«La Iglesia vasca dio carga intelectual a ETA en su origen»

R. PÉREZ BARREDO
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El periodista burgalés Pedro Ontoso publica 'ETA, yo te absuelvo. El papel clave de la Iglesia en el Proceso de Burgos' en el cincuenta aniversario del juicio del siglo que precipitó el principio del fin del régimen dictatorial

Pedro Ontoso, originario de Gumiel de Izán, reside en el País Vasco desde hace décadas. - Foto: DB

En el origen de ETA la religión fue un factor determinante, y el mundo eclesiástico proporcionó armas intelectuales a aquella incipiente banda terrorista que trataba de socavar los cimientos de una dictadura que parecía no tener fin. La Iglesia tuvo un enorme peso en aquellos orígenes, como lo tuvo durante el Proceso de Burgos, del que se está cumpliendo el 50 aniversario.Sobre esta influencia capital versa ETA, yo te absuelvo (Ediciones Beta) del periodista de origen burgalés Pedro Ontoso. «El Consejo de Guerra se iba a celebrar de forma privada. Pero en el banquillo se sentaban dos sacerdotes, Jon Etxabe y Julen Calzada, cada uno con un grado de implicación distinto (uno era miembro liberado de ETA y el otro había alojado a alguno de los militantes). Pese a que en 1953 se había firmado un Concordato entre el Gobierno y la Santa Sede que garantizaba la discreción en casos como ese, la Iglesia consiguió que el juicio fuera a puerta abierta: hubo presiones desde Madrid por parte del cardenal Tarancón y desde Bilbao y San Sebastián por los obispos Cirarda y Argaya hacia el Vaticano para que ese juicio fuese público. Y lo consiguieron.Eso supuso que durante los siete días los procesados pudieran hacer publicidad de la causa vasca y denunciar torturas del régimen, lo que tuvo un eco internacional importantísimo. Esa es una de las claves fundamentales del libro», explica Pedro Ontoso.

Subraya el periodista y escritor que la religión «estaba en la médula del pensamiento de los primeros etarras. La toma de conciencia -ya fuera contra la dictadura de Franco o en favor de la Euskadi oprimida- arrancaban la mayoría de las veces en el espacio cristiano. Y ETA se alimentó y se nutrió de ese espacio.Pero es que, además, la Iglesia era un espacio de resistencia: la policía no podía invadir espacios esclesiásticos, donde se hacían reuniones y donde, al mismo tiempo, había un movimiento de gente de la Iglesia que empujaba a un compromiso más allá de lo que era la pastoral eclesial. Y eso, para el franquismo, fue letal.Porque generó un movimiento antifranquista muy potente, muy fuerte. El caso vasco, además, es muy singular: había un grupo levantisco de más de cien sacerdotes que reinvindicaban la identidad del pueblo vasco y consideraban que estaba en peligro y bajo las botas de la dictadura.Ese grupo de sacerdotes proporcionó, de alguna forma, munición intelectual a todo ese movimiento de resistencia a Franco y al mundo de ETA. Antiguos miembros de la banda cuentan que se movían en infraestructuras de sacerdotes y religiosos: se escondían en sus casas, les daban apoyo logístico... ¿Eran muchos? ¿Eran pocos? Desde luego, en aquel momento eran suficientes», explica Ontoso.

Lo que se fue afianzando, señala el periodista, fue «la idea de que la lucha armada era compatible con la fe en aquellos momentos. Y la convicción de que matar dejaba de ser pecado». Para Ontoso, en esa primera ETA (que en muchos foros era escrutada con simpatía) se produjo «una traslación de lo que era el mundo cristiano al mundo político de la violencia. Muchos de aquellos hombres procedían del mundo cristiano, como el caso de Mario Onaindía, que había estado con los Mercedarios; Izko de la Iglesia, acusado de ser el autor material del asesinato de Melitón Manzanas procedía de los Trinitarios; Dorronsoro había estado en el Seminario de San Sebastián... Otros procedían de movimientos como la JOC, de Acción Católica... Así, de la acción cristiana se pasó en un momento a la acción política. Y llegó un momento en el que se sacralizó el pueblo, la patria, como un absoluto. Y esta gente, lo que hizo, fue ofrecerse en sacrificio. Aceptaron el martirio: si hay que morir, se muere; si hay que matar, se mata.Y el pueblo admitió aquella violencia. Y la absolvió».

Fuerzas convergentes. Defiende Ontoso que no sólo la Santa Sede influyó en la conmutación de las penas de muerte, que fue un conjunto de muchas fuerzas que convergieron. «Fue casi una labor humanitaria en defensa de unos chavales jóvenes a los que iban a fusilar. Una cuestión de solidaridad y misericordia frente a unas penas de muerte. Sí creo que el Vaticano tuvo mucha autoridad moral frente al franquismo, en cuyo gobierno había miembros que tenían terror a que la Santa Sede se posicionara contra ellos. Que cualquier movimiento del Vaticano contra un régimen que se decía cristiano era algo muy importante.

El gran error de ETA, indica Ontoso, fue creer que toda esa masa de resistencia a Franco iba a seguir en democracia. No fue así, pese a que mató más en democracia que durante la dictadura. «La Iglesia es muy plural. Sí que ha habido una denuncia permanente de lo que era la violencia de ETA, y además inequívoca.Pero lo que pasa es que los documentos de la jerarquía eran tan elípticos, daban tantas vueltas y explicaciones, e incluso arrojaban sombras sobre la fragilidad y debilidad de la democracia, que se diluyó el mensaje central. También hubo otras cuestiones que proyectaron esa imagen de ambigüedad de la Iglesia vasca, por ejemplo en su posición frente a las víctimas del terrorismo, que en principio las dejaron abandonadas. Sí que hubo gestos particulares, pero que eran clandestinos. Más: a los funerales no asistían los obispos, nunca había presencia importante de la jerarquía eclesiástica que diera realce a la víctima. Y también en los documentos se hablaba de grupos, se organización armada, pero nunca se nombraba a ETA.Eso no pasó casi hasta el 82. Todas esas cuestiones viciaron la imagen de la Iglesia vasca», concluye.