Vandalismo y robos obligan a gastar más de 1,2 millones

H.J. / G.G.U / Burgos
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Grafitis. La limpieza de muros y mobiliario urbano exigió 386.000 euros. Las instalaciones deportivas y los parques con columpios son zonas muy afectadas.

Es raro el parque infantil o cancha de juego en el que no aparecen pintadas o columpios rotos. - Foto: DB/Ángel Ayala

Al presupuesto que esta ciudad destinó a reconvertir las vías del tren en un bulevar con un diseño de vanguardia, ya hay que añadir   un gasto de 8.400 euros en reparar los bancos que algunos, por diversión o estupidez supina, se han dedicado a romper. Al poco de terminar las obras de rehabilitación de la calle Hospital de los Ciegos, el Ayuntamiento tuvo que reponer numerosas plantas, focos y limpiar otras tantas pintadas en unas paredes que por primera vez en muchos años estaban impolutas y eso, parece ser que es inconcebible para algunos residentes en esta ciudad. Para los mismos que hace un par de semanas sintieron el impulso irreprimible de adornar el Museo de la Evolución Humana con un aerosol de color negro. Y así sucesivamente. La lista de destrozos provocados por el vandalismo es tan larga que el Ayuntamiento de Burgos ha tenido que destinar nada más y nada menos que 1.240.000 euros en limpiar, reparar y reponer todos los desperfectos.

Esta factura es algo inferior a la de hace un par de años (unos 300.000 euros, aproximadamente), pero es probable es que la explicación haya que buscarla en los recortes que ha tenido que aplicar cada concejalía en el último año y no en la disminución de las gamberradas. De hecho, y como suele ser habitual, la mayor parte del dinero que hubo que gastar por este motivo fue en la limpieza de pintadas, reposición de papeleras y contenedores quemados, volcados o desplazados de sitio. En total, 810.046 euros, de los cuales más de 386.000 euros se destinaron a limpiar los grafitis que aparecen en cualquier calle o rincón de la ciudad, con independencia del barrio o de la zona. Sirva de ejemplo lo relatado en el primer párrafo acerca de San Esteban o del Museo de la Evolución Humana, aunque es cierto que se hace un especial esfuerzo en mantener limpias las zonas más concurridas de la capital, tanto por burgaleses como por los visitantes. En este sentido, hay que destacar que tanto la Concejalía de Sanidad y Medio Ambiente como las de Deportes, Tráfico o Parques y Jardines tienen que destinar partidas a este concepto, porque lo mismo se pulveriza con espray las traseras de las piscinas que los columpios de los niños.

El vicealcalde y responsable de Deportes, Ángel Ibáñez, explica que en su área se organizan todos los meses dos limpiezas específicas para las pintadas y grafitis de todas las instalaciones deportivas, todas con personal propio y con las 15 personas que en este momento tienen asignada esa tarea en concepto de beneficios a la comunidad. A estas hay que añadir las que realiza Sanidad a través del personal de la empresa responsable del servicio de limpieza, Semat, o las de Parques y Jardines.

En este último caso, el concejal responsable de esa área, Santiago González, afirma que han tenido que dedicar más de 100.800 euros a reponer material de riego (55.000 euros), tutores y vallas (2.000 euros), bancos (5.500 euros), bancos del bulevar (8.400 euros) -cuestan entre 3.000 euros los más baratos y 15.000 euros los más caros-, mesas (1.250 euros) y en los juegos infantiles (28.665 euros). En este último caso hay que tener en cuenta que, al ser diseños con forma de castillo o de cubos y, sobre todo, al tener techo y estar en parques o zonas apartadas, suelen ser uno de los sitios preferidos para hacer botellón. Es lo que ocurre, por ejemplo, en los columpios instalados en la calle Castrillo del Val, justo detrás de las Huelgas, al final de Cellophane, donde la mayor parte de los fines de semana suelen reunirse grupos para tomar unas copas.

El botellón es una de las causas frecuentes de vandalismo, no por la reunión en sí, sino porque a medida que se bebe, se es más efusivo y, en ocasiones, esto deriva en ataques hacia el mobiliario urbano más próximo. Santiago González, por ejemplo, especifica que el año pasado hubo que pagar 10.964 euros en reparar el alumbrado y las farolas en el Castillo, una de las zonas preferidas y más concurridas en los botellones de los jueves, viernes o sábado. Lo mismo que El Parral o La Quinta, parques en los que hay farolas con las bombillas y las tulipas de cristal rotas desde hace meses, por poner algunos ejemplos. En total, el coste del vandalismo en el alumbrado público fue de 16.416 euros.

robos. Sin embargo, en la factura correspondiente a los arreglos y reposiciones de alumbrado (121.185 euros) hay que tener en cuenta que gran parte se debe al persistente robo de cable -por el cobre- y a las reposiciones de tapas y arquetas que aparecen rotas o que desaparecen, a pesar de los continuos esfuerzos en reforzar la seguridad para evitar que las levanten y roben el cobre. Por poner cifras a cada cosa, decir que la reposición y reparaciones de las arquetas costaron 27.966 euros mientras que el robo de cable costó bastante más, 76.803 euros, concretamente.

También es llamativo el hecho de que cada año desaparecen numerosas señales de tráfico, en unos casos porque un coche embalado se las lleva por delante y en otros porque, una vez que han recibido algunos golpes y están flojas, siempre hay quien las emplea como elemento decorativo. Por ejemplo, el año pasado desaparecieron dos señales de ‘ceda el paso’ (con un coste de 257 euros), otras dos de ‘prohibido aparcar’ (352 euros) o dos de Stop (345 euros), entre otras. A esto hay que añadir postes, indicaciones de pasos de peatones o la reposición del panel informativo con el plano del polígono de Gamonal, que costó 2.178 euros.

 En la factura del departamento de Tráfico también llaman la atención los 1.180 euros destinados a reparar una cámara de control de acceso a las zonas peatonales y los 3.448 euros que, una vez más, hubo que pagar por la limpieza de pintadas. En este caso, se especifica que la factura se corresponde con las 120 horas de trabajo que necesitaron un oficial y un peón para suprimir alguno de los múltiples garabatos que se añaden a las señales.