El chip prodigioso y otros ingenios

Angélica González / Burgos
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Tecnología. Miles de personas se benefician cada año de las novedades tecnológicas aplicadas a la Medicina. El HUBU dispone de instalaciones diagnósticas y terapéuticas de primer nivel

El angiógrafo de doble arco del servicio de Radiología Intervencionista permite diagnosticar y tratar todo tipo de patologías. - Foto: Patricia

En el año 1987 una película abarrotó los cines de medio mundo. El chip prodigioso contaba la historia de un piloto que se ofrecía voluntario para un experimento que consistía en miniaturizarse e introducirse en una cápsula que ingería un conejo. Tras diversas vicisitudes acababa en el organismo de un simpático sujeto hipocondríaco y las aventuras que corrían divirtieron a toda una generación. En el Hospital Universitario de Burgos (HUBU) no hay científicos tan osados pero sí aparatos y técnicas que dejan la boca abierta y, sobre todo, que ayudan a diagnosticar y curar a los pacientes de patologías que hace apenas unos años eran de compleja resolución cuando no de pronóstico fatal. Lo más parecido al chip prodigioso que se puede encontrar es la denominada cápsula endoscópica que utilizan los especialistas en Aparato Digestivo.

Tan parecido es que consiste en eso, en una cápsula poco más grande que un paracetamol de 600 milígramos, que lleva en su interior una cámara de televisión. «El paciente la traga como cualquier otro medicamento y la cámara va grabando todo el trayecto por el tubo digestivo. Las imágenes se registran en un aparato -una especie de cinturón- que el usuario lleva consigo y que recoge toda la grabación, que posteriormente analizamos», explica el jefe del servicio, Federico Sáez-Royuela, que reconoce que es la tecnología más espectacular con la que cuenta su área. Este experto cuenta que la cápsula endoscópica se utiliza, fundamentalmente, para explorar el intestino delgado, una parte del tubo digestivo que, por sus características, durante años se ha tenido que ver de forma indirecta: «Se utiliza, sobre todo, en casos de hemorragias de origen desconocido que pueden venir de esa zona».

Esta tecnología se comenzó a utilizar al desembarcar en el HUBU. En 2013 se hicieron 150 pruebas y este año se llegará a las 150: «Cuando las personas conocen esta técnica ya nadie quiere hacerse una endoscopia, es normal porque es indolora y la preparación previa es mucho menos cruenta que la de la colonoscopia pero hay que tener muy clara la indicación y el coste-beneficio porque cada cápsula cuesta 600 euros».

También en Digestivo se hacen manometrías esofágicas de alta resolución, pruebas que estudian los movimientos del esófago en pacientes con dificultades de deglución. No es una tecnología desconocida porque ya la tenían en el Yagüe pero sí que es de nueva generación, de manera que mide la motilidad en 22 puntos mientras la anterior lo hacía en tres.

Sáez-Royuela destaca también  una máquina de recientísima aparición en todo el mundo -tiene alrededor de cinco años- que mide la fibrosis hepática, es decir, el daño producido en el hígado por diferentes patologías. Con una elastografía no solo se puede hacer el diagnóstico sino también el seguimiento de los pacientes. «Es una prueba nada invasiva, sin complicaciones y ha sustituido a la biopsia que, a veces, necesita incluso de ingreso; estamos  haciendo unas 800 al año pues la patología de hígado es muy prevalente».

Tampoco tenían en el Yagüe la técnica de la ecoendoscopia, muy utilizada en tumores del tubo digestivo: «Además de ver la zona, permite hacer ecografías que facilitan comprobar en qué estadío está un tumor, hacer biopsias y drenajes. Este aparato ha aportado mucho en la patología del páncreas, un órgano especialmente complicado de ver por su situación. Con él ha dejado de ocurrir que hubiera páncreas sobre los que no se sabía qué ocurría y ahora tenemos imágenes endoscópicas, ecográficas y biopsias».

ANGIÓGRAFO DE DOBLE ARCO

Entrar en la sala quirofanizada del servicio de Radiología Intervencionista es, para cualquier lego en la materia, como acceder a una nave espacial. Y si la especialidad es impactante, la tecnología que utiliza no le va a la zaga. La radiología intervencionista es una subespecialidad de la radiología que se centra en el diagnóstico y el tratamiento de un amplio espectro de enfermedades mediante técnicas mínimamente invasivas. Para ello se sirven de diferentes sistemas de obtención de imágenes. Uno de los más sofisticados es el angiógrafo de doble arco que se utiliza, no solo para elaborar mapas vasculares de cualquier órgano del cuerpo sino para intervenir en las lesiones. Las imágenes que proyecta permiten obtener una visión absoluta del organismo.

Lo que caracteriza a esta rama de la Medicina, que a Burgos llegó de la mano del actual jefe del servicio de Radiología, Cristóbal Cano, es que ha simplificado las intervenciones, de tal manera que hay muchas patologías  que antes exigían cirugía abierta y que ahora se resuelven mediante catéteres que se introducen en los vasos sanguíneos u otras vías. «Se entra en el organismo con una punción en la ingle o en el brazo, lo que permite que el paciente se recupere antes, que disminuyan los días de ingreso hospitalario y los riesgos y, por tanto, los costes para el sistema sanitario», explica el radiólogo intervencionista Chus Aldea, tras ser sustituido por unos minutos en la operación a una persona que sufría un síndrome de congestión pélvica: «En este caso hemos entrado desde el brazo hasta las venas que van a la pelvis y hemos introducido un material que tapa las dilataciones varicosas para que disminuyan sus síntomas».

Los radiólogos trabajan con todas las especialidades, de hecho, son un servicio central del hospital con una carga de trabajo considerable. Todos los años ven a unos 1.600 pacientes y cada vez abarcan más patologías: Ahora trabajan con pequeños tumores para los que antes se debía cercenar el órgano. También hacen quimioembolizaciones: «Cuando hay tumores en el hígado entramos con un catéter y metemos unas esferas cargadas de fármaco, que se va soltando, con lo que se disminuyen los efectos secundarios del quimioterápico y se quita la vascularización, por lo que mejoran».

En el servicio de Medicina Nuclear está la gammacámara, un equipo que consigue imágenes funcionales y no anatómicas de cualquier órgano del cuerpo: «Las imágenes no nos dicen cómo es el órgano sino cómo funciona y se hace con la emisión de radiaciones del paciente al que previamente le hemos inyectado un contraste radioactivo», explica el jefe de servicio, Juan José Duque, que añade que todas las especialidades se pueden beneficiar de la Medicina Nuclear «y no solo Oncología Médica o Radioterápica como podría pensarse sino que también podemos decir, por ejemplo, cómo llega la sangre al corazón; si un paciente tiene una isquemia o un infarto o diagnosticar una embolia de pulmón». La gammacámara del HUBU es de última generación e incorpora un escáner.

En el servicio de Oncología Radioterápica, al igual que en Medicina Nuclear y en Radiología se trabaja  con radiaciones que, según explica el jefe del servicio de Radiofísica y Protección Radiológica, Javier Sánchez, de forma muy pedagógica «es luz de muy alta energía: en la red eléctrica de casa  hay 220 voltios, pues para producir la radiación que utilizamos aquí usamos 18 millones de voltios». Esto hace que se tenga una precaución específica. Los físicos que trabajan en el servicio se ocupan del control de calidad de los aparatos, de la gestión de los residuos radioactivos (solo en el caso de Medicina Nuclear porque trabajan con radiofármacos) y de la planificación de los tratamientos.

«Un paciente llega al servicio de Oncología Radioterápica, el médico le evalúa, delimita qué zona se ha de tratar y prescribe la dosis de radiación. Entonces entramos los radiofísicos que planificamos cómo tiene que incidir la radiación, con qué energía y con qué dosis para conseguir el objetivo que busca el médico», añade Sánchez.

Oncología Radioterápica, por cierto, tiene previsto iniciar el mes que viene la radiocirugía con un aparataje que solo tiene el HUBU en Castilla y León y un personal específicamente formado. La jefa del servicio, Mercedes Teijeira, explica que atenderán a pacientes de toda la región. La radiocirugía se ocupa de lesiones cerebrales malignas o benignas con radiaciones ionizantes de alta precisión que tienen un efecto similar a la cirugía. Es un tratamiento ambulatorio que abordará también malformaciones arteriovenosas.

Teijeira añadió que se trata de un trabajo multidisciplinar en el que están implicados los servicios de Radiofísica, Neurocirugía y los radiólogos especializados en neurología.