Las mujeres, esa tentación

Angélica González / Burgos
-

40 personas participan en el congreso 'Alfonso VIII en la literatura', que analiza los textos que inspiró el amor del rey con la judía Raquel, cuyo nombre en las crónicas fue Fermosa

La inauguración del congreso tuvo lugar en el Aula de Romeros de la Universidad de Burgos. - Foto: Luis López Araico

Según unas fuentes, el rey Alfonso VIII se enamoró tan hasta el tuétano de Raquel -que ha llegado a nuestros días con la denominación de la bella judía de Toledo- que estuvo encerrado en un castillo con ella siete meses sin ocuparse de nada más. Otras, alargan el periodo de embeleso hasta siete años. En cualquier caso, un tiempo que la pasión por esta mujer le mantuvo alejado de sus responsabilidades de Gobierno «lo que se interpreta en las obras literarias como un defecto que trae el castigo de sus derrotas por parte de los almohades», según explicó ayer Ignacio Arellano, del Grupo de Investigación del Siglo de Oro de la Universidad de Navarra, uno de los eruditos que participa en el congreso Alfonso VIII en la literatura, que se celebra desde ayer en la Universidad de Burgos organizado por esta entidad, el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua y el Ayuntamiento con la participación de 40 expertos en Literatura y en Historia.

«Más adelante, los nobles matan a Raquel, él se arrepiente de su pasión y vuelve a proclamar la Cruzada con la ayuda del Papa y se produce la victoria de las Navas de Tolosa. Asume la misión religiosa, militar y de gobierno que había abandonado por una gran pasión. Según autores y épocas esto se considera un defecto del rey o una historia emocionante. En cualquier caso, tiene una dimensión trágica que siempre ha atraído mucho a los públicos de todos los siglos», añadió.

Arellano dice que esta historia se ha analizado, en ocasiones, desde la perspectiva de género: «Es un análisis que se viene haciendo desde el principio. Casi siempre, hasta cierto momento, Raquel aparece como elementos de tentación, y en las obras de teatro -aunque no en todas- ella es tan protagonista como él, siempre en función de lo que a los dramaturgos les interesaba poner de manifiesto: el rey y su dimensión de luchador por la religión y cruzado o su dimensión personal del amor con la judía y los conflictos con su mujer, Leonor».

En cuanto al papel de la reina, de la que se dice que recibió el Monasterio de Las Huelgas de su esposo en un intento de él de redimirse de la infidelidad cometida, también hay diferentes interpretaciones literarias. Para Lope de Vega, por ejemplo, es la soberana la que incita a matar a la judía y para Pedro Francisco de Lanini, es compasiva y la exculpa de que el rey se haya enamorado de ella: «Depende siempre del enfoque dramático. A Lanini le parece mal que una reina se muestre tan agresiva».

 El especialista en el Siglo de Oro destacó también el rasgo de antisemitismo de la época ante el hecho de culparle a esta mujer por su condición de judía: «Pero era una judía muy hermosa, tanto que su nombre en las crónicas no es Raquel sino Fermosa, la hermosa y ése es un juego que tienen que solucionar los literatos».