De aquellos polvos vienen estos lodos

I.M.L. / Aranda
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La historiadora Raquel Camarero constata que el independentismo es algo consustancial a los catalanes • En un libro relata la guerra de recuperación de esa región en el siglo XVII

La publicación de un libro de investigación histórica nunca había tenido una fecha más apropiada para su presentación que el trabajo con el que se estrena como autora la arandina Raquel Camarero Pascual, titulado La Guerra de Recuperación de Cataluña (1640-1652). Ella comenzó en el año 2000 a investigar sobre este periodo para elaborar su tesis doctoral, que concluyó en 2008 y que transformó en un manuscrito para publicar, entregándolo en 2013. Han tenido que pasar dos años para que este trabajo vea la luz y lo hace con el asunto del independentismo catalán en la primera plana de todos los medios informativos.

Este conflicto se desarrolló en el territorio de la antigua Cataluña, en pleno reinado de Felipe IV. Camarero relata que antes de esas fechas, la población catalana ya estaba disconforme con el trato por parte de la Corona de Castilla. El detonante fue la convivencia entre los habitantes de los territorios del norte de Gerona con las tropas del rey, que estaban batallando contra Francia. «Los soldados se retiran en invierno del frente y se alojan en las casas de la población, lo que supone violencia, excesos, supone problemas y es la chispa que desata una rebelión popular que se extiende por todo el principado y las instituciones catalanas aprovechan para canalizarlo a su favor e inician el proceso de secesión con respecto a la corona, consecuencia de esas malas relaciones previas, ese rechazo a esa política de cambiarles sus leyes y sus formas», relata la autora.

Ayer igual que hoy

Salvando las distancias históricas, es como si la relación entre Cataluña y el resto de España viviese un continuo ‘día de la marmota’. «El paralelismo con la actualidad es inevitable. Se pueden establecer puntos comunes, salvo la respuesta armada, que es lo que realmente se trata de evitar ahora buscando la solución pacífica», comenta Raquel Camarero. De hecho, antes del periodo bélico que narra este libro con todo detalle, los catalanes ya habían sido germen de problemas para los monarcas españoles. «A mi me da la sensación de que siempre han sido un poco ‘culo inquieto’, incluso a los pocos años de casarse los Reyes Católicos tuvieron que hacer frente a una guerra civil en Cataluña. Son belicosos por naturaleza y son contestatarios, y ellos han tenido siempre unas formas de funcionar a las que tienen mucha fidelidad y quieren mantenerlas a toda costa», analiza.

Tanta es la semejanza de los motivos esenciales de ambos procesos históricos, el del siglo XVII y el actual, para mantener unidos los territorios españoles que el centro neurálgico de ambos conflictos es la Ciudad Condal. «En 1652 se produce la toma por parte de las armas españolas de Barcelona, que es el objetivo desde el principio, que es donde se había gestado el proceso de separación y donde estaban las elites catalanas, en concreto barcelonesas, porque entonces, igual que ahora casi, Cataluña era Barcelona y da por concluida la guerra de recuperación», explica la historiadora.

Esa victoria por las armas fue la clave del fin de la contienda, facilitado por la mala relación que ya se vivía entre los catalanes y Francia, a la que se había unido el principado tras separarse de la Corona de Castilla. «Las armas fueron las que impusieron la paz, y a ello se sumó que la unión entre franceses y catalanes se fue resquebrajando hasta llegar a romperse, porque los catalanes se dan cuenta que los franceses no les tratan mejor que los españoles, no les respetan sus leyes ni sus instituciones», aclara.

Para asegurarse que no se volvían a sublevar los nobles catalanes, Felipe IV impuso como condiciones la construcción de una ciudadela en Barcelona, que se construiría hasta medio siglo después, y se reservó el derecho de tomar la última decisión sobre qué personas ocupaban los puestos de gobierno en el principado «como mecanismo de control para manejar a las elites gobernantes catalanas que eran las que habían orquestado todo este proceso de secesión».

Una vez estudiado al detalle este episodio bélico de nuestra historia, ahora toca aprender de él, ya que cuatro siglos de diferencia no nos han servido para conocernos mejor. «El conde duque de Olivares le escribe al virrey de Cataluña y le dice «verdaderamente los catalanes han menester ver más mundo que Cataluña». Pues yo creo que se puede aplicar perfectamente a ahora mismo, y al revés también, el resto de Españoles necesitamos conocer más a Cataluña y retirar prejuicios, malos entendidos y buscar los puntos comunes, que les hay y muchos», apunta como receta para mantener la unidad nacional.