«Cada vez hay más interés de la juventud por la tauromaquia»

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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El ganadero burgalés Antonio Bañuelos repite al frente de la Unión de Criadores de Toro de Lidia tras afrontar con la peor crisis de la historia

Antonio Bañuelos, en su finca de La Cabañuela. - Foto: Patricia

Le ha tocado lidiar -nunca mejor dicho- con la peor época de la historia de la tauromaquia: la pandemia que asoló el mundo provocó que se anularan todos los festejos taurinos, algo que no había sucedido nunca antes, ni con otras epidemias también feroces, ni con cruentas guerras como la fratricida que desangró este país. Luego llegó la contienda de Ucrania, que complicó aún más la cuestión. La cabaña brava rozó la quiebra, disminuyó notablemente, se perdieron puestos de trabajo. Pintaba negro zaíno, pero cuatro años después de la llegada del ganadero burgalés Antonio Bañuelos a la presidencia de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, cargo para el que acaba de ser reelegido, el sector está recuperándose y el futuro es halagüeño. Olé.

Su primer mandato comenzó en la misma de 2020 en que se declaró la pandemia. «Fue el inicio de un ciclo durísimo, lleno de adversidades. Fue la primera vez en la historia en la que se desarrolló una temporada sin actividades taurinas. Se acumuló en el campo un producto perecedero. Estos años han sido muy duros para los ganaderos, para los mayorales, para todos los que trabajan en el campo día a día. No sólo por valor económico, que es mucho, sino porque la selección genética se estaba perdiendo. Se enviaron muchos toros al matadero. Llegó a saturarse. Y se produjo un descenso por eliminación de madres nodrizas. En 2019 había 40.000; en 2023, 30.000. Eso supone que ahora nacen un 30 por ciento menos de toros», pone en contexto Bañuelos.

Pudo haberse dado la puntilla al sector con la guerra de Ucrania (productor de cereal), el encarecimiento de precios, las sequías y el tira y afloja político en Bruselas y el intento de algunas formaciones 'verdes' de retirar la PAC para la vaca de lidia. Aunque esta pelea aún está vigente, se logró un acuerdo hasta 2027 para no tocar este asunto. «Pero la pelea en Bruselas seguirá con el tema del bienestar animal». Tampoco ha ayudado nada, a su entender, el Ministerio de Cultura. «Su obligación es defender, promocionar y divulgar una de sus industrias, que es la tauromaquia, como lo son el cine, el teatro o el ballet». La reactivación pospandemia del normal devenir de la Fiesta constituyó un subidón: se programaron un 17 por ciento más de festejos que antes de la crisis sanitaria. «Había ganas y necesidad de toros. Se llenaron plazas».

Aunque para este año hay 3.000 toros menos para la lidia que en 2019, «la oferta y la demanda se ha equilibrado. Antes había un exceso de producción. Ahora ha subido notablemente el valor de su venta tanto en erales como en cuatreños. La expectativa es muy buena. Se ha visto más gente joven que nunca. Cada vez hay más interés de la juventud por la tauromaquia. Todos los abonos juveniles se venden. Y la reacción al antitaurinismo está pasando por un mayor interés por las tradiciones y en la cultura de la tauromaquia. Lo dijo Ortega y Gasset: 'España no se entiende sin el toro y el toro no se entiende sin España'. Creo que se están volviendo a valorar las tradiciones. Hay más escuelas taurinas que nunca, más alumnos que nunca. Hay seis novilleros que van a tomar la alternativa. El ciclo sigue».

Es un futuro positivo, subraya Bañuelos. «La tauromaquia es propiedad del pueblo, no de los políticos. No se va a poder eliminar ni combatir ni suprimir ni en el Congreso de los Diputados ni a través de ningún decreto. Por mucho que se intente, no se puede. No hay ningún espectáculo, como el que va a empezar ahora en San Isidro, que llene treinta tardes seguidas 25.000 localidades», apostilla el ganadero burgalés, que insiste en la importancia de que el sector sea apoyado por el Ministerio de Cultura, que se ha cargado algunos reconocimientos relacionados con el planeta toro. «Es una cuestión de sensibilidad. Pero es que nosotros aportamos 140 millones de euros de IVA al Estado al año. A cambio, el Ministerio de Cultura aporta 60.000 euros».

Afirma el creador de los 'toros del frío' que ha constituido un mérito absoluto que el sector de ganado bravo haya subsistido a estos años de crisis total. «Es el mérito de la afición y del oficio del ganadero. No han desaparecido ganaderías, aunque sí se han empequeñecido. Ahora empezamos un nuevo ciclo en la Unión de Criadores de Toros de Lidia con un equipo que la mitad es de continuidad y la otra nuevos que representan a todos los niveles de ganaderías y de todas las comunidades autónomas. Con un programa de acciones que incorporan ganaderías digitalizadas, rejuvenecimiento, título real... Ampliamos en Europa un equipo multidisciplinar para el seguimiento de todo lo que pueda ocurrir allí. También estamos incluidos en un programa de desarrollo rural de la Unión Europea con proyectos de investigación, estudios sobre el toro bravo (socioambiental, demográfico, etc.)». 

Asimismo, explica que se está «avanzando mucho en el consumo de la carne de bravo, de su comercialización, porque es una carne excepcional. Es toro es, primero, un producto artístico. Pero en segundo lugar es un producto alimentario. Hablamos de que es el animal mejor criado del mundo». Además, se va a intensificar y promocionar el turismo de bravo con las ganaderías, «para acercar a todo el mundo la realidad del hábitat de la dehesa, de cómo vive el toro de lidia. Queremos promocionar y desarrollar el ecoturismo», concluye.