De enero a diciembre, de lunes a viernes, desde que se levanta hasta que se acuesta, Kylian Mbappé ficha y deja de fichar por Real Madrid varias veces al día. Todo lo que sucede a su alrededor es susceptible de una doble, triple, quíntuple lectura… Más aún si es algo directamente relacionado con su actual entrenador, Luis Enrique, uno de los 'antihéroes' favoritos de la afición merengue. Los rumores sobre las malas relaciones entre el técnico del PSG y la gran estrella francesa son crecientes. Se trataría del choque de dos personalidades fuertes: la de un preparador de método, trabajo y vara de mando, y la de un futbolista extremadamente consciente de su estatus de estrella, intocable mientras cumpla siempre sobre el terreno de juego.
La sensación de que Mbappé está a disgusto en la presente 23/24 no se refleja precisamente en sus estadísticas. Ha disputado 22 duelos en lo que va de curso y ha anotado 21 goles, una media cercana al tanto por partido similar a la de la 22/23 (41 dianas en 43 encuentros), a la de la 21/22 (39 en 45), a la de la 20/21 (42 en 47)… Es decir: su rendimiento no se ha visto afectado por la presencia de un nuevo técnico con un nuevo método.
Mala versión
La raíz del desencuentro sería meramente deportiva. Es cierto que el PSG lidera con autoridad la Ligue 1 (cinco puntos de ventaja sobre el Niza, una sola derrota, 42 goles anotados en 17 jornadas…) y que ha logrado meterse en octavos de final de la Champions, aunque terminase haciéndolo por la puerta trasera en el 'grupo de la muerte', donde tuvo que vérselas con Dortmund (primero), Milan y Newcastle. Sin embargo, el juego del equipo dista mucho de lo que pretende Luis Enrique… y todo el Paris Saint-Germain, desde la directiva hasta una afición cada vez más exigente.
La idea de que saca adelante los compromisos por pura inercia (por la calidad individual dentro del combinado) es cada vez mayor. «Nadie está por encima del equipo o del club», fue la respuesta del asturiano tras el empate el Lille en la penúltima jornada, cuando fue preguntado por los supuestos gestos de desaprobación de Mbappé (concretamente a un doble cambio) sobre el campo. El galo no compareció ante los micrófonos, pero su respuesta se ejecutó en el césped tres días después, con un doblete en el 3-1 ante el Metz, el día que festejaba su 25 cumpleaños.
El PSG (y Luis Enrique) entregó a su figura las 'llaves' del club desde comienzo de la campaña, otorgándole protagonismo único como estrella. La salida de Leo Messi parecía obligada para que Mbappé luciera en solitario, sobre todo después de una dolorosa final (para Francia) en el último Campeonato del Mundo. Ambos futbolistas brillaron a gran altura en Catar, pero fue el argentino quien se quedó todos los trofeos: si la relación era fría entre ambos, la barrera deportiva que supuso el Mundial abrió aún más la brecha… y el rosarino ni siquiera tuvo una oferta de renovación seria sobre la mesa, con lo que puso rumbo a Miami.
La segunda 'petición' fue la salida de Neymar Jr. El brasileño, que en 2017 se convirtió en el jugador más caro de la historia (222 millones de euros), fue el mejor aliado de Mbappé en su entrada en la élite, pero, poco a poco, el entorno del galo lo consideró más un lastre que un vehículo hacia el estrellato. La relación personal se rompió e incluso trascendió que una de las condiciones del de Bondy para firmar su última renovación fue la salida inmediata de 'Ney', que puso rumbo a Arabia Saudí este verano por 90 millones de euros, un fichaje muy polémico del Al-Hilal que puso en cuestión la limpieza del 'fair-play' financiero del club francés.
A cambio, la entidad rodeó a Mbappé con amigos y compatriotas, estrellas en ciernes o figuras de perfil bajo: gastó casi 350 millones en Kolo Muani (95), Dembélé (50) o Lucas Hernández (45), así como en promesas como Ugarte (22), Barcola (45) o Ekitike (29)… Y aun con todo, se sigue entonando la canción de su infelicidad. Cada vez que se acerca el 1 de enero, fecha en la que se abre legalmente el período de negociaciones con otros clubes, los rumores se disparan. Quizás es una realidad, quizás una canción interesada. No será Luis Enrique, orgulloso como pocos, quien aclare el panorama.