Nadando hacia los Juegos olímpicos

Beatriz S. Tajadura / Burgos
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El Club de Natación Castilla-Burgos lleva 18 años entrenando a jóvenes, gracias al esfuerzo y el apoyo de los padres. Lucas Vega, Alba Güemes y Rodrigo López son tres burgaleses dispuestos a llegar a la cima

De izquieda a derecha: los nadadores Alba Güemes de Castro, Lucas Vega Fuertes y Rodrigo López Jorge. - Foto: Jesús J. Matías

 
Es curioso que cuando a alguien le preguntan por el Club de Natación Castilla-Burgos, se encoja de hombros y diga que no sabe. Y parece paradójico porque este club de nadadores cada vez brilla más. Se trata de un grupo modesto, sin instalaciones propias, con 10 entrenadores y 490 niños inscritos en clase de natación. Y sin embargo, con pocos medios logra grandes proezas. 
La última de ellas se llaman Rubén y Diego Giménez, dos hermanos que empezaron en el club de pequeños y que volaron a Estados Unidos la semana pasada, becados como nadadores de élite en la Universidad de Bridgeport. Sería injusto quedarnos aquí, sin embargo. El Club de Natación Castilla-Burgos es mucho más que un par de destellos en la sombra.
Tras esta asociación que lleva 18 años en funcionamiento, hay decenas de jóvenes nadadores que también despuntan. Hay padres que corren de aquí para allá, repartiéndose a los chicos entre los coches, cargados de gorros de silicona y toallas mojadas. Hay profesores, hay niños y hay adolescentes que salen escopetados de clase para tirarse a la piscina. «Somos como una gran familia», asegura Mª Milagrosa López Palacios, presidenta del club. «Viajamos con los chicos a las competiciones, les vemos entrenar día a día y al final eso une mucho». Se nota el buen ambiente. Los nadadores, de entre 8 y 15 años, terminan siendo grandes amigos. Y los padres también. 
Aunque la natación parezca un deporte individual, en este club lo importante es el grupo. Los pequeños encuentran en los mayores un modelo a seguir, no solo en la piscina, sino también fuera de ella. «Cuando acaban los entrenamientos y llega el verano los chicos quedan todos juntos, mayores y pequeños», relata la presidenta del club. «Pasan las tardes en las piscinas de verano, montan en bicicleta o van al cine los días de tormenta». 
Al final, este clima de amistad empapa los resultados. «Nuestros nadadores quedan bien clasificados en las competiciones», comenta José Luis López González, miembro de la Junta Directiva y responsable de prensa. «En una competición de 200, los nuestros quedan entre los 15 primeros». Y eso que son un club sencillo, que utiliza las instalaciones municipales, como San Amaro (para los pequeños: prebenjamines, benjamines y alevines) o El Plantío (un poco más mayores: infantiles, junior y absolutos). 
Cuando un padre apunta a su hijo al club de natación, busca que se divierta. Ninguno piensa en prepararle para unas Olimpiadas, al menos al principio. Pero hay chicos que se apasionan tanto por el agua, que sueñan con convertirse en profesionales.
Es el caso de Lucas, que con solo 8 años ya tiene claro que quiere convertirse en nadador de élite. Para los niños de su edad, el Club Castilla-Burgos no piensa todavía en competiciones, sino en que se diviertan y disfruten en la piscina. «Organizamos juegos en el agua y actividades para que se relacionen. También perfeccionamos la técnica de natación en sus cuatro estilos», explica Mª Milagrosa López. «Es más adelante, cuando son un poco más mayores y han ido aprendiendo, cuando tienen la oportunidad de prepararse a nivel profesional». A Rodrigo y a Alba, de 15 años, su amor por la natación les ha llevado al Centro de Alto Rendimiento de Valladolid. Solo un año antes, a los 14, dijeron adiós a sus padres y fueron a vivir a este complejo deportivo, donde tienen su residencia, comedor, gimnasio y piscinas. De lunes a viernes se alternan entre piscina y colegio.Los fines de semana vuelven a casa. «A no ser que haya competición», corrige José Luis López, padre de Rodrigo. «En ese caso, el centro nos manda un SMS en el que pone:‘Su hijo acaba de abandonar el centro. Destino: competición’». 
 
LUCAS Vega Fuertes
8 años
Empezó a nadar con solo unos meses de vida, y, al advertir su afición por el agua, su madre decidió apuntarle al club. «Nadaba muy bien y me gustaba», cuenta este jovencito de ojos vivaces. «En el club tienes gente que te ayuda y muchos amigos. Yo voy a ser nadador profesional». 
Lucas mira a sus compañeros del Centro de Alto Rendimiento con mucho respeto. En el club, los pequeños se fijan en los veteranos, y así ocurre con Lucas. «Cuando vamos a la piscina, hablamos de lo bien que nadan los mayores», confiesa el nadador. «Yo quiero ser como ellos. Quiero llegar a un Centro de Alto Rendimiento como Alba y Rodrigo». 
De momento, Lucas entrena 3 horas a la semana. A su edad la natación está más enfocada al divertimento, pero también se les motiva desde pequeños permitiéndoles entrar en competiciones. A sus 8 años, Lucas ya ha participado en 6 jornadas de la Liga Territorial Benjamín. «En otras comunidades, los pequeños nadan mucho más y se les termina quemando», cuenta la presidenta del club. «Cuando llegan a los 14 años, no dan más de sí». 
Acuden a las competiciones de Valladolid, de Palma de Mallorca o de Gran Canaria, entre otras, y durante esos días conviven todos juntos. Lucas reconoce que se lo pasa pipa en esos viajes. Además, el club reúne a padres e hijos para la tradicional paella anual, en la que todos echan una mano. Aunque después de nadar, Lucas señala que no hay nada como unos macarrones con carne. 
En el colegio, la mayoría de los amigos de Lucas juegan al fútbol. La natación sigue siendo un deporte secundario. «Yo también juego al fútbol con ellos y no está mal, pero a mí lo que me gusta es nadar». Sus padres no le frenan. Al contrario, le animan para que mejore su técnica y ponga todo el empeño que pueda. 
 
Alba Güemes de Castro
15 años
Ha participado en el XXXV Campeonato de España Junior y ha quedado novena en 100 metros libres y en 100 metros mariposa. 
Alba lleva un año en el Centro de Alto Rendimiento de Valladolid, junto con su amigo Rodrigo. Se levanta todos los días a las cinco de la mañana para entrenar antes de ir al colegio. Se lanza a la piscina a esas horas intempestivas y después corre a la ducha. Empiezan las clases. En total, Alba nada entre 50 y 60 kilómetros a la semana. Y tiene que llegar a todo: al colegio y al deporte. Las becas para los Centros de Alto Rendimiento no solo exigen resultados deportivos, sino también académicos. Estos jóvenes tienen que aprobar todas las asignaturas para permanecer en la piscina. Cuando les dan las notas, se las llevan a su entrenador y si alguno lleva el curso a trompicones, puede quedarse fuera de la competición. Alba sonríe tímidamente y reconoce: «El poco tiempo que tenemos en Valladolid es para estudiar. Lo de salir con tus amigos y así... pues no puedes. Aunque mis amigos están en Burgos, no en Valladolid, así que los veo los fines de semana». 
Las amistades de Alba no se esperaban que se fuera a un Centro de Alto Rendimiento. Ellas, que reparten su tiempo entre estudiar y salir, no tienen que preocuparse por perfeccionar su brazada. «Mis amigos sabían que estaba en el club y que me gustaba nadar, pero no se imaginaban que fuese tan en serio. Muchas veces me preguntan: ‘Pero, ¿cómo puedes entrenar tanto?’». 
Por suerte, la natación no es un deporte arriesgado. Por mucho que uno nade, la probabilidad de lesionarse es mucho menor que en otros deportes. «Ni Rodrigo ni yo nos hemos lesionado nunca. Yo tuve un pequeño accidente una vez, pero nada más». Alba se refiere a lo sucedido al final de una competición, cuando se dislocó el codo al tocar con demasiado ímpetu la pared. Alba se lleva la mano a la boca y ríe por lo bajo. «Un error de cálculo», se excusa. 
 
 
Rodrigo López Jorge
15 años
Su última hazaña han sido las dos medallas de bronce que se ha colgado en el XXXV Campeonato de España Junior de Verano, en los 200 metros espalda y en los 200 metros estilos. Además, ha conseguido colarse en otras 3 finales: en los 100 metros espalda (5º puesto), en 400 metros estilos (6º puesto) y en los 200 metros braza (10º puesto). Junto con Alba, lleva un año entrenándose en el Centro de Alto Rendimiento de Valladolid. 
«No me queda nada de tiempo para salir con los amigos, los entrenamientos aquí son muy exigentes», confiesa Rodrigo. A su edad, los chicos ya tontean con el alcohol y el tabaco, enemigos acérrimos del deporte. A Rodrigo, los planes de sus amigos no le dan ninguna envidia. Su cara de incredulidad lo dice todo. «¿Fumar?¿Beber?¿Cómo vas a nadar después? Y si sales de fiesta, a la mañana siguiente eres incapaz de meterte en la piscina». 
El jovencísimo nadador va al colegio de 8.00 a 14.00 horas de la mañana. Regresa al centro, donde come junto a sus compañeros. «Muy variado: verduras, pescado, ensalada... Comemos de todo. Sí que insisten en la pasta y en el pollo, que tienen los hidratos de carbono para el deporte y no llevan grasa. También nos persiguen con la fruta», ríe. «Pero no es que comamos más cantidad que otras personas, solo mucha variedad», cuenta el muchacho. El mayor peligro es que adelgacen. Con tanto deporte, unos chicos que aún están creciendo no pueden permitirse un déficit alimentario. «Nos pesan casi todas las semanas. En el centro tenemos médicos que nos controlan», explica Rodrigo. 
Después de comer, entrena de 15.30 a 18.45. No siempre en la piscina, también tiene largas sesiones en el gimnasio. Y todo para batir su récord personal: nadar 100 metros en 1 minuto y 1 segundo. «Es que la natación es lo mío», lo dice con una seguridad impropia de un chico de su edad. «Quiero mejorar y llegar a todo lo que pueda». Mientras habla, le brota una sonrisilla. «Río de Janeiro estaría bien», murmura, refiriéndose a las próximas Olimpiadas de 2016.
En esta aventura, en la que unos chicos tan jóvenes se marchan de casa a los 14 años, el apoyo de los padres es imprescindible. «Si sabes que tus padres están de acuerdo con lo que haces y que te animan, todo es más fácil. Te dan un apoyo psicológico tremendo», asegura Alba Güemes, que a su corta edad ya ha comprendido el valor de la familia. Rodrigo López, que antes de irse a Valladolid vivía en Melgar de Fernamental (a 50 kilómetros de Burgos), tenía que desplazarse para acudir a los entrenamientos. No cabe duda de que sus padres han sido su mejor sostén. Su propio padre, José Luis López González, se ha involucrado en la Junta Directiva del Club de Natación Castilla-Burgos y desde allí sigue la trayectoria de su hijo. Los padres de Lucas tampoco apagan sus ambiciones y no se pierden una sola competición. 
Lucas, Alba y Rodrigo forman parte de un club que es, ante todo, una comunidad. A menudo solo saltan a la esfera pública rostros individuales, nadadores estrella que parecen haber surgido de la nada para hacerse con el primer puesto del podio. Pero nadie triunfa en solitario. «Nosotros también aprendimos de los mayores», cuenta Rodrigo López. «Yellos nos ayudaban, como nosotros hoy hacemos con Lucas».
El Club de Natación Castilla-Burgos es, en palabras del propio Rodrigo, «como una familia», donde lo que cuenta no es tanto el éxito de unos pocos, como el esfuerzo y los logros  que han conseguido entre todos. Padres, organizadores y entrenadores incluidos. Y aunque a día de hoy el club burgalés no tenga un patrocinador propio, no cabe duda de que en un futuro no muy lejano, será un plato suculento para cualquier empresa.