Adiós al Burgos más chic

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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Mariví y Marga Cruz cierran La Marión y ponen fin a 40 años de moda hecha a mano y con buen gusto que cautivó a muchas burgalesas

Las hermanas Cruz, en la puerta de su prendería, que han puesto a la venta. - Foto: Valdivielso

Lo que está ocurriendo estos días con el establecimiento Prendería La Marión (La Puebla, 19) se parece mucho a un duelo. Este comercio, de los de Burgos de toda la vida, ha anunciado su próximo cierre definitivo y las clientas lo están viviendo con auténtico pesar. De hecho, se están pasando por allí no solo para hacerse con auténticas joyas de la moda de los años 60, 70 y  80 a precios muy interesantes sino, sobre todo, para despedirse de un lugar emblemático y de sus dos carismáticas dueñas, absolutamente reconocibles por sus melenas roja y negra, respectivamente, y por su permanente total look negro con  originales detalles de diseño. «Llevábamos ya unos cuantos años diciendo que nos jubilábamos, pero la gente nos pedía que aguantáramos, que nos quedáramos un poco más, que teníamos que hacer el vestido de novia de su hija o de su sobrina... pero había que tomar la decisión, que son ya muchos años al pie del cañón», explica Mariví, una de las dos propietarias, que cambió su trabajo como administrativa en un despacho de arquitectura de Miranda por su pasión por la costura. 

Fue en 1979, en plena Transición, cuando estas dos estilosas hermanas aterrizaron en Burgos y abrieron su establecimiento primigenio en la calle San Lesmes, esquina San Juan. Puede que fueran las primeras -probablemente junto con Dorothy and Peter, en la Plaza de España, y El Zoco, que antes de estar a pie de calle fue un showroom en un piso de Martínez del Campo con piezas de Francis Montesinos, Manuel Piña y hasta de Mariscal, entre otros diseñadores- en traer por estas tierras algo de la explosión de color y estudiada extravagancia que supusieron en otras capitales los años de la denominada Movida; puede que fuera su talento natural para elegir las mejores piezas o puede que su habilidad con la aguja, ingenio y osadía, el caso es quienes atravesaban las puertas de su establecimiento caían rendidas a sus pies. Las Marionas o Mariones, como son conocidas popularmente, comenzaron a hacerse un nombre, sobre todo entre las jóvenes que buscaban un vestido de novia. «Es un proceso muy interesante desde que viene la chica con una idea y la vamos modelando. Yo creo que se han ido de aquí siempre muy contentas». 

Entre el batiburrillo de objetos que le dan ahora a la tienda un aspecto de antiguo bazar se puede atisbar un tablón lleno hasta los topes de fotos de novias preciosas y originales y de madrinas e invitadas no menos apropiadas y con su sello particular. «Yo no podría definir cómo es su forma de hacer las cosas, de diseñar y de coser, pero lo que sí te puedo decir es que yo veo un vestido por la calle o en un evento y adivino, sin dudar, que es de las Marionas», explica Pilar, una de las clientas-amigas. Esta y no otra es la pura definición del estilo.

Marga y Mariví, a la derecha de la imagen, comparten risas con un grupo de clientas de toda la vida. Ir a 'Las Marionas' a probarse ropa ha sido siempre una gran experiencia.Marga y Mariví, a la derecha de la imagen, comparten risas con un grupo de clientas de toda la vida. Ir a 'Las Marionas' a probarse ropa ha sido siempre una gran experiencia. - Foto: Valdivielso

Tijeras, alfileres, perchas, fulares, sombreros, varios bañadores de pin-up que serían la locura de cualquier coleccionista de moda vintage, vestidos de flores de los años 60, sandalias, bobinas de todos los colores, revistas de moda, bolsos de cualquier estilo imaginable, tocados, abrigos, maniquíes con y sin cabeza y una señorial cajonera, que vivió otros días de esplendor en las también míticas Galerías Marvi, componen el escenario desde el que esta dos costureras prodigiosas se están despidiendo de su público. Una auténtica prendería. «Siempre hemos querido que la gente se sintiera aquí cómoda, que pasaran un buen rato cuando venían a mirar alguna prenda o a pedirnos consejo sobre qué era lo que les podía quedar mejor», cuentan las hermanas, que explican que en alguna ocasión también han vendido complementos o han hecho prendas para hombres. 

«Con ellas se va lo mejor y lo más elegante de la moda en Burgos, ellas se adelantaron a muchas modas que luego se hicieron muy populares. Tienen un olfato especial», afirma otra fan incondicional, que se ha pasado por allí a ver qué queda y que se prueba un sombrero de  aspecto difícilmente definible, pero que sobre su cabeza lleva el inconfundible sello de las Marionas que, además de unas modistas de primera magnitud, son dos mujeres muy divertidas y propensas a la carcajada. «No sé si me lo pondré, pero me lo llevo», dice la que se ha colocado el sombrero. Vale la pena en estos días hacerse con una de las singulares piezas que poco a poco van saliendo de los cajones. 

Unos años después de estar en la calle San Lesmes y cuando ya se habían labrado una justa fama, se trasladaron, pero bien cerca, a la calle de La Puebla, donde ocuparon un antiguo almacén que había acogido durante años un negocio de fruta al por mayor y que ahora también ellas ponen a la venta. El aspecto del establecimiento es tan singular -sin luz natural, paredes entre granate y marrón, grandes cortinas a rayas, burros de ropa repartidos por todas partes... hay algo de teatral en todo él- que ellas mismas reconocen que si la gente no lo conoce le cuesta acercarse y entrar. «De hecho, siempre pensamos que se acercan más turistas que gente de Burgos. Muchas veces nos preguntan si pueden entrar a echar un vistazo e incluso hacen fotografías y nosotras no hemos tenido nunca ningún problema, una vez tuvimos sentado aquí toda la tarde a un artista italiano, que exponía en Burgos. Nos dijo que le encantaba el sitio», comentan.

Las hermanas Cruz, en la puerta de su prendería, que han puesto a la venta.
Las hermanas Cruz, en la puerta de su prendería, que han puesto a la venta. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

A Marga y a Mariví, a punto de decir adiós, les encantaría que el viejo local acogiera algún establecimiento con encanto. Pero eso es algo que ya no está en sus manos.