Redescubriendo a Isco

DIEGO IZCO
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Carlo Ancelotti ha moldeado al 'chico de moda' del fútbol español: a su increíble técnica individual ha añadido una capacidad de sacrificio que nunca había desarrollado en su carrera

El fútbol español, como el tiburón de los negocios al que todo le fue de perilla durante los tiempos de las ‘vacas gordas’, entró en una etapa de crisis y depresión después del batacazo del Mundial de Brasil. A Vicente del Bosque, seleccionador señalado y afligido, tal vez consciente en su fuero interno de haberse pillado los dedos con una convocatoria tan fiable como ‘demodé’, le exigieron -a toro pasado, deporte patrio- una revolución. La portería, la defensa y la delantera no preocupaban tanto; era el mediocampo, piedra angular de la gran España campeona del Mundo y bicampeona de Europa, la zona más desprotegida en el relevo generacional. El binomio Xavi-Iniesta... ¿Cómo encontrar ya no solo sustitutos, sino siquiera alguien que se les pareciera?

Tal vez este sea uno de los (muchos) motivos por los que ese mismo fútbol español aplaude ahora, de local y de foráneo, la irrupción de Francisco Alarcón, Isco, redibujado por Ancelotti, reinventado por sí mismo y redescubierto por la crítica y el público. En el minuto 59 de un amistoso ante Uruguay, se produjo la imagen más simbólica: el cartel del cuarto árbitro mostró el ‘ocho’ de Iniesta e iluminó el ‘veintidós’ de Isco, que debutaba con la selección absoluta aquel 6 de febrero de 2013. Dos años después, el malagueño ha derribado muros. Los más sólidos, ésos que buscaban tildarle de ‘perla’ que no se ensuciaba, esteta que rehuía del barro y la pelea, pelotero fino que vivía del arranque y limitaba su parcela a un escaso puñado de metros. El Isco, en definitiva, que no convenció a Unai Emery en el Valencia y que salió rumbo a Málaga; el que no convenció a Jose Mourinho, cuando ofrecieron al Madrid el pack Isco-Cazorla por 35 millones de euros... y el portugués eligió, por esa misma cantidad, a Luka Modric; el que, finalmente, no convenció a Del Bosque en las vísperas de confeccionar la lista del Mundial de Brasil.

El cambio. Poco queda de aquel Isco, no obstante. Hoy por hoy, ni Emery, ni Mourinho ni Del Bosque habrían renunciado a la nueva versión del andaluz (Benalmádena, 21 de abril de 1992), un jugador en plena efervescencia. Un futbolista que es ahora mucho más largo e influyente sobre el césped. El ‘todocampista’ que, en el último partido de Liga, salió ovacionado del Martínez Valero, porque no solo no ha renunciado a la filigrana, sino que ha aprovechado sus condiciones para añadirle quintales de brega y litros de sudor.

Carlo Ancelotti, quien aseguró que Isco puede llegar a ser «el nuevo Pirlo», ha sido el maestro alfarero que ha esculpido al fenómeno. En la sombra, detrás del gesto impasible del técnico italiano, se ha cocinado lentamente la sensación de que el papel del centrocampista malagueño en el Real Madrid es secundario cuando todos los primeros espadas están disponibles. Falso. Pudo perder la titularidad en favor del renovado Di María del pasado ejercicio, o pudo arrancar desde el banquillo a la sombra del triángulo Kroos-Modric-James en el presente; y sin embargo, ha jugado 89 de los 100 partidos que Ancelotti ha dirigido al conjunto blanco. En la 13/14, el que más: 53. En la presente, 36 (los mismos que Marcelo y Benzema, y dos menos que Kroos, el más utilizado).

«Siempre creí en mí, pero he dado un paso importante a la hora de robar balones... y por eso es más vistoso», señaló a la salida del Elche-Real Madrid. Más sacrificio. Ésa era la clave. El ‘niño gordito’ y pequeño que jugaba en el Atlético Benamiel (ante chavales que le sacaban dos años) se acostumbró al más pernicioso de los vicios de la ‘estrella’ en ciernes: dámela y yo sabré qué hacer; corre para mí y, a cambio, te alegraré la mañana. Es un argumento válido en muchos equipos y circunstancias, pero no en un Real Madrid donde las ‘vedettes’ tienen mucho más recorrido, mercado y nombre. Isco se ha quedado con el ‘dámela y yo sabré qué hacer’, pero ha eliminado el ‘corre para mí’ de su repertorio: ahora, el que devora kilómetros de forma compulsiva, porque su magia consiste en hacerse con la pelota a toda costa, es él. Benzema, Bale y Cristiano Ronaldo están liberados. Aceptar su nuevo rol y convertirse en el ‘chico de moda’ del fútbol español han ido de la mano. «Tengo que hacer eso para tener un sitio en el equipo. Intento ayudar corriendo y trabajando. Así me hago un jugador más completo», señalaba hace pocas fechas.

La filigrana y el regate. Isco ya no es un mediapunta al uso, sino un jugador total, correoso cuando defiende, y brillante como pocos cuando ataca. Todo, o casi todo, se lo debe a uno de los centros de gravedad más bajos del fútbol español; nada tiene que ver con la altura (mide 1,76 centímetros, a apenas un centímetro de la media en la Liga BBVA) sino con el culo bajo y las piernas cortas. Tal vez esta circunstancia sea la que marca el más espectacular de sus recursos: el regate.

En Argentina lo llaman ‘gambeta’, que proviene del coloquial ‘gambado’ (patizambo). El cuerpo de Isco, como el del ‘Burrito’ Ortega o el del ‘Kun’ Agüero, es perfecto para sortear rivales de mil y un maneras distintas. Isco gobierna el esférico con maestría, y lo mismo detiene el partido en un control orientado que cambia el ritmo con la agilidad de la gacela perseguida, ejecuta el ‘uno-dos’, la ruleta, el ‘cañito’ pisado, el autopase, el amago y cambio de dirección, la ‘cola de vaca’, la ‘elástica’, el caracoleo... Porque en la España del ‘tiki-taka’, siempre hacía falta un Silva o un Iniesta capaz de ventilar rivales y llegar en ventaja a la zona de gol. El bendito ‘chupón’ de toda la vida con capacidad para levantar la cabeza, del balón y de su ego, para buscarle hueco al pase o al disparo; en su caso, tiro de autor: raso y a la cepa del poste derecho, según defiende el arquero.

Y la pausa. Siempre la pausa a mano, como el maestro Andrés Iniesta, rey de la parada como maniobra de distracción: cuando el adversario piensa que nada va a suceder, de repente sucede Iniesta. ¿No se había detenido? Isco bebe de las mismas fuentes que el manchego; en la comparación, siempre inevitable y siempre injusta, Iniesta tiene el palmarés e Isco el futuro... y además, tienen hueco las personalidades equilibradas de dos chicos tímidos. «No pega hablar tanto de mí», señaló el malagueño en Elche sonrojándose. Sin frivolidades, con la excepción del Ferrari que compró este invierno, educado, tan cohibido ante una cámara o un micrófono como espontáneo sobre el pasto. No será casualidad que sus dotes y repertorios sean similares: el balón sometido pero no con látigo sino con guante de seda, el esférico como objeto de culto, ‘pegadito’ a la bota y siempre mimado, y la ejecución de un malabar como la cosa más natural del mundo. La pelota, por norma general, te devuelve lo que le das.