Los puntos limpios pierden 700 visitas al mes y se vacían de ropa y juguetes

J.M. / Burgos
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De los 3.048 burgaleses que acudían de media a estos espacios en 201o se ha pasado a 2.325, un 22% menos. La crisis hace que se opte por el mercado de segunda mano para los electrodomésticos, la moda y los enseres de bebé

Centro de reciclaje situado en la calle Islas Baleares (G-3). - Foto: Alberto Rodrigo

Las dificultades económicas a las que se han enfrentado muchas familias y el temor de otras a verse en una situación delicada han cambiado el modo de ver la vida de las personas. Si antes no se dudaba en renovar los electrodomésticos a la mínima avería o los juguetes en desuso iban directos a la basura, cada vez son más los burgaleses que deciden estirar la vida de la lavadora o del frigorífico o que prefieren, antes de llevarla a reciclar, vender la tabla de abdominales que tenían en el trastero.

Esas son algunas de las conclusiones a las que llega la Fundación Lesmes, encargada de la gestión de los dos puntos limpios de la ciudad. Todo ello tras comprobar con datos la percepción que tienen del día a día. La estadística dice que si entre los meses de enero y mayo de 2010 pasaban de media por estos espacios 3.048 usuarios al mes, ahora la cifra se ha reducido hasta los 2.325.

Se da el caso, además, de que esta caída del número de personas que acude a las instalaciones se produce en un momento en el que, tal y como relata la directora de Empresas de Inserción de la Fundación Lesmes, Naiara Zárraga, se ve que cada vez empieza a venir gente de menor edad.

Se trata de jóvenes que han tenido una formación sobre la importancia del reciclaje en el colegio o que incluso han visitado los puntos limpios en alguna excursión escolar (llevan abiertos ya 15 años). La responsable del centro situado en Islas Baleares, María Jesús Gil, relata a modo de anécdota que son tan minuciosos que «hasta preguntan dónde tienen que tirar el corcho de las botellas de vino o si es necesario eliminar los cordones a los zapatos».

Si en algo destacan las responsables de la Fundación Lesmes que han notado un descenso mayor de los productos que traen los burgaleses a estos espacios es en «los electrodomésticos, los juguetes, carritos de bebés...». Y aquí, coinciden en señalar que además de que ha crecido el mercado de segunda mano (hay quien trata de sacarse un dinero), porque también se heredan muchas más cosas entre familiares y amigos.

En la estadística por tipologías de residuos los resultados son muy dispares ya que ahora, respecto a 2010, ha aumentado el volumen de vidrio o de plástico que se recibe en estas dependencias, así como el de equipos informáticos o muebles y enseres. Sin embargo, se reducen los colchones que llegan (de 239 kilogramos al mes a 156), el de somieres (de 77 a 39) o el de pantallas de televisión y de ordenador (de 1.079 kilos a 449).

Muy llamativa es la caída en la entrega de ropa, ya que se ha pasado de los 1.822 kilogramos que se recogían al mes durante el año 2010 (entre enero y mayo) a 468. Aquí, además de que haya podido influir que se estire más tiempo el vestuario (o que directamente no se tire tanto), también ha sido importante el esfuerzo que han hecho otras organizaciones como Cáritas por habilitar contenedores donde depositarla.

PICARESCA

Si por algo también se distinguen los puntos limpios de la ciudad (tanto el de Islas Baleares como el del Camino de Valdechoque en la zona sur) es porque estas instalaciones también son objeto de la picaresca. Debido a su gratuidad hay quien los aprovecha para deshacerse de los residuos sin tener que pasar por caja (lo que tendrían que hacer de llevarlo a los lugares habituados para esas grandes cantidades). Así, pese a que el Ayuntamiento de Burgos establece unos límites como, por ejemplo, no poder tirar más de cinco botes de pintura o 300 kilogramos de escombro, hay usuarios o empresas que lo que hacen es acudir durante diferentes días consecutivos con el peso límite.

Otra de las circunstancias que se daban, tal y como recuerda Naiara Zárraga, es que se produjeron abusos cuando el Consistorio permitía que acudieran usuarios a llevarse enseres que pudieran necesitar. Lo que sucedió es que esas buenas intenciones se esfumaron cuando hubo quien aprovechaba la ocasión para quitar, por ejemplo, las patas de las sillas para vender el metal o quien recogía productos en buen estado para comercializarlos en el mercado de  segunda mano.

Lo que tampoco hace la Fundación Lesmes es tirar todo el material que llega a estas instalaciones, ya que algunos de ellos pueden aprovecharse debido a su buen estado para venderlos después en la feria del reciclaje que se celebra en el Monasterio de San Juan todos los años. Una cita que les sirve para recaudar fondos para la organización. De hecho, la entidad social está pensando organizar algún otro mercadillo benéfico por su cuenta con el mismo propósito. No suelen quedarse con electrodomésticos u otros enseres de gran tamaño, pero sí con material como libros infantiles o juguetes de niños a los que sí pueden darles otra salida.