La poeta uruguaya Ida Vitale fue ayer galardonada con el Premio Cervantes 2018, reconocimiento que otorga cada año el Ministerio de Cultura y Deporte y que está dotado con 125.000 euros. Vitale se convierte así en la quinta mujer galardonada en la Historia de los premios y rompe con «la norma no escrita» de alternar premiados de España y Latinoamérica. 

El Cervantes, considerado el Premio Nobel de las letras castellanas, recayó el pasado año en el escritor nicaragüense Sergio Ramírez. 

«Parece ser que había una norma no escrita, pero precisamente era eso, no escrita, y ahora la hemos roto», bromeó la presidenta del jurado de esta edición, Carme Riera. 

El tribunal le otorgó el premio a Vitale «por su lenguaje, uno de los más destacados y reconocidos de la poesía en español, que es al mismo tiempo intelectual y popular, universal y personal, transparente y hondo». 

«Convertida desde hace un tiempo en un referente fundamental para poetas de todas las generaciones y en todos los rincones del español, este premio reconoce una trayectoria poética e intelectual, crítica y traductora de primer orden», concluyó el fallo. 

«Me complace muchísimo entregar este premio a una mujer extraordinaria, poeta de ambos mundos, con obra reconocida en España y en América Latina. Que sea una mujer de este calibre es una oportunidad extraordinaria, sobre todo viniendo de un país que se ha caracterizado por la poesía de las mujeres», señaló el ganador del premio el año anterior, Sergio Ramírez. 

Ida Vitale es una creadora con mayúsculas, una voz limpia y cristalina que ha cruzado casi un siglo de poesía honda e íntima.

Nacida el 2 de noviembre de 1923 en Montevideo, Vitale hace honor a su apellido porque a sus 95 años está llena de curiosidad y sigue escribiendo.

La escritora, que se exilió en México huyendo de la dictadura de su país, ha tenido siempre como referente y padre poético a Juan Ramón Jiménez y ha conservado en todo este tiempo la lucidez y la elegancia en el verso

Desde 1989, Vitale vivió en Austin (Texas, Estados Unidos) hasta 2016, año en que murió su marido Enrique Fierro. Meses después volvió con su hija a Uruguay.