Los halcones de Fuentespina sobrevuelan los Emiratos Árabes

Samanta Rioseras / Fuentespina
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La empresa de cetrería Nebli exporta más del 85% de las rapaces que cría en cautividad a todo el mundo. En 10 años se han convertido en uno de los centros con mayor producción

 
Han necesitado algo más de una década y una gran inversión para consolidar su proyecto, pero han logrado que el nombre de su empresa, Nebli, sobrevuele el cielo de los Emiratos Árabes en las anillas de los halcones que crían en cautividad. Una actividad que ahora centra el grueso de su negocio pero que comenzó como un apoyo a sus labores de control de fauna en viñedos y aeropuertos. 
«Desarrollamos el centro de cría para autoabastecernos, pero ha ido creciendo y ahora mismo somos uno de los más grandes de España», comenta Juan Antonio Sánchez, que lleva desde el año 1998 sumergido en la cetrería. Un mundo complicado en el que se hizo un hueco, «con mucho esfuerzo» y junto a su mujer, Beatriz Domínguez, fundando Nebli en el 2003 en Fuentespina. Hoy, asegura, pueden presumir de situarse en el «top» de ventas de este tipo de aves. «También a nivel de exportación», añade, y cifra en un 85% los ejemplares que envían a todos los rincones del mundo: «Tailandia, Brasil, Canadá, Francia, Italia...», enumera. «Los usan para control de fauna, para la práctica de cetrería privada o incluso como suministro para otros criaderos».
El 25% restante se queda en España «para conservar la clientela». De esta forma, y gracias a su decisión por mantener su impronta en las anillas de los animales, han logrado entrar en los Emiratos Árabes. «Apostamos fuerte por mantener nuestro nombre, a pesar de que se paga más si se accede a poner la firma del cliente», explica Domínguez.
Aunque prefieren no hablar de precios, las transacciones a través de internet oscilan entre los 1.000 y los 30.000 euros. En algunos casos, las operaciones de este tipo han superado el medio millón de euros. Sin embargo, el desembolso que supone también es elevado. «Las aves son muy delicadas», aseveran. Además, aclaran, no son reproductivos hasta superar los seis años. «Siempre y cuando no tengan ningún problema genético o mueran antes por una corriente de aire». Llegar al sexto cumpleaños también implica un largo periodo en el que deben ser cuidados, atendidos y alimentados.
Funciones que desempeña casi en exclusiva este matrimonio por la dificultad que existe para encontrar gente cualificada. «Y porque somos un poco acaparadores», bromean. «Hemos empezado desde cero y queremos seguir al pie del cañón».
Sin embargo, sí cuentan con ayuda, pues la empresa tiene en plantilla a ocho trabajadores. Profesionales que utilizan a los halcones para evitar la entrada de especies invasoras en los viñedos y frenar los impactos de pájaros contra los aviones en los aeródromos.
 
ENEMIGO POTENCIAL. Al margen de la zona de cuarentena, donde se encuentran los reproductores, las instalaciones cuentan con 115 mudas -jaulas- que albergan 300 ejemplares de diversos tipos de halcones. Ellos son los que mantienen a raya las especies invasoras que se alimentan de los cultivos. Un servicio que, actualmente, prestan para una bodega de la Ribera del Duero y para otra en la zona de Valladolid. 
«Desde que pintan las uvas hasta la vendimia, volamos los pájaros diariamente», explica Sánchez. Pero, subraya, no todos valen para frenar a cualquier especie. «Cada uno está especializado en una. Se les enseña desde pequeños a actuar sobre un animal determinado como los estorninos o las cornejas». También contra las superpoblación de palomas que defecan en las ciudades. Motivo por el que trabajaron en el Hospital de Valdecillas de Santander. «También hemos hecho lo mismo en almacenes industriales y de cadenas de alimentación en la provincia de Madrid».
Contra las gaviotas actuaron en el aeropuerto de Ibiza. «Logramos disminuir de 100 a seis los impactos de aves contra los aviones». Logro que, sostienen, les sitúa entre los mejor valorados por Aena. Tras desarrollar su labor en Santander, Menorca y Vigo, ahora solo regentan el aeródromo de Logroño: «Han tirado los precios y si no podemos mantener la calidad, preferimos dejarlo», afirman. «Y el criadero nos ha absorbido».