Tres 'bicis blancas' recordarán a los ciclistas urbanos fallecidos desde 2007

H.J. / Burgos
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Burgos con Bici colocará dos en la capital y una en Aranda en memoria de otros tantos atropellados y con ellas piden «un cambio de cultura» para mejorar la cohabitación entre los distintos medios de transporte en la ciudad

Miembros de la asociación posan en su sede con las tres bicicletas que han recuperado y pintado. - Foto: Luis López Araico

Carolina Beatriz, Yeini Yicela y M.L. Colombiana, ecuatoriana y marroquí. Fallecidos en 2012, 2011 y 2007 respectivamente. Ellos son los tres ciclistas urbanos que han perdido la vida en accidentes en la provincia de Burgos en los últimos años, y dentro de tres semanas serán recordados por el colectivo Burgos con Bici con un sencillo homenaje que quiere ser al mismo tiempo un acto reivindicativo y llamamiento a la concienciación.

El sábado 29 de marzo miembros de esta asociación colocarán en las calles Madrid y San Francisco, de la capital burgalesa, y en el cruce entre las avenidas Luis Mateos y Castilla, de Aranda de Duero, sendas bicicletas recuperadas de la chatarra que han sido cedidas por el Ayuntamiento de Burgos y pintadas enteramente de blanco siguiendo una iniciativa internacional que lleva años desarrollándose en otras ciudades del mundo.

Alberto Fernández, secretario de Burgos con Bici, explica que «nuestro objetivo es colocar un símbolo amable y bonito, aunque con un alto componente reivindicativo». Sin emblemas, sin adornos, sin logotipos y sin nombres, las bicicletas blancas serán un llamamiento silencioso «porque aún hay un tráfico denso en la ciudad y hace falta una movilidad sosegada y sostenible», subraya Fernández.

Por eso, señalar el punto donde ha muerto un ciclista urbano víctima de un accidente de tráfico no será solo una forma de recordar los hechos o un «humilde homenaje a las víctimas», sino también «una advertencia de que aún queda mucho por hacer», apuntan en la página web del colectivo. Dejar esas bicicletas blancas, ancladas a la farola o la señal más cercana al lugar del atropello es, en definitiva, una forma de llamar al recuerdo permanente y a la reivindicación que sigue una corriente iniciada hace años en otras ciudades del mundo.

Lo que empezó llamándose como «bicicletas fantasma» denuncia las muertes de ciclistas en las que se han visto involucrados vehículos de motor. Su presencia, como las de los ramos de flores en las cunetas de tantas curvas peligrosas para los conductores de las carreteras, incide en el hecho de que las ciudades aún no están hechas para los ciclistas por mucho que el uso de este medio de transporte haya subido exponencialmente en los últimos años.

En Burgos el crecimiento de la bicicleta en la ciudad saca diariamente a las calles a cientos de usuarios, que se convierten en miles en verano, y cuya convivencia con los peatones y los coches no está resuelta. «Lo ideal sería que todos pudiéramos cohabitar de forma pacífica», subrayan desde Con Bici.

Todavía sin ordenanza

El Ayuntamiento de Burgos prometió hace años una Ordenanza de Movilidad que estuvo a punto de sacar adelante pero que no termina de llegar, a la espera de la teórica regulación por parte de la Dirección General de Tráfico que tampoco ha cuajado.

Con esos interrogantes pendientes, de vez en cuando rebrotan debates como el empleo de los velocípedos en las zonas peatonales (se trató, por ejemplo, de restringir su uso en el Paseo del Espolón habilitando un carril pegado al Arlanzón) o la preferencia de paso en los cruces.

El atropello de una mujer el 31 de enero en un paso para peatones y ciclistas avivó el debate sobre la permanencia de las marcas horizontales con forma de «ceda el paso» que el carril bici recoge incluso cuando, en teoría, la regulación debería ser la misma que para el peatón y por tanto las bicis tendrían preferencia sobre el coche. El Ayuntamiento ha admitido que baraja la supresión de todos estos «ceda», además del refuerzo de la señalización vertical. Por su parte, Burgos con Bici ha elaborado un catálogo de señales erróneas para ciclistas ante la «máxima confusión» que persiste en torno a su regulación.