13 desaparecidos menos

A. Castellanos / Espinosa
-

Nueve hombres y cuatro mujeres -una embarazada- han salido a la luz en las dos fosas comunes exhumadas junto a la calle de la Riva y que datan del 20 y 21 de octubre de 1936

Los nueve varones estaban bajo el jardín de una vivienda y parte de la acera de la calle de la Riva. - Foto: A.C.

Muchas familias de Espinosa de los Monteros están a punto de cerrar un amargo capítulo de sus vidas, la desaparición de sus abuelos, primos o incluso hermanos, como es el caso de Eladio quien perdió a su hermano de solo 15 años en aquel aciago 20 de octubre de 1936. Ese día murieron asesinados sin previo juicio nueve hombres, cuyos cuerpos se han hallado en el mismo lugar donde todos los vecinos de Espinosa sabían que se encontraban y que incluso fue respetado al urbanizar la calle de la Riva. Al día siguiente siguieron igual suerte cuatro mujeres, una embarazada, que fueron depositadas a 200 metros.

Los familiares de Celestino Zorrilla Baranda, agricultor y propietario de una fábrica de alpargatas, y Amelia Cano, nuera del primero, han promovido la exhumación de los cadáveres para «darles un entierro digno». El abuelo Celestino pasó por la prisión de Espinosa, Villarcayo y Burgos y supuestamente quedó en libertad, pero apenas le duró unos días hasta que fue asaltado y conducido a una muerte impune. Francisco Etxeberria, médico forense y profesor de la Universidad del País Vasco, ha dirigido a los 20 profesionales vinculados a la Sociedad de Ciencias Aranzadi que han realizado los trabajos y ha comprobado las similitudes de esta fosa con otras y su singularidad: «Solo hay dos o tres fosas en toda España -alcanzan ya las 300 exhumadas con 6.000 cadáveres- que se ubican en el casco urbano, dado que lo habitual era irse a parajes alejados». Ésta se ocultaba bajo el jardín de una casa y parte de la acera. 

En Espinosa los asesinos apenas se escondieron. Por ello, Pilar Zorrilla,  nieta de Aurelio Llavín y Generosa Fernández, quienes dejaron ocho hijos huérfanos, relataba ayer detalles de lo sucedido aquel día. «Una de las mujeres logró escapar y se refugió en un molino, pero la encontraron y la trajeron a rastras a la fosa. Se encontraron sus medias y su peineta con el rastro de sangre», recordaba. Ella y muchos otros familiares depositaban flores cada 1 de noviembre en la fosa de los varones, la que estaba claramente delimitada. Asegura que sus abuelos «fueron acusados de pasar información, pero no tenían ideología política».

En apenas un rectángulo de cuatro metros por dos y a un metro de profundidad se han hacinado durante 76 años los restos de nueve hombres, todos boca abajo, «lo que indica que les enterraron sus asesinos», según Etxeberria. Todos tienen disparos de bala en el cráneo con entrada por la parte trasera y muchos muestran roturas de huesos de piernas y brazos por efecto de golpes. Sus familiares podrán recoger también zapatos, hebillas, un mechero, botones... Lo que aún no se había encontrado ayer eran restos de los casquillos que les mataron.

Durante los trabajos de estos días ha reinado el silencio, a pesar del ir y venir de unos pocos vecinos, familiares y medios de comunicación. El alcalde José Carlos Peña acudió ayer a ver el avance de los trabajos. Etxeberria agradecía su interés y echaba en falta «más amparo institucional de la Justicia y las autoridades y que admitan que esto sirve para consolidar valores democráticos».