El uso de infraviviendas reduce la cifra de sintecho

Gadea G. Ubierna / Burgos
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Este invierno comienza con una media de ocho personas durmiendo al raso o en cajeros automáticos, frente a las 15 que voluntarios de Cáritas llegaron a contabilizar el año pasado

Conseguir que ni una sola persona duerma en la calle es un objetivo prioritario para Cáritas y, atendiendo a las cifras que manejan, podría pensarse que están más cerca de conseguirlo. De hecho, los profesionales y voluntarios que recorren las calles dos noches a la semana con el programa Café Calor han detectado que si a finales del otoño de 2014 había una media de entre 12 y 15 personas durmiendo en la calle, ahora son ocho. Sin embargo, esta reducción no se debe tanto a un cambio de situación personal o a un proceso de reinserción -que sería lo deseable- sino al hecho de que se está recurriendo a la infravivienda para combatir el frío: alquileres muy económicos pagados entre varias personas o, también, ocupación de viviendas vacías y, las más de las veces, sin servicios básicos.

Esta es la conclusión a la que ha llegado Cáritas tras comprobar que no había correlación entre las personas a quienes visitaban en los recorridos nocturnos del programa Café Calor y las que empezaron a ver a la luz del día cuando, hace ahora un año, decidieron ampliar su actividad y dedicar una mañana a la semana al mismo cometido. Entonces comprobaron que en los espacios más frecuentados por los sintecho había más gente por la mañana que por la noche. Y dado que Cáritas gestiona el albergue municipal de transeúntes y la Unidad de Mínima Exigencia, sabe quiénes suelen hacer uso de esos recursos y quiénes son «históricos de la calle» o recién llegados. Así que es evidente  que si esas personas con las que contactaban de día no estaban pasando la noche en la sede de la calle San Francisco o en los cajeros, era porque habían recurrido a una infravivienda.

El objetivo ahora es conseguir que esas personas sin hogar permitan a los voluntarios de Cáritas acceder a las viviendas alquiladas u ocupadas. Trás décadas de experiencia en la materia, conocen por nombre y apellido buena parte de los sin techo y saben de los recursos de los que disponen. Entonces, explican que sospechan que la ocupación es más frecuente que el alquiler que, por económico que sea, está más lejos de su alcance. Y el dormir en una casa desocupada y/ abandonada conlleva casi siempre la falta de recursos imprescindibles como luz o agua. De ahí que estén tratando de acceder a esas «infraviviendas» para ver de qué forma se puede ayudar a quiénes hacen uso de ellas.