Tras la pista de Salah

Agencias
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El paradero del único terrorista de París que salió con vida de la capital gala y las razones por las que no llegó a cumplir su misión son las principales incógnitas de la investigación

 
 
¿Dónde está Salah Abdeslam? Ésa es la pregunta que se hace desde hace dos semanas toda Europa y a la que las autoridades francesas y belgas, país en el que residía este miliciano galo de 26 años, tratan de responder.
El hombre más buscado del continente, cuya pista se perdió justo hoy hace 14 días -lo último que se sabe de él es que huyó de París en la madrugada del 14 de noviembre y que llegó a Bruselas- es la principal incógnita que queda por despejar tras la brutal masacre del 13-N.
Todo hace indicar que él es el octavo terrorista al que el Estado Islámico se refirió en su comunicado reivindicando la autoría de la matanza, pero... ¿por qué no murió como los otros siete kamikazes, entre ellos su hermano Brahim?
Los investigadores siguen tratando de entender qué ocurrió esa noche para que Abdeslam no cumpliera con el objetivo que tenía encomendado y optara por huir. Se cree que su cometido era hacer estallar su cinturón de explosivos en el distrito XVIII, un barrio que aparecía entre los planes del EI y que finalmente se libró de los atentados. Y todo porque Salah no hizo lo que se esperaba.
La tesis queda sustentada por el hecho de que el teléfono del prófugo fue detectado en esa zona, donde, además, apareció aparcado el Clio negro que él mismo había alquilado y que se utilizó para trasladar a los tres yihadistas que perpetraron la matanza en los alrededores del Estadio de Francia.
El segundo elemento que apoya la hipótesis es el hallazgo de ese móvil en la zona de Montrouge, al sur de París, donde también se ha encontrado un cinturón de explosivos similar a los empleados el 13-N.
«Por el momento no tenemos trazas que nos permitan certificar al 100 por 100 que estos explosivos pertenecían a Salah Abdeslam, pero apenas tenemos dudas», comentó esta semana una fuente próxima a la investigación, que intenta dilucidar qué fue lo que le pasó por la cabeza al joven para fallar en su encargo.
Su hermano Mohamed, que reside en Bruselas y fue detenido brevemente tras los atentados, subrayó que, simplemente, cambió de opinión. «Salah es muy inteligente. En el último momento decidió dar marcha atrás, vio algo que no se correspondía con lo que esperaba y reculó», manifestó.
En su declaración durante una entrevista, pidió al huido que se entregue, con el fin de aclarar lo sucedido, y recordó que su hermano es inocente hasta que se demuestre lo contrario.
Sin embargo, esta afirmación no se sostiene, ya que, aunque no como autor material de las muertes, la implicación de Abdeslam es irrefutable: no solo alquiló y presuntamente condujo el Clio negro en el que llegaron a Saint-Denis, sino que también fue quien arrendó en Bélgica el coche que usaron los terroristas que atentaron en Bataclan y las habitaciones de hotel que sirvieron de base de operaciones.
Así las cosas, su captura ayudaría sin lugar a dudas a aclarar las incógnitas que quedan sobre la masacre. Sin embargo, desde que a primera hora del sábado 14 fue visto cruzando la frontera junto a dos amigos a los que llamó para que fueran a recogerle desde Bruselas, se le ha perdido la pista.
Las autoridades belgas le han buscado desde entonces sin descanso, con numerosas redadas, principalmente en el barrio de Molenbeek, considerado como la cuna del radicalismo islámico en el país, en el que residía, pero sin éxito.
En estas dos semanas, ha habido rumores e informaciones constantes sobre su posible paradero, aunque nada ha desembocado en algo sólido. De hecho, se temía que pudiera cumplir con la misión inicial en Bruselas, aunque no se excluye la posibilidad de que en estos días haya podido volver a Siria.