"Siempre canto con el corazón"

R. PÉREZ BARREDO
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Fermín de Roa es uno de estos hombres y esta es (parte de) su historia

Fermín de Roa siente muy adentro el cante. - Foto: Alberto Rodrigo

A nuestro protagonista le nacieron en julio, no hace falta decir el día: los santos mandaban mucho en el calendario. Vio la luz en Roa, en el seno de una humilde familia. Al padre, peón caminero, le gustaba cantar. Aunque murió cuando él era aún muy niño, algo de aquello debió quedarle en la memoria porque años después se vendría arriba en banderillas, como los toros encastaos -también es muy taurino Fermín-, para hacerse cantaor flamenco y rumbero. Aspecto de ello tiene: va siempre pinturero, chulapo, torero, como si fuese a pasearse por la calle Nueva de Jerez cantando por seguiriyas. Hoy toca camisa negra, abierta en su primer botón. En el pecho una cadena dorada en la que luce un Cristo que se parece al Camarón (o tal vez sea al revés). Ensortijado el pelo que le acaricia la nuca, brillan, como en un poema de Lorca, unos impecables zapatos de charol en los que se reflejaría la luna si le diera por asomarse a ellos. Tuvo el hijo de Juana y Manuel una infancia más o menos feliz, normal para un crío de pueblo en la década de los sesenta. Ya se sabe: jugar y jugar. Pero la temprana muerte del padre hizo que todo cambiara; fue enviado interno al Liceo Castilla, al que llegó "con una maleta más grande que yo". Le costó adaptarse, pero lo hizo. Aunque estudiar, lo que se dice estudiar, no estudió mucho. O no lo suficiente (no acabó el Bachiller). Algo de lo que se arrepiente hoy, cuando echa la vista atrás. "Tengo esa espinita clavada. Y haber ido a la universidad". Sus mejores recuerdos del Liceo están asociados a la práctica de deportes. "Jugábamos a todo: fútbol, voleibol, baloncesto, balonmano, ajedrez... Lo que más me gustaba era el baloncesto. Tenía cierta altura y puntería", añade.

Sus tres hermanos mayores y su madre se quedaron en el pueblo, por el que él siente devoción. Tanto, que lo lleva como nombre artístico. No fue, cuenta, cosa suya, sino de alguien que le oyó cantar en cierta ocasión. "Y me gustó. Y ahí se quedó el Fermín de Roa". La música siempre estuvo presente en su vida. Pero no sólo el flamenco o la rumba. Por influencia de sus hermanos mayores escuchó siempre de todo. Y todo le gustaba: "Como era el pequeño y no tenía posibilidad de escuchar mi propia música escuchaba la de ellos. El mayor, Camilo Sesto o Donna Summer, por ejemplo; el segundo, Los Pecos o Moody Blues... Y luego ya empecé a tener mi propio gusto. Y he escuchado de todo, pero de todo: me gusta el rock, la música electrónica, la música clásica, el flamenco, por supuesto".

Entró en el flamenco no directamente por la seguiriya ni la soleá, sino a través de las rumbas, de las sevillanas. "Pero me fue pidiendo más y más cada vez. Empecé con cintas de Los Chichos y de Camarón de la Isla". Recuerda el primer día que rompió cantar. No había cumplido los veinte. Estaba en el pueblo, vendimiando con la familia. "Teníamos unas pocas viñas que en un día o día y medio acabábamos. Pero para nosotros era como una fiesta. No sé si por el vino del porrón que me alegró, lo cierto es que me lancé a cantar canciones del Tijeritas, del Camarón, de Los Chichos. Y la familia se quedó como diciendo: anda con el chaval...". Que no sólo no lo hacía mal, vamos. Que lo hacía de rechupete.

Foto de los años 90.Foto de los años 90. - Foto: Alberto Rodrigo

He comprado papeletas para no vivir 90 años, por eso no hago planes de futuro"

 

Con 22 años y ya trabajando en Burgos frecuentó, y fue fundamental en su formación, la Peña Flamenca que había por entonces en La Ventilla y donde coincidió con gente que ha sido importante en su vida, como Carlos González Vegas, gran aficionado flamenco y guitarrista de postín, entre otros. Quienes le conocen bien afirman que Fermín ha estudiado mucho los cantes, que se lo ha currado. "Y aquello empezó a gustarme cada vez más. Tenía oído. Y voz... Pues hasta donde llegaba. Pero yo siempre he sido amateur, aficionado. Eso que quede claro. Por más bolos que haya hecho o haga. Yo me defino como un cantaor de peña. Hacer giras no, pero de peña en peña, sí". Es humilde Fermín de Roa, pero los entendidos en flamenco aseguran que cuando canta jondo lo hace con más que dignidad: con profundidad y belleza.

"Yo soy camaronero, pero tengo muchos cantaores a los que admiro. Como Terremoto, padre e hijo, por ejemplo. He sido gran fan de ambos, aunque los dos murieron muy jóvenes. Pero también Manolo Caracol, Farina... Muchos". Así, le surgió la oportunidad de participar en un festival flamenco en Miranda de Ebro a mediados de los noventa. "Había un nivel tremendo, pero me defendí. La experiencia fue buena. Hice un cantecito por seguiriyas, unas bulerías y unos fandangos". Aquel debut, que recuerda con cariño, fue definitivo: actuar con público le marcó. No hay gusanillo mayor. Sí se le pasó por la cabeza ir más allá, intentar ser profesional, soñar, tener ambición. Pero fue pasajero. "Tengo los pies en la tierra. Visitas tablaos en cualquier ciudad y ves a gente desconocida que son unos pedazo de profesionales. Yo sé dónde he estado siempre. Sé cuál es mi nivel. Creo, incluso que he actuado con gente de mucho nivel, gente que estaba por encima de mis cualidades. Para mí ha sido un lujo. Ser el cantaor de un grupo flamenco es una pasada. Y para mi nivel, me considero más que pagado. Encantado de la vida".

Su primer grupo, que era de Miranda, fue Barrioviejo. Guarda un gran recuerdo de esa formación, con la que actuó en distintos lugares del norte. Luego vinieron Flamenco Duende, liderado por el gran guitarrista Paco Arana, y Los Rumbaores, dúo que Fermín integra con otro grande de la guitarra, Pepelu. Diferencia Fermín de Roa lo que hace con uno y otro grupo: "No es lo mismo cantar una soleá, una seguiriya, un martinete o incluso una saeta en una procesión, que cantar unas rumbitas, que es una cosa más alegre. A mí me gustan las dos vertientes, tanto la alegre como la triste. El flamenco jondo es una música para sentir y emocionarse, no para alegrar el oído. Para eso hay otras. Aunque el flamenco ha evolucionado y sigue haciéndolo, hay cantaores que mantienen la línea pura, clásica. Los hay muchos y muy buenos: Pedro el Granaíno, Rubio de Pruna, Duquende...".

Siempre he sido amateur. Me considero un cantaor de peña. Sé cuál es mi nivel y ya me doy por pagado"

Con 22 años sacó una oposición del MOPU y se puso a currar. Pasó una temporada con una brigada de camineros en Espinosa de los Monteros. Buenos tiempos, dice Fermín. Y muy buena gente la que habita en esos valles pasiegos. "Tengo un recuerdo maravilloso. Gente acogedora, generosa". Diez años después pidió el traslado a Burgos. Y aquí sigue. Aunque no se lo crean, el cantaor raudense canta poco a diario. "Ni en la ducha. En la ducha menos todavía. Es peligroso. ¡Creo que me ahogaría!". Sólo canta cuando toca ensayar si se acerca un bolo. "Aunque siempre tengo una canción en la cabeza", admite. Echa en falta garitos flamencos en Burgos (El Patillas, uno de sus templos, ha reabierto, por fortuna). Aunque cada vez frecuenta menos la noche y los saraos que en ella se crean, admite que hubo "algunos años salvajes. He comprado papeletas para no vivir 90 años. Así que nunca hago planes de futuro".

Y taurino. También es taurino Fermín de Roa. Aunque nunca soñó con ser matador, de chaval se puso delante de una becerrita en su pueblo. "Fue una experiencia... Buena, buena. Pero nunca me lo planteé. Afición sí, mucha. Los toros siempre han estado arraigados en Roa; mi padre mi colaba de niño. Tengo una foto en los toros con un mes de vida. Yo he seguido la afición y soy amigo de José Ignacio Ramos, a quien he seguido por muchas plazas en un radio de 300 kilómetros. Cuando puedo, me escapo a ver corridas". Asegura el cantaor que existe una relación muy estrecha entre el flamenco y el mundo de tauromaquia. "Son universos muy unidos. Son mundos de emociones y de valores. Hay conexión".

Lo que más teme Fermín cuando se sube a un escenario es olvidarse de la letra. No le suele ocurrir. Si sucede, huelga decir que sale por peteneras. "Si te olvidas de la letra repites, a tiras de otra o te la inventas o lo que haga falta. Sin ser profesional, siempre me lo he tomado muy en serio por respeto a mis compañeros y a la gente. Siempre voy muy estudiado". Si Fermín de Roa tuviera que quedarse con un cante, el palo sería la soleá. "Es muy expresiva. También la seguiriya, que es más rajada, más jonda. Para mí la soleá es la madre de todos los cantes. Y la bulería, la hija alegre". Sabe de la importancia de emocionar con la voz. Aunque no suele ver la reacción del público, Fermín ha emocionada a mucha gente. Cuando en Semana Santa canta alguna saeta, hasta a la Virgen que ha perdido al hijo se le saltan las lágrimas. Mucho Fermín con esa oración cantada. Purito escalofrío. "Es esencial que la gente disfrute, que lo respete. Y si se emociona, mucho mejor. El que a veces se emociona soy yo. Hay cantes que te llegan muy adentro".

Actuar crea adicción, dice Fermín. "Y cuando no actúas, tienes mono. Se echa de menos todo, hasta el cariño de la gente. Y el aplauso, que es la vitamina de los artistas". Le gusta por igual actuar en sitios grandes que en pequeños, aunque no hay comparable a hacerlo en teatros, confiesa. "Te sientes como más profesional. Y el público tiene mucho respeto. Haber actuado en el Teatro Principal, donde lo he hecho muchas veces, era un sueño, por ejemplo. Es un teatro que impresiona. Un lujo". Así que no tiene ninguna intención de bajarse del escenario. "Si la voz me respeta, seguirá los años que haga falta". Siempre humilde, afirma que canta "con el corazón, siempre siento lo que estoy cantando. Lo que luego transmita no te lo puedo decir, eso es cosa del público. Yo lo que intento poner es corazón y entrega. Al cante y a todo lo que hago". Sigue poniéndose nervioso cada vez que se sube a un escenario. hay, confiesa, rituales para aplacar esa comezón, como doblarse un chupito antes. "Pero sólo uno, ¿eh? Para coger valentía y templar un poco la voz. Que luego hay que acordarse de la letra... Existe la falsa creencia de que estando un poco así se canta mejor. Mentira. Y error. Puede ser un desastre". No sólo no va a dejar de actuar Fermín de Roa sino que, además, está pensando en eternizar su arte en un disco. Lleva tiempo madurándolo. "Lo tengo en mente. Por los diez años con Pepelu en Los Rumbaores. Me gustaría mucho, la verdad". Que cante Fermín y se haga la luz.