El guardián de Isla Decepción

P.C.P. / Burgos
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El comandante Juan José Ayuso (Neila, 1967) parte mañana hacia la Antártica • Velará por el medio ambiente en la base española • Para minimizar la huella humana sacrificarán hasta el aseo personal

Los 12 militares de la XXVIII Campaña Antártica, con Ayuso arriba a la izda. - Foto: Ejército de Tierra

Como todo santuario, la Antártica necesita quien proteja a las deidades que allí habitan. A 13.000 kilómetros de distancia, en el Polo Sur, no hay más dios que el Medio Ambiente. Y el comandante Ayuso será su guardián, el sumo sacerdote de Isla Decepción, donde tiene su base de la misión internacional más antigua del Ejército español.   

Veterinario de carrera y destinado en Valladolid, su cometido en la XXVIII Campaña Antártica será triple. Además de cooperar con la oficial médico y con los 16 científicos civiles que convivirán con ellos, es el responsable de Medio Ambiente. Viaja con el objetivo de «evaluar el impacto medioambiental y, en su caso, intentar minimizarlo», pese a ser consciente de que «no se puede estudiar algo sin alterarlo». Lo intentarán incluso sacrificando parte de la higiene personal. «Podríamos ducharnos todos los días? Podríamos, pero uno de los retos es ir reduciendo el consumo de agua, el de combustible...».

Ayuso estuvo en Bosnia en los 90 y en Líbano en 2010. Pero esta misión es «única en su especie». No es que haya algo especial en la Campaña Antártica, todo lo es en la operación castrense menos militar de todas (en 1959 fue declarada zona desmilitarizada y libre de armas nucleares).Y la más selecta.Solo una docena de profesionales pueden vivir cada año en la base española Gabriel de Castilla, gracias al respaldo del Banco Santander. La de este año es también la más burgalesa. Dos de sus 12 integrantes tienen sangre serrana: el comandante Juan José Ayuso Sainz (Neila, 1967) comparte expedición con el teniente Rafael B. Antón Alonso de Liébana, originario de Quintanar de la Sierra.

El comandante Juan José Ayuso.El comandante Juan José Ayuso. - Foto: Alberto Rodrigo Desde San José (19 de marzo), día en que conoció la noticia, se ha estado preparando psicológica y físicamente para vivir, y sobrevivir, a situaciones extremas en un medio tan hostil como el Polo Sur. Han sido 46 días de entrenamiento conjunto entre mar y montaña.Mañana se inicia la fase de activación, con el viaje a Buenos Aires y de allí a Punta Arenas, para embarcar en el Hespérides el 26 de noviembre.Tras 4 o 5 días de navegación, arribarán a Isla Decepción y empezarán a trabajar para abrir la base, cerrada desde la temporada pasada. No saben cuánto tardarán, todo depende de la altura que alcance la capa de hielo (según los científicos, la cosecha de este año ha sido magnífica).

Trabajarán con monos especiales durante el día -la jornada laboral, porque no hay noche- y usarán trajes de supervivencia para los movimientos en el mar. «Sin él, un hombre al agua puede resistir unos 5 minutos», apunta el comandante. No es el único peligro. El 60% de la superficie que va a ser su casa hasta finales de febrero está compuesta de glaciares.Y algunos son 'negros', al compactarse con el material de las erupciones del volcán sobre el que viven. Aunque no las hay desde 1970, se encuentra activo y tiene en vilo a militares y científicos, con rutas de evacuación programadas de hasta 12 kilómetros de marcha.

La erupción de 1969 se tragó una base chilena y otra británica.Desde entonces solo españoles y argentinos permanecen en Isla Decepción. Precisamente ese carácter volcánico la hace doblemente atractiva, para los turistas y para los científicos, con zonas de especial protección, a las que accederán con trajes de bioseguridad, y otras declaradas monumentos históricos.

Las condiciones ambientales son «muy propicias para el desarrollo de especies invasoras», explica el comandante Ayuso, puesto que la actividad volcánica eleva la temperatura en algunas zonas hasta los 20 grados.  «Cualquier semillita que nos llevemos en las botas es un problemón», detalla.

Otra de sus inquietudes personales reside en saber cómo vivirá este 'Gran Hermano' de 3 meses, que además será grabado por un equipo de la Universidad Complutense. La zona de vida común -que por cierto se llama Comandante Ripollés, en recuerdo del fallecido en el siniestro del Yak-42- se limita a 120,25 metros cuadrados, la misma superficie que los dormitorios. «No hay muchos sitios donde esconderte», bromea Ayuso, «ni domingos ni festivos».Tampoco ocio. «Tele no sé si hay. Creo que WhatsApp sí. Pero los sistemas de telecomunicaciones son los mejores», apostilla.