los termómetros el 27 de junio de 2019, pero los valores registrados la semana pasada no son ni mucho menos propios de estas alturas del año.

Si el promedio de las máximas para Villafría en junio ronda los 24 grados, superamos varias veces los 35. Las noches tampoco parecían burgalesas sino más bien madrileñas y los amaneceres sevillanos. Dejar la chaqueta puede estar bien algunos días al año, pero el calentamiento global del que están dejando constancia todas las mediciones pasa unas facturas mucho más serias.

La Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) actualizó el pasado mes de abril sus mapas con los cambios proyectados en la precipitación para las tres últimas décadas del siglo y la provincia de Burgos, como casi toda la Península Ibérica y el conjunto del sur de Europa, ofrece un panorama preocupante.

Siempre según el organismo comunitario, las lluvias descenderán entre un 10 y un 20% en el conjunto del año en todo el territorio provincial burgalés. Es una disminución superior incluso a la del resto de Castilla y León, para la que se dibuja una caída menor de entre el 5 y el 10 por ciento.

Además, en el caso de la precipitación específicamente centrada en el verano, la situación es todavía peor porque toda España está coloreada con un rojo más intenso y Burgos, salvo su extremo sur, aparece en la franja donde se experimentará un descenso en las precipitaciones de entre el 30 y el 40%. ¿Se desplomará la frecuencia o intensidad de las tormentas veraniegas para el periodo 2071-2100? Solo el tiempo lo dirá, pero eso es lo que vaticinan los modelos de predicción de la AEMA.

A la disminución de las precipitaciones se suma el progresivo incremento del mercurio que también constatan todos los estudios. Hace unas semanas este periódico publicó cómo el Observatorio de la Sostenibilidad, otro organismo europeo, fijaba el incremento de las temperaturas en la capital burgalesa en 1,22 grados en el periodo 2000-2019 frente a los 18 primeros años del siglo XX.

Los datos están basados en el programa Copernicus, encargado de la observación y monitorización de la Tierra, y ni mucho menos convierten al caso burgalés en algo excepcional. Hay 60 ciudades españolas que sufren de forma similar, aunque hay diferencias notables entre ellas.

La media está en los 1,31 grados de calentamiento respecto al siglo pasado y la peor parte se la lleva Córdoba, con 1,99. Le sigue Linares (Jaén), donde el termómetro se eleva 1,98 grados más. Cuenca, con 1,88 grados, completa el podium de los más perjudicados.

El sureste español está sufriendo más el calentamiento, mientras en el extremo contrario puede presumir Galicia donde Santiago de Compostela y La Coruña limitan la subida de sus termómetros a 0,7.

Más estrés hídrico en la Ribera. También el pasado abril la AEMA lanzó un nuevo mapa sobre el llamado "estrés hídrico", algo que ocurre cuando la demanda de agua excede la cantidad disponible durante un período determinado o cuando la mala calidad restringe su uso. La predicción ofrece porcentajes bajo un incremento de temperatura de tres grados centígrados y coloca a la provincia de Burgos entre el 0,03 y el 0,05% de crecimiento, con especial incidencia en la Ribera del Duero.

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