Teoría y práctica del traje contra el Ébola

H. Jiménez / Burgos
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Más de 500 sanitarios de la provincia han recibido algún tipo de formación sobre cómo actuar ante el virus. DB se mete en su papel y comprueba las dificultades de la colocación y retirada de los equipos protectores

Para la correcta colocación del equipo, incluso en la ‘zona limpia’ antes de acceder al área restringida, es necesaria ayuda externa. - Foto: Valdivielso

Semanas antes de que la alerta sanitaria estallara en España la formación de los sanitarios contra el ébola no suscitaba mayor interés. Casi nadie reparaba en los grupos de trabajo que se estaban conformando, apenas sus responsables sabían de su existencia y las acciones formativas no despertaron mayor interés. Hasta que el caso de Teresa Romero activó todas las alarmas.

Desde que se conoció el caso de la enfermera madrileña contagiada mientras atendía al misionero Miguel Pajares la demanda de formación se disparó. El viernes 17 de octubre, por ejemplo, el salón de actos del Hospital Universitario estuvo a rebosar para escuchar una charla sobre los riesgos de esta enfermedad, su tratamiento y los peligros que entraña para los sanitarios.

Según la estadística que arranca a finales de agosto y acaba este último jueves, más de 500 personas han pasado por los talleres de formación teóricos y prácticos que han desarrollado las áreas de Prevención de Riesgos Laborales yMedicina Preventiva, tanto de Atención Primaria como de Emergencias y en los hospitales de Burgos, Aranda y Miranda, tal y como informan desde la dirección médica del complejo hospitalario burgalés.

La teoría no es suficiente, ni mucho menos. Lo importante, sobre todo para quienes algún día se enfrenten al virus, será tener nociones prácticas de autoprotección, y para eso es clave aprender a ponerse y quitarse el traje que debe llevar todo profesional sanitario en contacto con los enfermos. No es nada fácil.

Un redactor y un fotógrafo de Diario de Burgos han accedido a la zona del HUBU clausurada y preparada para atender un caso de ébola. Con entrada directa desde la calle, sin necesidad de pasar por el resto de dependencias hospitalarias, la séptima planta del bloque H se encuentra vacía y a la espera de acontecimientos.

En una sala se guardan los equipos de protección y unos cuantos de ellos han servido estos últimos días para los talleres prácticos.Hay calzas y monos blancos, guantes de varios colores, gafas y mascarillas. Si están bien colocados no deben dejar un solo centímetro de piel en contacto con los fluidos del hipotético enfermo. La clave está en su puesta y, sobre todo, en su retirada.

La experiencia en primera persona revela la cantidad de errores que puede cometer un sanitario durante el proceso. Mientras está en la ‘zona limpia’, como denominan a los espacios previos a los restringidos, todo es más sencillo. Con ayuda de compañeros uno puede ajustarse convenientemente la protección y tomarse su tiempo para entrar bien preparado. Los peligros, sin embargo, se multiplican con solo cruzar una puerta.

Una sensación agobiante

No sería lo mismo entrar a dejar una bandeja que a colocar una vía, limpiar un vómito, cambiar un pañal o intubar, pero todo entraña sus riesgos. El ébola provoca hemorragias y en fases avanzadas de la enfermedad el contacto con la sangre presenta peligro muy alto. Dentro del traje algunos movimientos son incómodos, la propia respiración agobia, las gafas se empañan y los guantes hacen perder sensibilidad en el manejo de instrumental. Imaginar una situación real, con los sanitarios jugándose su salud por el bien de un paciente, permite valorar mucho más la labor de quienes han atendido a Teresa Romero o a otros enfermos de ébola.

Pasados unos minutos, y con el trabajo ya finalizado, el médico, enfermera o auxiliar que actúe en la zona restringida debe pasar por un área de ‘descontaminación’ antes de abandonarla. Una raya en el suelo separa la zona que puede pisar con y sin calzas. En unas sillas colocadas al efecto puede sentarse para retirar, con sumo cuidado, primero la protección de los pies y luego el mono, casi haciendo contorsionismo, y siempre procurando la mínima contaminación.

Los tres pares de guantes se van quitando por fases, evitando que al tocarse el mono se sigan manchando de la supuesta sangre, vómito u otros fluidos del enfermo. Todo va a parar a un contenedor de residuos especialmente diseñado para que una vez tapado no pueda volverse a abrir y que será destruido. Cada paso tiene su técnica, que es expuesta en los talleres y supervisada por alguien externo que va guiando el proceso.

Cuidado extremo

«Cuidado al retirar la mascarilla, hazlo desde la goma trasera. Procura empujar el mono desde la parte interior para no contaminarlo más», insiste el doctor Javier Lozano, jefe de Medicina Preventiva, quien nos guía en esta simulación.

Cuando el trabajador se ha quitado todas las protecciones se queda de nuevo con el pijama quirúrgico como única ropa. El último paso es ducharse para eliminar cualquier posible resto, ponerse otro pijama y otros zuecos y regresar a la ‘zona limpia’.

La buena adecuación del HUBU, con suficiente espacio, toda una planta cerrada y un circuito perfectamente controlado podrían convertirle en hospital de referencia para toda la Comunidad en caso de ébola, una cuestión que está debatiendo la Junta de Castilla yLeón, para la que hay varios centros candidatos y que podría decidirse este mismo lunes.

Sería señal de que la preparación es adecuada y del buen trabajo de sus profesionales. Pero también una enorme responsabilidad si surge un infectado en cualquier punto de Castilla yLeón. Lo mínimo, en cualquier caso, es estar listos. Y con la suficiente formación para que el traje, la clave de la protección, cumpla su cometido cuando ya no se trate de un ejercicio práctico sino de un serio problema de salud.