Indignación en Atalaya por la detención de dos inmigrantes a la puerta de su sede

Angélica González / Burgos
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«Han venido a pescarles aquí como a un estanque», se lamentaba un educador. Por la tarde, los talleres y los cursos de español se quedaron vacíos de alumnos «por miedo»

 
«¿Tendremos que esconder nuestra sede y trabajar en la clandestinidad?». Esta pregunta se hacía la coordinadora del programa Atalaya Intercultural, Isabel Olazagoitia, mientras transmitía la «indignación» de todo el colectivo que trabaja para la inclusión de las personas inmigrantes tras la detención, ayer, de dos jóvenes ‘sinpapeles’ en la puerta de su sede. El primero fue por la mañana, en el receso que se hace en las clases de español, y el segundo, a la hora de comer: «Son dos jóvenes con los que llevamos mucho tiempo trabajando, de un comportamiento intachable y a punto de regular su situación. No hay derecho a esto, parece que se trata de una medida recaudatoria porque se les impondrá una multa de 500 euros».
Atalaya está compuesto por cinco congregaciones religiosas de la ciudad -Hijas de la Caridad, Religiosas de María Inmaculada,  Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, Salesianos y Compañía de Jesús- y el superior de esta última, Ramón  Fresneda, que es, además, el presidente del proyecto, intentó ponerse en contacto, sin éxito, con el subdelegado del Gobierno, José María Arribas, para explicarle la situación. «Los dos viven en nuestras casas de acogida y no han cometido ningún delito, no entendemos por qué la Policía viene a nuestra sede a realizar estas detenciones», se dolía Olazagoitia, quien precisó que por la tarde todos los cursos y talleres quedaron vacíos de alumnos «por miedo a que les ocurriera lo mismo». Esta religiosa no recordaba una situación así desde los tiempos en los que era subdelegada Berta Tricio, «con la que pudimos hablar y resolvió el problema». A media tarde de ayer ni Paul -originario de Camerún- ni Adama -de Mali- habían sido puestos en libertad pese a los intentos de Atalaya.
Guillermo Treviño, salesiano y profesor de español de Paul, a cuya clase no pudo reincorporarse tras la hora del café por ser detenido, también estaba muy dolido por esta actuación policial: «Me parece que aunque esté dentro de la legalidad pedir los papeles a un inmigrante -y a cualquiera, pero resulta que a los que somos blancos no nos suele suceder- es inmoral ir a hacerlo a la puerta de Atalaya, es como ir a pescar truchas a un estanque, donde sabes que siempre van a picar». 
Treviño aseguraba poder entender que se le hubiera detenido por haber sido sorprendido cometiendo un delito «o dando problemas» pero no haciendo un descanso de la clase de español de una entidad como Atalaya, que trabaja por la normalización de estas personas, a las que les aportan no solo formación sino también vivienda y acompañamiento.