«Mi hijo lleva 10 años en cama. Tenemos una ayuda de 115 euros»

Samanta Rioseras / Aranda
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Los primeros síntomas de la esclerosis múltiple aparecieron con 13 años. Ahora tiene 46. Su madre, viuda y octogenaria, teme qué será de él cuando ya no esté a su lado

La cama de la imagen no es la de Óscar. Espe nunca lo consentiría. «Por lo menos mientras yo esté aquí», comenta, preocupada, recordando que la edad y sus problemas de espalda ya comienzan a ser un impedimento para seguir cuidando de su hijo.

Tiene 80 años y se niega a llevarlo a una residencia porque sabe que allí no le dispensarán el cariño que ella le entrega cada día. «Tampoco los cuidados que necesita. No quiero llevarlo a un lugar lleno de ancianos», asevera, antes de coger aire con fuerza para comenzar a relatar su historia. «Hacer memoria es duro», reconoce, y no se refiere a sus recuerdos.

«Óscar tiene esclerosis múltiple desde los 13 años. Algo rarísimo como supimos después, pues no se lo diagnosticaron hasta que cumplió los 18». Cuenta como aparecieron los primeros síntomas de visión doble y se detiene en cada detalle: «Una vez tiró todo el zumo porque lo echó en el vaso que no era», dice, y sonríe con ternura.

Después llegaron los problemas de movilidad y, «aunque Óscar fue totalmente independiente hasta hace unos quince años», hubo que comenzar a prestarle más atención. En este duro camino, Espe se quedó viuda y su otra hija se instaló en Madrid.

Mientras, Óscar empezó a dejar de salir a la calle y a tener dificultades para desplazarse dentro de casa. En el año 2005, Espe consiguió un piso de protección oficial. «Solo pedí que fuera un primero y que tuviese sitio para la silla de ruedas, aunque no la ha usado mucho».

Con la mudanza, instaló barandillas en las paredes con el fin de facilitar los paseos de Óscar, pero poco tiempo después tuvo que adquirir una cama especial, donde lleva casi 10 años. «También compré una grúa porque no puede estar siempre igual. Lo levantamos un rato por la tarde».

Habla en plural porque incluye a las dos cuidadoras que tiene en plantilla. Cada una va tres horas y le suponen un gasto de 850 euros. La ayuda que recibe de la Junta de Castilla y León por la situación de dependencia reconocida de Óscar es de «115,13 euros», dice, señalando la cifra en una carta.

«Me llegó hace dos meses y me han quitado unos céntimos. No sé por qué», sostiene, y se dispone a enumerar sus ingresos que ascienden a los 1.000 euros mensuales. Cifra que incluye sus 700 euros de pensión de viudedad y los 300 de una pensión no contributiva de su hijo.

«Eso es todo», termina, mientras camina hacia la habitación de Óscar. Ha perdido la capacidad de habla y su movilidad se reduce a los balanceos voluntarios de su cabeza, pero es totalmente consciente de los que pasa a su alrededor. La visita no es una sorpresa -su madre se lo cuenta todo- y, aunque le cuesta un triunfo, se esfuerza por regalar una sonrisa. Sin perderla, gira la cabeza cuando se le pide permiso para hacer una foto. Su madre también prefiere evitarla. «Y no pongas los nombres». Un día después cambia de opinión. «Pon Óscar y Espe».