El gastropaseo, una forma sugerente de conocer la ciudad

A. Castellanos
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El Ayuntamiento de Medina de Pomar ofrece cada viernes del verano, a las nueve de la noche, una visita nocturna guiada por el casco histórico de la ciudad aderezada con el picoteo de dos tapas

El punto de partida es el Alcázar de los Condestables, los viernes a las nueve de la noche. - Foto: A.C.

Medina posee una riqueza monumental innegable y una historia milenaria que dejó múltiples huellas a lo largo de su casco histórico, sobre todo, durante la Edad Media. Una visita guiada por sus calles y sus pasajes invita a soñar la antigua vida de sus plazas, mercados y calles y, si además, se produce al caer la noche, más todavía. El Gastropaseo Nocturno, promovido por la Concejalía de Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Medina de Pomar, que todos los viernes del verano -julio, agosto y septiembre- saldrá del Alcázar de los Condestables a las nueve de la noche, es toda una oportunidad para acercarse a este pasado de la mano de una guía oficial de turismo de Burgos, Alejandra Vicente. Y además degustar la rica gastronomía local.

Cuando el sol estaba cayendo y la luz va mermando, una veintena de turistas de lugares tan lejanos como Badajoz y no tanto, como Madrid, vecinos, veraneantes procedentes de la cercana Vizcaya y quien les escribe nos sumamos el pasado viernes a esta sugerente iniciativa, que cuesta seis euros por persona.  En la plaza Mayor contemplamos las bellas casas de la calle Santa Cruz, sobre los soportales, la terraza del Cerro que se iba llenando de vida y jolgorio ante el incipiente fin de semana, y la Casa Consistorial que estos días se camufla entre los plataneros. Descubrimos de la mano de la guía e informadora turística del Ayuntamiento de Medina, que los primeros documentos en que se cita la existencia de la ciudad datan de 1181, cuando el rey Alfonso VIII confirma el Fuero otorgado a la ciudad para favorecer su prosperidad comercial.

Los restos de monedas romanas hallados en la ciudad son indicios de que posiblemente mucho antes hubo un poblado en Medina de Pomar, pero nadie escribió su nombre. El lugar más antiguo de la ciudad está a unos cuantos metros de la plaza Mayor. Es, como explica nuestra guía, cercana y sabedora de multitud de datos, la ermita románica de San Millán, situada junto al monasterio de Santa Clara, y alrededor de la cual hay constancia de que hubo un poblado, pero del que no queda ningún escrito que indique si su nombre ya era Medina de Pomar u otro diferente.

Seguimos calle Mayor abajo por la primigenia Medina de Pomar, un cogollo de casas rodeado por una poderosa muralla que en algunas de sus zonas suma hasta 1,70 metros de grosor. Nos detenemos en el Café del Siglo para saborear una de las dos tapas que acompañan al Gastropaseo, gracias al que los turistas pueden optar, una vez acabada la ruta o cualquier otro viernes, por cenar un menú degustación en cualquiera de los cinco negocios adscritos a un precio de solo 10 euros.

El tapeo da paso a la conversación y conocemos a Pedro López Pozo, que llega de Badajoz con su pareja para recorrer parte de la tierra que vio nacer a su padre, Felicísimo López Marañón, hace 94 años en el pueblo sotoscuevense de Bedón. Otro día les tocará Arija, donde su madre dio clases en el colegio ya cerrado hace unos años ante la ausencia de niños suficientes en la localidad. Su autocaravana les permite viajar por toda la comarca sin pensar en el tiempo ni en las prisas.

Tras el pincho, la guía nos detiene poco antes del Arco del Condestable en un lugar sin interés aparente alguno. Por una rendija, tras las fachadas de la calle Mayor aparece una fachada monumental, la de la antigua iglesia de Roca Mayor que en su día se cedió a la congregación de San Felipe Neri y que tras desaparece en su mayor parte debido a un incendio fue envuelta por una maraña de edificaciones. El Arco del Condestable es la siguiente parada, así como el Arco de la Cadena, antaño cerrado con puertas de roble y tranca y retranca para controlar el paso de quienes salían y entraban a la ciudad. Sobre él se alza el Torreón del alcaide, el jefe militar de mayor rango del lugar. Desde este último se observa la línea de viviendas del casco histórico construidas sobre la antigua muralla, algunas con detalles de gran belleza y balconadas para aprovechar el sol.

El pasaje de San Felipe Neri nos traslada a la plazuela del Corral, que cuando se construyó la segunda muralla, se transformó en la plaza del mercado. De ahí nos acercamos al Cafe-Bar La Granola, donde la tapa de morcilla con huevo de codorniz recibe el aplauso generalizado de los gastropaseantes. La vuelta sobre nuestros pasos nos conduce por Roca Mayor hasta la iglesia de Santa Cruz. Ha entrado la noche y la iluminación artística del templo gótico le da una belleza extraordinaria bajo un cielo azul oscuro. La guía cuenta su historia arquitectónica y el siguiente paso es sortear el escondido portillo de Santa Cruz, una de las antiguas puertas de acceso a la ciudad. La fachada trasera de la iglesia, así como la calle Antonia Torres y sus casas se tornan ocres con el anochecer. La siguiente parada está en la cercana calle Laín Calvo junto a las casas de los Medinilla y Salcedo, las dos únicas blasonadas que quedan en la ciudad en plena judería.

El arco de la judería, a unos pasos, es el lugar apropiado para recordar a los judíos que poblaron la ciudad de 1290 a 1492, en que los expulsan los Reyes Católicos, según los escritos que se conservan. Esta expulsión sirvió para saber que de Medina de Pomar salieron 300 familias con una media de cinco miembros cada una. Su trabajo era el comercio de la lana, la seda, los paños y lienzos, así como su confección. Eran también sastres, tejedores o curtidores y, como no, banqueros o prestamistas, como recuerda nuestra guía. Su relato nos lleva a las hipótesis sobre el lugar donde estuvo la sinagoga, un hecho aún no esclarecido. Pudo estar extramuros o intramuros en las casas de los Medinilla y Salcedo o junto a la iglesia de San Pedro.

Pensando en los judíos volvemos al Alcázar, el imponente castillo de Medina construido entre 1370 y 1380 por Pedro Fernández de Velasco y su esposa, María de Sarmiento. El I Señor de Medina gracias al rey Enrique II de Trastamara y la larga historia de los Fernández de Velasco que fueron nombrados Condestables de Castilla, los reyes en la práctica cuando los monarcas se ausentaban. Allí se suscitan preguntas sobre esta poderosa familia. El castillo, ahora Museo Histórico de Las Merindades, es un imponente edificio que la guía invita a visitar.

En las caras se ve satisfacción tras el recorrido. Todos han aprendido la historia de la ciudad. Han pasado cerca de dos horas. Dos gastropaseantes muy viajados que llegan de Madrid afirman que la comarca de Las Merindades «es una gran desconocida» y que, sin duda, volverán. Unos amigos les invitaron a conocerla y su experiencia ha sido mucho mejor de lo esperado. Seguro que regresarán.