Alerta máxima ante un gatillo fácil

I. Elices / Burgos
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La Policía movilizó a los Geos por si la detención de un dominicano en Vadillos terminaba en tiroteo. Le imputan el asesinato de una letrada en su país, pero tiene más antecedentes

La Policía Nacional sabía que Ambioris Nepomuceno Rodríguez (36 años) era un delincuente muy peligroso, no solo con un delito de sangre a sus espaldas. Estaba en Burgos y había que encontrarle como fuera. Pero también había que adoptar todas las precauciones para que su detención no desembocara en una balacera o en una toma de rehenes de difícil resolución. Porque el dominicano detenido el jueves en un piso de Vadillos por el asesinato en República de una abogada era de gatillo fácil. Así lo atestiguan sus antecedentes penales. Con la misma pistola que mató a Paola Languasco asesinó a una persona en San Francisco de Macorís meses antes y disparó a otra en Cotuí, según señala el diario 7días, del país caribeño. En Estados Unidos le pegó un tiro a un ciudadano dejándolo en silla de ruedas en Filadelfia, fue juzgado y expulsado por narcotráfico después de pasar un año en prisión, según el mismo medio de comunicación.

No era por tanto un angelito. Al huir de su país aterrizó en el aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid. No tuvo ningún problema para entrar en España porque tiene residencia legal aquí y en ese momento no se había dictado aún la orden judicial de detención. Después recaló en Belorado, donde vive su compañera sentimental, con la que tiene tres hijos. Estando allí comprobó a través de internet que sus compinches, los que presuntamente le ayudaron deshacerse del cuerpo de la letrada tirándolo a una alcantarilla, habían cantado. Su nombre y su foto aparecía en todos los medios de su país. Había por tanto que poner los pies en polvorosa y abandonar la pequeña localidad beliforana -donde hubiera sido más fácil de rastrear- para viajar a Burgos, donde tenía compatriotas conocidos.

Pero los investigadores de la Policía Nacional no tardaron en descubrir sus movimientos y siguieron sus pasos por varios pisos de la ciudad donde se ocultó. El último en la calle Francisco Sarmiento, en el 7-C del bloque 9. La Comisaría decidió hace una semana establecer una vigilancia de 24 horas sobre la casa, pues sus fuentes aseguraban que se encontraba allí. Su arresto había que prepararlo con minuciosidad. Los policías al mando ignoraban si tenía armas en su poder y, además, sabían que en la vivienda habitaban más personas. Si actuaban en la calle corrían el riesgo de que se produjera un tiroteo, así que el operativo fue dispuesto en el mismo rellano de la escalera. En todo caso, el Grupo Especial de Operaciones (GEOS) estaba movilizado por si era necesaria su intervención. Al final no hizo falta.

Los miembros del dispositivo policial se las arreglaron para que saliera de casa. Allí estaban apostados ellos para detenerle. Pero al detectarles cerró la puerta rápidamente. Al ver que no tenía escapatoria salió y se entregó. Una vecina de la misma planta contempló la escena. Desde antes de las 12 del mediodía cuatro personas se movían por el portal, lo cual llamó su atención. Le informaron de que eran policías, pero eso no contribuyó a tranquilizarla. Estuvo pendiente de la mirilla y observó que un agente de paisano, pistola en mano oculta por un folleto de publicidad, no se separaba de la puerta de enfrente. Hasta que en un instante salió alguien, aparecieron los otros tres funcionarios desde la escalera y lo tiraron al suelo. «Se estampó contra mi puerta y me pegué un susto tremendo», recuerda. Ambioris Nepomuceno llevaba barba y una gorra calada, un aspecto bien diferente al de la foto de la ficha policial que distribuyó Interpol.

El presunto asesino -la Policía Nacional también le considera culpable de violación y detención ilegal- no apareció en Belorado porque sí. Su compañera sentimental vive allí y tiene tres hijos que van al colegio del pueblo. La mujer trabaja en el negocio de embutidos de sus padres, según pudo saber este periódico, que también se dedican a la venta ambulante. En los últimos días que estuvo en la localidad no pasó desapercibido, fue visto en la calle e incluso echó la Primitiva. La Comisaría también desplegó un dispositivo de vigilancia en la población, hasta comprobar que la había abandonado para ir a Burgos.

Tras la captura del presunto asesino de su hija, Leopoldo Languasco expresó su temor de que una vez extraditado desde España -la Audiencia Nacional ha de dar el visto bueno-, los organismos dominicanos encargados de su tutela no garanticen su vida. «Ese es mi miedo», declaró ayer en su residencia del sector Camú, en Puerto Plata, para advertir luego de que Nepomuceno Rodríguez puede estar en peligro porque quienes bajo soborno lo habrían dejado escapar -fue detenido como principal sospechoso del crimen hace semanas- quieran callarlo para que no recuerde que les pagó por su libertad. Languasco se pregunta si quienes permitieron su huida serán los mismos que lo interrogarán cuando sea trasladado a la ciudad de Santiago.

El juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz envió ayer a prisión a Nepomuceno Rodríguez, en espera de su posible extradición. El detenido negó ante el magistrado el crimen que se le imputa y aseguró que con las investigaciones se aclarará que él no participó en el asesinato.

La Justicia dominicana envió a prisión preventiva el pasado 27 de abril a dos hombres implicados en el asesinato, Cristino Antonio Mármol Núñez y Lariel Alejandro Pichardo (Colita), este último miembro de la banda los Latin King.

Estos dos acusados declararon ante las autoridades que no participaron en la muerte de la mujer, pero que recibieron dinero de Nepomuceno Rodríguez para trasladar y lanzar el cuerpo de la abogada a una alcantarilla, después de haberla matado en un apartamento del residencial Jardines del Norte de Santiago.