Herrera y el sentido de la responsabilidad

L. M. T. (ICAL) / Valladolid
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El PPvuelve a confiar en el liderazgo del presidente de la Junta como garantía de resultados en tiempos convulsos

«Lo difícil en la política no es llegar, sino irse». Juan Vicente Herrera (1956) realizó ese comentario durante una de las etapas del Camino de Santiago con periodistas en relación al anuncio, unos meses antes, de Marcelino Iglesias, entonces presidente de Aragón, de no optar a un nuevo mandato en 2011. Herrera valoró saber elegir el momento para una decisión así. Él mismo había expresado su deseo, a personas cercanas, de no repetir en los comicios de ese año. Pero, como un «tipo disciplinado», según se define, aceptó los designios de sus compañeros de partido.
Después de muchas vueltas, Herrera ha optado por hacer bueno el dicho, quedarse y repetir como cabeza de cartel de una formación que ve en él una garantía de seguridad en unos momentos en que la incertidumbre cubre el ámbito público. La responsabilidad vuelve a marcar una decisión que no ha sido fácil, como en otros momentos de su vida.
La llegada a la política de este burgalés no es consecuencia de una vocación, sino más bien de una llamada, pero de teléfono. La que le hiciera su viejo amigo Fernando Becker para que le ayudara a sacar adelante una Consejería de Economía y Hacienda envuelta en la polémica por su anterior titular, el leonés Miguel Pérez Villar, a la postre condenado por su gestión. El mismo reconocía en una entrevista esa ausencia de vocación: «Si hubiese aprobado la oposición a notarías o hubiese sido un honesto padre de familia, seguramente no hubiese caído en la tentación de la política». Son precisamente estas cualidades -responsabilidad y fidelidad a las ideas, a las personas y a sus propios compromisos- las que ha marcado, para bien y para mal, sus 14 años al frente del Gobierno regional, las que exige a sus colaboradores más cercanos y las que le han llevado a una reconocida dificultad de tomar decisiones que puedan afectar en lo personal a sus más cercanos.
 
burgalés de pura cepa. Ejerce de burgalés con pasión desde aquel 23 de enero de 1956 en que vino al mundo en el seno de una ‘familia bien’, muy arraigada en la ciudad. Su padre, licenciado en Derecho, poseía varios negocios en la ciudad y su madre, que murió siendo joven Juan Vicente, pertenecía a la familia propietaria de Almacenes Campo, uno de los establecimientos más tradicionales de Burgos. Ellos, han sido sus dos principales referentes. «Mi padre era un hombre muy austero, muy religioso y excesivamente desprendido de lo material; mi madre era una mujer muy vitalista, muy Campo, muy parecida a Julián (su primo fallecido), que disfrutaba de las pequeñas cosas del día a día y de la familia, que murió a los 62 años, pero que nunca protestó en ningún momento de una larga enfermedad. Ella me enseñó el sentido del límite». Así lo ha relatado el candidato cuáles son los pilares de una personalidad compleja, como él mismo reconoce.
Juan Vicente es el mayor de cuatro hermanos, uno de los cuales murió en plena juventud, y ha convertido a su familia -cuya intimidad protege con ahínco- en uno de sus referentes de vida. En ella ha encontrado a algunos de sus mejores consejeros, como su primo Julián Campo, un místico moderno que pasó gran parte de su vida en India y que falleció en 2006 en un accidente ferroviario. Han pasado ya ocho años, pero su personalidad sigue muy presente en la vida cotidiana del presidente. Él era, ha confesado alguna vez, una de las personas que le ataba a la realidad cuando los oropeles del cargo le nublan la percepción.
Su formación en la infancia, adolescencia y primera juventud es la de cualquier hijo de una familia acomodada. Estudió en los jesuitas de ‘La Merced y San Francisco Javier’, en la calle Molinillo, antes de matricularse en la Universidad de Navarra, donde en 1978 se licenció en Derecho y donde conoció a alguno de los que terminaron llevándole a la política, más por amistad que por ideología. Un ramillete de compañeros de cargas y cuitas de aquella época terminaron pasando por distintas responsabilidades en la Junta. Además de Becker y el propio Herrera, se cuentan al ex interventor general del Gobierno autonómico, Pablo Ibáñez; al actual secretario de la Consejería de Cultura, José Rodríguez; y el ex director general de Economía, Javier Rodríguez Segovia. Sin embargo, en aquel momento dedicarse a la política no era una posibilidad y, nada más terminar sus estudios, comenzó a prepararse las ya famosas oposiciones a notarías que no aprobó y que, personalmente, quedaron marcadas en su fuero interno. La seriedad con que se toma cada una de las citas electorales son, en sus palabras, una reválida de aquello.
Burgos es su casa y su referente y, más allá de tópicos, ha desarrollado una personalidad que concuerda bien con la que se supone que da esa tierra. Como la Cartuja de Miraflores, la disciplina, la fortaleza, la austeridad, la religiosidad y el sentido de lo trascendente son valores que admira. En el dorso de la moneda, su sentido institucional le deja poco espacio a la improvisación en sus comportamientos públicos; una cierta prevención hacia los periodistas le hace huidizo en sus apariciones en los medios y su timidez, le hace aparentemente distante en ocasiones, aunque en el regate corto su mejor baza es la cercanía y el interés por los problemas cotidianos.
 
el salto a la política. Entre 1987 y 1992 ejerce como abogado en Madrid y Burgos, hasta que el entonces consejero de Economía y Hacienda, su amigo Fernando Becker, l’enfant terrible de un Gobierno regional todavía condicionado por la dura personalidad de José María Aznar, le pide que vaya a Valladolid para ocuparse de la Secretaría General de la Consejería de Economía y Hacienda. La seriedad del secretario general llamó la atención de Juan José Lucas que le pide que se ocupe también del PP en Burgos, desgarrado por las luchas internas y que amenazaba en degenerar en una guerra de todos contra todos. No era precisamente un puesto atractivo para quien acababa de llegar a la política, pero otra vez el sentido de la lealtad hacia una persona que respetaba -y continúa haciéndolo- saltó como un resorte y con más voluntad que ganas, y con el apoyo de la organización regional, logró la Presidencia del partido en la provincia con una exigua mayoría. A cambio, recibe del todopoderoso jefe del Ejecutivo todo el respaldo y un reconocimiento a su capacidad para sacrificarse que le llevaría, años después, al Colegio de la Asunción, sede de la Presidencia de la Junta. Aquella época le permite tomar tierra en su provincia: viaja, visita pueblos, charla con los paisanos y, en compañía de su primo y de Enrique Ocio, comparte confidencias, tapas y vino, una forma de vida que intenta mantener aún siendo ya presidente.
Sin embargo, esa concepción casi religiosa de la responsabilidad y el sacrificio de Juan Vicente Herrera se volvió a poner de manifiesto años después, en 1995, cuando revalidada la mayoría absoluta por Juan José Lucas, se esperaba de él que hiciera su primer gobierno propio y se desprendiera de los restos del ‘aznarismo’. Entonces, se quedó fuera del Ejecutivo y le tocó el puesto que nadie en el PP quería: portavoz del Grupo Parlamentario Popular, apenas una golosina en aquel momento. Desde esa responsabilidad, más bien oscura, logró unir en torno a sí a la mayor parte del grupo parlamentario, que le valoraba su cercanía y su capacidad para repartir juego. Esa bonhomía hizo que, cuando en 2001 Lucas abrió el melón sucesorio, el grupo parlamentario apostara por Juan Vicente Herrera. El soriano, incapaz de elegir entre sus dos vicepresidentes, tomó en menos de 24 horas una tercera vía y apuntó hacia quien había sido siempre su gran sacrificado y cosechaba el respeto de una gran parte de la dirección del partido. Otra vez, el sentido de responsabilidad le lleva a aceptar, no sin antes pedir a Lucas «que diera dos vueltas» a aquella propuesta.
Entonces, el 14 de marzo de 2001, en su debate de investidura apostó por un proyecto político para diez años. Ahora, sobrepasada ampliamente esa cifra, el sentido de la responsabilidad le vuelve a poner en el número uno de la candidatura ‘popular a la Junta.