La pensión de los autónomos es 380 euros más baja que la de un asalariado

J.M. / Burgos
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Cotización mínima. Desde la Asociación de Autónomos de Castilla y León (ATA) aseguran que el 80% aporta a la Seguridad Social el mínimo posible. Cobran de media 602 euros frente a los 981 de quien ha sido trabajador por cuenta ajena

Siempre ha habido autónomos a los que les ha resultado imposible separarse del negocio que levantaron hace décadas, que no pueden vivir sin trabajar y a los que solo un problema de salud o la insistencia machacona de sus familiares más cercanos (ni si quiera esto funciona en muchos casos) ha conseguido llevarlos a la jubilación. Sin embargo, de un tiempo a esta parte se ha notado como los efectos de la crisis económica también ha provocado que en cada vez más ocasiones alarguen la vida profesional más allá de lo que era habitual. Entre lo motivos, las pensiones tan bajas que les esperan al finalizar su vida laboral.

Según los datos del mes de mayo publicados por la Seguridad Social, la pensión media del autónomo en la provincia de Burgos se situó en los 602 euros frente a los 981 de una persona que ha aportado a la caja común por el régimen general. Es decir, existe una brecha salarial entre unos y otros de 379 euros.

La presidenta de la Asociación de Autónomos de Castilla y León (ATA) y secretaria general de la federación nacional, Soraya Mayo,  detalla que se ha producido un retraso en la jubilación de muchos autónomos. Una percepción que parecen refrendar los datos de la Seguridad Social, que reflejan que solo entre enero y mayo de este año Burgos ha perdido 166 pensionistas autónomos. De los 27.220 que había a principios de año se ha pasado a 27.055.

La representante de este colectivo en la región asegura que en muchos de estos casos el retraso en la jubilación obedece a que hay personas a las que les correspondería «una pequeña pensión que no da para mucho» y optan por mantener la actividad de su negocio y no bajar la persiana. Y es que, recuerda que «el 80% de los autónomos cotiza por la base mínima» y eso hace que luego su pensión sea muy inferior a la de un trabajador por cuenta ajena.

Mayo explica que existen casos en los que un profesional decide cotizar lo mínimo pese a tener capacidad para pagar más a la Seguridad Social, aunque añade también que existen otros muchos a los que sus ingresos, más reducidos, no les impiden aspirar a una pensión más alta. Y junto a estos, están los que «no se han enterado o lo han dejado pasar y cuando han querido aumentar la base no han podido. Aún hay mucho desconocimiento», comenta antes de recordar que en ATA siempre han recomendado cotizar en función del dinero que entra en su negocio. Una pelea histórica.

Esta costumbre de muchos autónomos de cotizar el mínimo exigible aparece reflejado luego en la diferencia de lo que cobra un pensionista autónomo respecto a quien ha desarrollado su vida profesional como trabajador por cuenta ajena.

Otro de los factores que según la presidenta regional de ATA puede estar influyendo en el retraso en la jubilación de los trabajadores autónomos se encuentra en que cada vez hay más profesionales que atrasan el cierre de su negocio ante la incertidumbre que ha generado en los últimos años el paro. El temor a que sus hijos puedan perder su empleo, hace que sigan al frente ya que en un momento dado pueden «querer quedarse con la empresa».

También hay casos en los que los autónomos tienen empleados a su cargo y aparcan la jubilación por no dejar en la calle a unos trabajadores con los que, a veces, hay una relación casi familiar.

MARÍA JESÚS BUSTO  Casa Quintanilla

«QUIERO MUCHÍSIMO A LA TIENDA Y MIENTRAS TENGA SALUD NO ME JUBILARÉ»

Es tal la pasión que María Jesús Busto tiene por su comercio, «probablemente el más antiguo de Burgos», que a esta mujer y empresaria de 63 años no se le pasa por la cabeza la idea de jubilarse. «Quiero muchísimo a la tienda y seguiré aquí mientras tenga salud».

Viuda de Antonio Quintanilla, reivindica su labor como mujer empresaria y destaca que otro aliciente para continuar en el negocio son las dos empleadas que tiene con ella trabajando en este histórico negocio de alimentación de la calle La Paloma. «Me siento muy burgalesa y como tal me siento en la obligación de mantener el comercio». Un espacio que cuida con mucho mimo y del que presume cuando comenta que son muchos los turistas que entran en él y se hacen fotos.

Para María Jesús Busto, la tienda a la que acude a diario es un trozo muy importante de su vida. «Es un recuerdo que tengo de mi marido y para mí tiene un gran valor sentimental».

Es tan paradójico su caso que incluso entre sus empleados «ha habido gente que se ha jubilado». Un camino que, tal y como asegura, ella no quiere seguir.

En su caso, Casa Quintanilla también puede decir que mantiene una clientela fiel. Aunque con la particularidad de que la mayoría de las personas que entran en su negocio son turistas que vienen de fuera de Burgos, en busca de «la calidad» de sus productos y que repiten visita de año en año.

ÁNGEL MELGOSA  Calzados Melgosa

«Me encanta mi trabajo. Si tuviera que dejar el negocio me dolería mucho»

Empezó a trabajar en la zapatería que tenía su padre con otros dos socios en la calle La Moneda y ese oficio se ha convertido en un medio de vida que le cuesta abandonar. Hace 16 años que se trasladaron al paseo del Espolón y hace 6, cuando cumplió los 65 (ahora tiene 71), «ya me decían que cuándo me iba a jubilar. Pero lo he ido posponiendo». Ahora apenas se pasa unas horas por el negocio ya que se ha acogido a una jubilación parcial. «Me viene muy bien porque vengo solo en ciertos momentos y tengo más tiempo libre».

«Ya no trabajo cara al público. Vengo a ratos para preparar el Belén de Navidad» o para montar y cuidar el tren de juguete que decora su escaparate y en el que ha puesto la publicidad de sus proveedores en los vagones.

Se resiste a abandonarlo del todo. «Me tira mucho el negocio. Llevo muchos años aquí y el lugar donde está es inmejorable y muy agradable».Reconoce que quizá si no estuviera en el Espolón igual se hubiera jubilado ya del todo.

«Si tuviera que cerrar el negocio me iba a doler», comenta antes de admitir que su mujer ya le ha intentado convencer en más de una ocasión para que lo deje. «Me encanta mi trabajo. Me entretengo y me lo paso bien». Además, no se permitiría el lujo de «dejar a mis clientas sin este comercio para el cuidado de sus pies».

De momento, sus empleadas tienen garantizada la continuidad del negocio.