Eclosión y abandono: 50 años de Almacenes Campo

Gadea G. Ubierna / Burgos
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El año 1965 marcó un antes y un después en el comercio de la capital con la apertura de un negocio hasta entonces nunca visto por su variedad y cantidad • La buena racha duró hasta 1983

A la izquierda, el edificio en 1965; a la derecha, su estado actual. - Foto: Fede y Ángel Ayala

«Próxima la inauguración de Campo Grandes Almacenes enviamos un jubiloso mensaje, de saludo y agradecimiento al público burgalés por la constantes pruebas de apoyo y cariño que nos ha dado, ofreciéndonos incondicionalmente para atenderle cada vez mejor». Estas fueron las palabras escogidas para informar a los burgaleses de que en 1965 se abría una nueva etapa no solo para el floreciente negocio de los Campo -ubicado en el Hondillo, entonces Queipo de Llano-, sino para todo el comercio de la capital.

La apertura de unos grandes almacenes de siete pisos en pleno centro, en un edificio de diseño insólito para una ciudad poco aficionada a la vanguardia y en los que la clientela podía encontrar desde medias hasta frigoríficos era algo semejante a la revolución. Y no tanto por el concepto (coexistían en aquel momento las galerías Moradillo -«Señora, estará usted deliciosamente elegante con un abrigo o gabardina de Moradillo»-, El Paraíso en la calle Santander, los Almacenes La Puebla...) como por la forma de dirigir el salto del comercio tradicional al que, entonces, se suponía moderno. Un comercio propio de una ciudad que iniciaba la transformación industrial que le ha hecho llegar donde está hoy y de un país que por fin parecía salir de las tinieblas de la posguerra. Eran los años sesenta, y eso tenía que quedar claro con un golpe de vista a los Grandes Almacenes Campo.

La idea materializada en 1965 en la esquina de Entremercados y la Plaza Mayor (entonces José Antonio) llevaba tiempo en la cabeza del propietario de los almacenes, el industrial Julián Campo Agero, quien ya en 1962 había encargado al arquitecto Marcos Rico (la persona a la que se confiaban entonces los proyectos importantes) el diseño de un edificio para que su negocio hiciera historia. Y, tal y como ya ha relatado este periódico en otras ocasiones, Rico presentó tres opciones: la castiza en piedra, la de estilo colonial y la que ponía el punto y aparte, la del progreso que determinaba el uso de metal y vidrio. Y, sorprendentemente, se optó por la tercera.

Imagen de Confecciones Campo edificio diseñado por Marcos Rico en junio de 1965, meses antes de la inauguración oficial.Imagen de Confecciones Campo edificio diseñado por Marcos Rico en junio de 1965, meses antes de la inauguración oficial. - Foto: Fede En 1963 y con un presupuesto de 3,3 millones de pesetas comenzaron las obras que demolieron el edificio de cuatro pisos y formas curvas en el que había estado Confecciones Campo hasta ese momento, semejante al que acogió a la peletería Cylsa hasta hace poco más de dos años y a la zapatería Parriego, y se empezó a levantar el bloque de siete pisos y sótano inspirado en las nuevas corrientes arquitectónicas procedentes de Europa. Serían necesarios más de dos años para acabarlo, y aunque en un principio se confiaba en poder abrir a comienzos de 1965, la obra se retrasó hasta el otoño y fueron necesarios otros dos meses más para poder inaugurarlo en la campaña navideña de aquel año.

La oferta, desde luego, era algo nunca visto en la ciudad en cantidad y en variedad. En el sótano, lanas «para labores»;en el bajo: mercería, pañuelos y corbatas, perfumería, artículos de modista y «velos»; en el primero: bolsos, guantes y marroquinería; segundo: artículos de viaje, deportivos, campo y playa, paraguas, artículos del fumador, regalos para caballero y peletería;tercero: juguetería, artículos para  infancia y ropa para niños;cuarto: menaje de cocina, electrodomésticos, música, tocadiscos, radios y transistores; quinto: vajillas, porcelanas, loza y cristal y lámparas, tanto de pie como de techo; sexto: alfombras, decoración y arte; séptimo: peletería a medida. Si algo no se encontraba en Campo era que no existía.

Tras el bullicio de la inauguración siguieron varios lustros buenos, pero la llegada de la democracia y los años ochenta volvieron a modificar los hábitos de consumo y el rumbo del comercio. Los grandes almacenes al estilo de Campo dejaron de interesar a la clientela, repentinamente atraída por la novedad que en ese momento suponía comprar en tiendas propiedad de las grandes cadenas nacionales de distribución o, mediada la década, en el pilar de lo que hoy es el imperio Inditex. Zara empezó a expandirse al mismo tiempo que los Grandes Almacenes Campo liquidaban y ponían punto y final a décadas de actividad en la capital burgalesa.

Edificio de Almacenes Campo en 2015.Edificio de Almacenes Campo en 2015. - Foto: Ángel Ayala En 1982 se cerró la venta del inmueble que había más que duplicado la superficie original del primitivo Campo al grupo de José María Ruiz Mateos. Pretendía ampliar Galerías Preciados, pero tampoco pudo ser. El primer gobierno de Felipe González decidió la expropiación de Rumasa a comienzos de 1983, antes de que se cambiara siquiera el logo aún visible en la terraza del céntrico edificio y el Estado se convirtió en administrador de una propiedad que salió a subasta y fue adquirida por otra familia de industriales burgaleses con nuevos planes, pero idéntica mala suerte. El número de pisos del inmueble ha llevado a la propiedad y al Ayuntamiento hasta el Tribunal Supremo, sin que el trayecto parezca haber servido para nada. El Ayuntamiento exigía la demolición de las últimas plantas para cumplir con el Plan Especial del Casco Histórico, planteamiento respaldado por el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, y los dueños se negaron, máxime después de que el Supremo fallara a su favor en 2002.

Después se iniciaron una serie de contactos entre ambas partes para que el bloque pasara a formar parte del patrimonio municipal y sirviera de ampliación del Consistorio, pero tampoco se llegó a acuerdo. Y ahora todo sigue igual. La concejala de Licencias, Dolores Calleja, explica que la orden de demolición está archivada, pero que el edificio «sigue fuera de ordenación», por lo que deben darle una salida a todo el conjunto y no por plantas, como ha llegado a plantear la propiedad para conseguir un cambio de uso a oficinas. El dueño asegura que hay «buena sintonía» con el Ayuntamiento para conseguir darle una salida y «revitalizar la Plaza Mayor». En este sentido, afirman que siguen recibiendo ofertas y en negociaciones que no llegan a cuajar. «Tiene encanto, pero todo cuesta dinero», comenta la propiedad, asumiendo que Campo se enfrenta a otro largo invierno de abandono.