Francisco Etxeberría y la Ribera del Duero

Máximo López de Vilaboa
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Las investigaciones de este antropólogo forense fueron determinantes para identificar los cuerpos enterrados en fosas comunes durante la Guerra Civil en diferentes municipios de la comarca como Gumiel, Olmedillo o Sotillo

El 18 de marzo se presentaba, tras meses de trabajo, el informe realizado sobre el enterramiento de Miguel de Cervantes en el convento madrileño de las Trinitarias Descalzas. Cervantes había sido enterrado allí como agradecimiento a la Orden Trinitaria por intervenir en su liberación del cautiverio de Argel.

El encargado de presentar el informe sobre los restos de Cervantes era, junto con la alcaldesa de Madrid, el director del proyecto, Francisco Etxeberría Gabilondo. Tras la exposición de la metodología empleada manifestaba que entre los restos analizados «se encuentran algunos pertenecientes a Miguel de Cervantes, sin discrepancias» de cualquier otro tipo. Este profesor de Medicina Legal es uno de los antropólogos forenses de mayor prestigio en el mundo, habiendo participado en investigaciones forenses de la más variada naturaleza tanto dentro como fuera de España. Algunos de estos casos, por tratarse de crímenes muy conocidos, han sido muy mediáticos y el buen hacer del profesor Etxeberría siempre ha ayudado a arrojar luz al caso.

El mismo día en que se anunciaba el hallazgo de los restos de Cervantes tuve la suerte de poder hablar con Francisco Etxeberría en las inmediaciones del convento de las Trinitarias y, como en tantas ocasiones, salió a colación Aranda de Duero, la Ribera y la provincia de Burgos. Y es que Francisco Etxeberría, además de haber analizado los restos de personas tan relevantes como el cantautor chileno Víctor Jara o el presidente de Chile Salvador Allende, ha sido el que ha dirigido -en casi todas las fosas comunes de la Ribera del Duero- la exhumación y análisis de los restos de personas asesinadas durante los primeros meses de la Guerra Civil.

De alguna manera Francisco Etxeberría ya forma parte de la Historia de Aranda y su comarca al haber aportado sus conocimientos científicos a reconstruir el relato de lo que fue esta funesta etapa para la Ribera del Duero. Es incuestionable que cualquier estudio que se pueda realizar en un futuro sobre la Guerra Civil en el Sur de la provincia tendrá que contar con los completos estudios realizados por el profesor Etxeberría.

PERSISTENTE

La Historia se escribe de muchas formas y el caso Francisco Etxeberría es un ejemplo bien claro. A su calidad humana se añade siempre la insistencia con la que dice que su trabajo es, en realidad, el de un equipo. No obstante hay que destacar su gran capacidad para dirigir grupos multidisciplinares como ha hecho durante la investigación sobre Miguel de Cervantes y como también ha hecho sobre otros muchos casos. Buena prueba son los trabajos realizados en la Ribera del Duero.

Desde hace años dirige la Sociedad de Ciencias Aranzadi y, por su amplia trayectoria docente e investigadora, fue merecedor del Premio Derechos Humanos ‘Gipuzkoa Giza Eskubideak’ en 2006, del Premio Derechos Humanos ‘Rene Cassen’ en 2007 y del Premio de Humanidades, Cultura, Artes y Ciencias Sociales ‘Eusko Ikaskuntza’ en su edición de 2013.

La primera excavación arqueológica que dirigió en la Ribera del Duero fue en el verano de 2003 en La Horra. Después vendrían otras exhumaciones, con su investigación médico-forense posterior, en los municipios ribereños de Olmedillo de Roa, Sotillo de la Ribera, Vadocondes, Berlangas de Roa, San Juan del Monte, Milagros, Adrada de Haza, Gumiel de Mercado, Santa Cruz de la Salceda, Villalba de Duero… Y otras relacionadas con Aranda como la Fosa de la Andaya, en Lerma, donde estaban los restos de gran parte de la Corporación municipal de Aranda de Duero.

Allí precisamente conocí a Francisco Etxeberría, en una calurosa tarde del verano de 2007. En aquel lugar donde se encontraban, entre otros, los restos del que fuera alcalde de Aranda de Duero, Felipe Gutiérrez Catalá, y cinco de sus concejales: Andrés Sánchez García, Tomás Requejo Requejo, Ciriaco Martín López, Gregorio Picó Guijarro y Pascual Molinero Cebrecos. Presumiblemente fueron asesinados la noche del 25 al 26 de agosto de 1936.

La amplia relación de víctimas de la Ribera durante aquel período y sus reseñas biográficas han sido recopiladas por el incansable José María Rojas Ruiz, que las ha publicado en sus los libros Semilla de Libertad (2009) y Semilla de Libertad II. El expolio franquista (2011), a los que añadió después una interesante recopilación de testimonios titulada Las memorias del abuelo (2012). En este último recoge relatos y vivencias personales que hubieran desaparecido tras el fallecimiento de sus protagonistas de no haber sido rescatadas del olvido y plasmadas en letra impresa por José María Rojas.

Las imágenes que se reproducen junto a estas líneas fueron tomadas el 6 de julio de 2011, cuando se abrió la fosa de la Legua en el término municipal de Gumiel de Izán, justo al límite norte de Aranda de Duero. Muy cerca, al otro lado de la Autovía, se encontraba la Fosa del Costaján, donde en 2003 aparecieron 81 cuerpos. En la de la Lobera, también en el término de Aranda, se realizó la excavación en agosto de 2004 con el hallazgo de 47 cuerpos.

GUMIEL DE IZÁN

En la fotografía superior se puede ver al profesor Etxeberría, con una pala en la mano, conversando con uno de sus colaboradores. En esta excavación de la Legua, en Gumiel de Izán, aparecieron 59 cuerpos. Uno de ellos portaba en la mano un crucifijo de grandes dimensiones, además de vestir lo que podía ser un hábito franciscano. Esta circunstancia fue noticia en  medios de comunicación de ámbito nacional por ser algo poco habitual en una fosa de estas características. Todo apuntaba a que se podía tratar del Padre Revilla, un fraile franciscano que había sido capellán de la Legión en las campañas africanas y que había coincidido con un joven militar llamado Francisco Franco.

Por el respeto que le tenían los marroquíes pudo participar en arriesgadas negociaciones de mediación e intercambio de prisioneros. Tres siglos después de la liberación de Cervantes, un fraile con una estampa que parecía sacada de aquella época, recorría el norte de África liberando a soldados españoles. Nos recuerda mucho a la propia biografía de Cervantes o a la historia del Cautivo, incluida entre los capítulos 39 y 41 de la primera parte del Quijote.

El Padre Revilla, originario de Revilla Vallejera, se pensaba que, tras su desaparición en los primeros días de la Guerra Civil, había sido fusilado en Estépar. Los nuevos datos señalaron que su final pudo tener lugar en este pinar entre Gumiel de Izán y Aranda.