Cillares bajo tierra para vinos únicos

J.Á.G.
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Las bodegas subterráneas de Cillar de Silos y Dominio del Pidio son un potente atractivo enoturístico

Cillares bajo tierra para vinos únicos - Foto: Luis López Araico

Quintana del Pidio, con casi una docena de bodegas elaboradoras adscritas, es uno de los municipios más señeros de la denominación de origen ribereña, pero esa ciudad subterránea formada por un centenar de calados en los que dormía desde los tiempos del priorato enológico vinculado a la abadía de Santo Domingo de Silos, ha despertado en las dos últimas décadas y lo ha hecho de la mano de la familia Aragón. Con Cillar de Silos y Dominio del Pidio se ha conseguido recuperar parte de ese enjambre cavas bajo tierra en dos auténticas 'catedrales' del vino. Sus puertas solo separadas por unos centenares de metros. Visitarlas es, sin duda, una aventura que permite adentrarse en esa historia y patrimonio recuperados y, además, disfrutar de magníficos caldos.

Amalio Aragón, el patriarca de la familia, ni siquiera es quintanapidiense, pero ya en 1970 oteó en su Cilleruelo de Abajo natal -antes incluso de que se creara la denominación de origen ribereña- el potencial de esas viñas que estaban arrancando y vendían casi a precio de saldo. Fue comprando, pero no para especular ni convertirlas en cerealistas secanos, como otros, sino para continuar creando vinos. En esa aventura embarcó a su familia. La primera bodega, Cillar de Silos, arrancó en 1994 y se hizo así realidad su sueño, que hoy continúan tres de sus hijos, Roberto, Óscar y Amalia. La elección del nombre no fue baladí. Es su particular homenaje a la abadía benedictina y a los cilleros -con casa y mando en la villa- que durante siglos crearon y abastecieron de caldos a monjes, nobles y reyes. Poco tenían que ver en cuanto a graduación y calidad con los selectos vinos de finca y guarda que se atesoran ahora en la bodega, pero los documentos hablan de que el monasterio llegó a tener nada menos que 80.000 cepas en Quintana para autoconsumo, y es que en esa época el vino no era solo bebida sino también alimento. Dom Lorenzo Maté, hoy abad, y la profesora de la UBU Begoña Prieto hicieron en su día un magnífico estudio de investigación. Algunos facsímiles de los manuscritos que revelan esa cultura milenaria del vino y la prolija fiscalización monacal se muestran en la segunda de las bodegas subterránea, la de Dominio del Pidio,

Esa protoindustria enológica trajo prosperidad al municipio hasta la desamortización, que provocó de nuevo la fragmentación. Ha habido que esperar a la creación de la denominación de origen de la Ribera del Duero y, sobre todo, a la iniciativa de este bodeguero -que a sus 84 años, sigue estando al pie del cañón en sementeras y vendimias-, para que esa suerte de polígono industrial del siglo XVI recuperara su lustre. El moderno complejo enológico en superficie, situado en el paraje del Soto y dotado con enormes tanques de acero inoxidable, potentes prensas, embotelladoras, jaulones…- tiene en el camino de las Bodegas su máxima expresión. En esas cavas unidas y rehabilitadas duermen en fudres, barricas y botellas los tintos, rosados y blancos más prestigiosos de las dos marcas con las que comercializan sus vinos.

Detrás de Amalio Aragón y de sus hijos no está solo y exclusivamente el negocio del vino, la recuperación de variedades autóctonas y la conservación de esas viñas -en sus nudos llevan siglos de historia-, sino el compromiso y el esfuerzo económico de una familia por recuperar y devolver el esplendor perdido a ese patrimonio etnográfico y arquitectónico que siempre ha estado vinculado al vino. Ahí, siguen trabajando para añadir, cuando lo permita la crisis abierta por la pandemia, un par de bodegas más pegadas al complejo subterráneo de Dominio del Pidio, que es ahora mismo la joya de la corona, sin desmerecer, por supuesto, el que lleva el nombre de Cillar de Silos.

Este último -primero en el tiempo- es la suma de unir en 1997 tres bodegas subterráneas del siglo XVII, con sus lagares, lagaretas, cavas y nichos en los que las condiciones de humedad -76%- y temperaturas -entre 11,5 y 12 grados- son optimas para que envejezcan plácidamente durante dos o tres años y finalicen su crianza en botella. En su interior se atemperan y cogen cuerpo esos jóvenes tintos, rosados y blancos de Silos y, sobre todo, el crianza que se comercializa bajo la etiqueta de Cillar de Silos.

En ese empeño por seguir preservando de la ruina, rescatar del abandono otro grupo de bodegas en ese mismo cotarro y, a la vez, buscar el mejor y más auténtico abrigo para sus vinos de parcela y únicos, los hermanos Aragón desarrollaron la marca Dominio del Pidio, su particular homenaje, en esta ocasión, a Quintana. No ha sido fácil y ha requerido una inversión importante, para aunar esa avanzada ingeniería constructiva que les ha permitido recuperar y unir siete cavas y cinco lagares además de los tradicionales depósitos de cemento en los que pasan las primeras fases de fermentación esos nuevos caldos con los que -apunta Óscar, reputado enólogo- se ha querido regresar a las raíces y a esa filosofía tradicional, natural y sostenible de elaborar vino en esta tierra. Las viñas, que reciben el aliento cercano del Gromejón y están situadas a 900 metros de altitud, dan un fruto óptimo, en consistencia y largueza.

Desde 2014, año en el que entró en esta bodega hermana de la de Cillar de Silos la primera añada, en sus kilométricas galerías que discurren por siete pisos y se unen en un icónico 'intercambiador' reforzado con hormigón descansan y se arman -en depósitos de cemento, barricas y botellas- los vinos más señeros de la marca, entre ellos el Viña Amalio, su tinto de parcela más genuino y querido con el que quieren resaltar el legado del patriarca y la calidad de una tempranillo de unas viñas que datan de 1964. Tres años de crianza -16 a 20 meses en barrica- y varios premios le acreditan como uno de los mejores caldos ribereños, pero hay más porque en esta bodega integral se elaboran y visten otros vinos únicos como Torresilo o Flor de Silos, otros dos reservas para los que solo se utilizan las mejores viñas de las 60 parcelas de las viejas viñas de los pagos quintanapidienses, algunas centenarias. Solo la finca de Los Bodegones tiene 300 cepas que datan de 1937. Dominio del Pidio es también una decidida apuesta de esta saga de viticultores por recuperar y poner en valor el albillo mayor, una variedad rescatada del olvido y con la que han conseguido un vino blanco con crianza potente y fresco, que ahora, por fin, pueden contretiquetar con marchamo de la denominación ribereña .

El recorrido por las dos 'catedrales' del vino es una experiencia singular. Es un auténtico paseo por la historia de una villa bodeguera y de una familia que ha apostado por unos caldos de autor, hechos con pasión y entrega, no muy tánicos, ligeros y elegantes e invitan a seguir bebiendo. Conocer la historia del vino, tocar barricas de 200 años, admirar prensas antiguas -con sus hercúleas vigas de olmo y husillos desgastados-, botelleros y nichos repletos de botellas que duermen cubiertas del polvo, ver esos fudres de cemento o mismamente admirar esa capilla sixtina en roca es una auténtica gozada, si además todo ello está impregnado de esos aromas a vinos recién fermentados. Degustar algunas de las referencias en catas comentadas es una experiencia que bien vale una escapada. La visitas a la bodegas de Cillar de Silos y Dominio del Pidio, siempre son con cita previa, se pueden realizar por separado o combinadas, con una duración en este último caso de casi tres horas, por que incluye además de las subterráneas, el centro de elaboración y la sala de barricas de El Soto así como una gira por los viñedo Los Bodegones. El precio básico para la primera es de 20 euros y 30 para la segunda, pero mejor consultar porque se ofrecen también visitas especiales, con catas de añadas viejas.

La prioridad de la familia es el vino de raíz, continuar esa constante búsqueda de la excelencia para conseguir caldos únicos, obras de arte embotelladas, pero también se han apuntado al vermú artesanal, elaborado con tempranillo y más de 80 hierbas distintas un cóctel singular, que ha cosechado magníficas críticas. En un principio lo hacían para consumo familiar y de algunos amigos, pero a la vista del éxito decidieron etiquetarlo y comercializarlo. De 15,5 %, no lleva encabezamiento alcohólico, solo el natural de la uva y costó -recuerda Óscar- llegar al equilibrio y a ese sabor singular, pero al fin dieron con la fórmula. Hoy salen de la destilería algo más de 25.000 botellas de ese rojo elixir. En el blanco ya están trabajando, pero no es una prioridad, lo suyo, apuntar los hermanos Aragón, es seguir alumbrando vinos de aplauso.

*Este reportaje se publicó en el suplemento Maneras de Vivir el 14 de noviembre de 2020.