Ellas se ponen al volante del tractor

Gadea G. Ubierna / Burgos
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Las 50 mujeres que han solicitado este año ayuda a la Junta para incorporarse al campo son un 33% del total; es el porcentaje más elevado de la historia y el segundo más alto de la región

Ana Martínez, 37 años. Hormaza. - Foto: Jesús J. Matías

Las mujeres han trabajado en el campo tanto o más que los hombres. Han sembrado, arado y cosechado de sol a sol, como ellos, para luego encargarse de la casa y la familia. Y, sin embargo, este trabajo no se les ha reconocido nunca. Su papel, desde un punto de vista social -y legal- se limitaba al de la ‘ayuda’ o la ‘colaboración’ con el padre, marido, hermano o titular masculino de la explotación. Ahora las tornas han cambiado y cada vez son más las mujeres que deciden darse de alta como agricultoras y ejercer como tal. En el caso de Burgos, y solo en 2014, un 33% de las nuevas incorporaciones al campo son mujeres. Esto es, alrededor de cincuenta. Nunca hasta ahora se había registrado un porcentaje tan alto y en un período de tiempo tan corto.

Los datos oficiales facilitados por la Consejería de Agricultura y los sindicatos revelan que entre 2007 y 2013 el porcentaje de mujeres que solicitaban la subvención para la incorporación [baremo por el que se rige la Junta para analizar el relevo en el campo] rondaba el 18% del total. Es decir, que de las 339 personas que recibieron en ese período de siete años la ayuda para iniciarse en la actividad agraria en la provincia, solo 61 fueron mujeres. Pero en los primeros diez meses de 2014 ese porcentaje se ha incrementado en Burgos en quince puntos y a estas alturas del año se ha alcanzado casi la misma cifra de incorporación de agricultoras o ganaderas titulares que en los siete previos. Algo que tampoco ha sido exclusivo de la provincia, porque en el conjunto de Castilla y León se ha pasado de una media de un 21% a un 28% de incorporación femenina en 2014. Y a estas hay que añadir todas las que no piden subvención y a las que, por lo tanto, no se sigue.

El director general de Industrias Agrarias, Jorge Morro, asegura que esta circunstancia se explica a través de diversos factores, algunos particulares de Burgos. «Se trata de una provincia más agrícola que ganadera y las mujeres tienden más a incorporarse a la actividad agraria que a la ganadera», apunta. Pero este argumento, sin embargo, no sería válido para León, que tiene mucha ganadería y los expedientes de incorporación de mujeres ya suman el 39%, siempre según datos oficiales. A lo que Morro responde que «tampoco hay que perder de vista la denominada ‘vuelta al campo’. Antes de la crisis era relativamente fácil encontrar trabajo y eso ahora ha cambiado, por lo que se ve en el campo una alternativa viable». Y ya entrando en arena política, el responsable de Industrias Agrarias considera que a la hora de decidir si se da el paso o no, también está influyendo que el campo es un sector en el que, «a diferencia de otros, se ha seguido invirtiendo». Es decir, considera que se han mantenido las partidas presupuestarias destinadas a incentivar el relevo generacional y la modernización de las explotaciones, tanto agrarias como ganaderas. «No solo se han mantenido, sino que se van a incrementar en un 60%. Para el período comprendido entre 2014 y 2020 se ha anunciado una partida de 125 millones destinados a fomentar la incorporación», afirma Morro. Esto, siempre según la versión del responsable de Industrias Agrarias, se traducirá en que si un joven agricultor o ganadero podía recibir hasta 30.000 euros en concepto de subvención solo por empezar, a partir de ahora podrá llegar hasta los 70.000 euros. «Luego están el resto de ayudas», destaca.

Dado que la generación de empleo en el entorno rural está relacionada directamente con la fijación de población en los pueblos, la Junta lleva años tildando de «prioridad» la incorporación de menores de 40 años. De ahí que las líneas de ayudas hayan sido dos: por una parte, las que tratan de atraer a jóvenes y, por otra, las que buscan fomentar el cese anticipado de agricultores mayores para que den el relevo a gente joven que, a su vez, modernice y profesionalice la actividad. Y a estas habría que añadir las dirigidas a la modernización de explotaciones, que han estado un tiempo suspendidas por agotamiento de fondos.

Ana Martínez, 37 años. Hormaza

«Al tractor le tengo respeto y ganas»

Ana Martínez está orgullosa de ser capaz de identificar el tipo de cultivos o de siembras que va dejando a su derecha e izquierda cada vez que sale o entra del pueblo en el que vive desde que se casó, Hormaza, a poco más de 5 minutos de Estépar y a 20 de Burgos. Se confiesa satisfecha de entender el porqué de cosas en las que hace poco más de un año ni siquiera reparaba: que no es lo mismo trabajar en una tierra con un grado de humedad u otro, que la ladera tiene unas exigencias de las que está libre la llanura o que es preferible que el tamaño del tractor sea proporcional al de la superficie en la que se va a trabajar. Asuntos probablemente irrelevantes para quien ha estado toda la vida en contacto con la actividad agraria, pero que son todo un mundo para quien lleva menos de un año en la faena. Y ese es el caso de Ana Martínez.

Esta burgalesa de Gamonal trabajaba como soldadora en una fábrica antes de que la crisis estallara, pero los hasta ahora peores momentos del ‘tsunami’ económico coincidieron con el nacimiento de sus hijos, por lo que estuvo al margen. Sin embargo, cuando quiso incorporarse se encontró con que las dificultades económicas habían comprometido la viabilidad de la empresa y dado que su marido, carpintero autónomo, seguía trabajando, Martínez no se planteó buscar empleo y se dedicó al trabajo de casa. Hasta que su suegra, agricultora, decidió jubilarse y dejar las tierras de la familia. «El campo me gustaba, pero yo no había tenido contacto directo con la actividad. Solía acompañar a mi marido, que aprendió todo de sus padres, pero el detonante fue la jubilación de mi suegra».

Entonces empezó a informarse de los requisitos que debía cumplir para transformarse en agricultura y se puso a ello, convencida. Prepararon la documentación y solicitaron la subvención para las incorporaciones, la cual va ligada a la realización de un curso de mes y medio, que está entusiasmando a Martínez. De los 30 participantes que lo siguen con ella en Asaja, cuatro son mujeres. «Yo estoy encantada. Te explican todo lo necesario para llevar una explotación: desde contabilidad y amortizaciones hasta cuestiones más técnicas». Y todo lo que va aprendiendo intenta ponerlo en práctica. Todo menos lo relativo al uso de herbicidas, algo para lo que tendrá que hacer otro curso específico. Y con respecto al tractor, es su marido quien le está enseñando a manejarlo poco a poco. «Al tractor le tengo respeto y ganas. Yo quiero ser agricultora con todas las consecuencias y llevarlo yo, no que lo haga mi marido. Y eso es lo único que echo en falta en el curso, que no hay nada en prevención de riesgos para el tractor y al cabo del año hay muchos accidentes», apunta.

Martínez se hará cargo de 80 hectáreas y no oculta que está feliz. «No pensaba que fuera a gustarme tanto. Estar tú sola en el tractor a primera hora de la mañana es un gusto. Y luego el sentirte útil, el pensar que le das a la tierra lo que recoges de ella. Me encanta», afirma sonriente. Otras grandes ventajas para Martínez son el «poder trabajar en el sitio en el que vivo y ponerme yo el horario», concluye.