Un artillero al rescate

I. Elices / Burgos
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El cabo del RACA 11 Stalin Gallegos se lanzó el jueves al río para salvar a un hombre que se ahogaba • Antes ató a su hijo de 2 años a la silla para que no le siguiera • «Actué con decisión, como enseñan en el Ejército», declara

Como todas las tardes el cabo de Artillería (RACA 11) Stalin Gallegos Chávez salió de su casa de la calle Vitoria con su hijo Alan para dar un paseo por la vereda del Arlanzón. Su chaval, de 2 años, tiene la costumbre de lanzar unas piedras al río a la altura de los trampones, cerca del puente de la autovía, un hábito que recuerda todos los días, sin dejar uno, a su padre. Así que a eso de las 17,30 horas del jueves allí se encontraban los dos tirando cantos al agua, hipnotizados por el rumor del río. En esto que el militar se percató de que en una rama de uno de los árboles situados en mitad del cauce había un jersey prendido. Lo llevaba puesto un hombre (ahora se sabe que de 87 años) que se había caído poco antes y se estaba ahogando.

Stalin, ecuatoriano de 28 años, no se lo pensó dos veces y se lanzó a por él. Pero antes dejó bien atado a su niño en la silla de paseo para que no le siguiera y se metiera tras él en el río. Pese al llanto de su hijo -que veía cómo su padre se alejaba de él adentrándose en las aguas- continuó adelante para rescatar al hombre. Consciente de que la vida de la víctima podía ser cuestión de tiempo «había que actuar, sin pensarlo demasiado». «Eso nos enseñan en el Ejército, a tomar decisiones en milésimas de segundo; de ello puede depender el éxito de una misión», comenta.

Pese a que el río no es muy profundo -el agua sí le llegaba por la cintura- la corriente desciende con bastante fuerza en ese punto, debido al impulso que toma en los trampones, situados unos 20 metros más arriba de donde se encontraba el cuerpo. Por ello «no era fácil avanzar, el agua te arrastraba». Pero alcanzó el lugar donde flotaba el hombre y lo desenganchó. El artillero vio que era imposible ascenderlo a la ribera del río en el mismo punto donde lo encontró, pues la orilla justo en ese tramo es muy elevada. De modo que puso la cabeza de la víctima bajo su brazo y ayudado con el otro avanzó unos 30 metros, hasta un lugar en el que la vereda está más cerca del cauce.

Para ese momento una mujer que iba en bici se dio cuenta de lo que pasaba y se prestó a ayudarle. Le dijo que se hiciera cargo de su hijo mientras efectuaba el rescate, ya que no dejaba de llorar. Dos hombres se acercaron también hasta él y le ayudaron desde arriba a subir el cuerpo del hombre, cuyos pies tuvo que colocar en sus hombros para poderlo sacar definitivamente del agua. Justo antes le practicó una maniobra antiatragantamiento y vio «cómo salía una gran cantidad de agua por su boca». Una vez ya tendido en el suelo le practicó una reanimación pulmonar y lo colocó en posición defensiva.

Exhausto ya en la orilla dejó que actuaran los policías locales que le relevaron en la ejecución de la reanimación y los servicios sanitarios. Después regresó con su hijo y marchó hacia su casa para cambiarse, pues estaba empapado.

Stalin no es muy de presumir. Ayer acudió al acuartelamiento de Castrillo y no dijo nada a nadie. Le llamaron sus superiores para felicitarle después de que la Policía Local contactara con el RACA 11 para comunicar que uno de sus soldados había salvado a un hombre en el Arlanzón. «Estoy contento de que gracias a lo que hice haya podido sobrevivir esta persona», afirmaba ayer orgulloso.

Este cabo topógrafo llegó a España con sus padres cuando tenía 13 años procedentes de Ecuador. Cursó secundaria y bachillerato en el López de Mendoza y después dejó los estudios para ingresar en el Ejército. Lleva 9 años en el Regimiento de Artillería de Campaña 11 y su deseo es continuar allí muchos años. «Espero lograr el ascenso a cabo primero y seguir mi carrera», señalaba ayer confiado. Si muestra el mismo tesón que para salvar al hombre que se ahogaba el jueves en el Arlanzón no sería extraño que llegara incluso a oficial.