Lo que el tiempo se llevó

R. Perez Barredo / Burgos
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El IMC ultima la edición de un libro que recogerá la historia del cine en Burgos entre 1960 y 1990. Ventanas para soñar vidas será una publicación muy visual que incluirá más de 600 imágenes de carteles, anuncios, actores, rodajes, ciclos y edificios

El cine siempre fue una ventana abierta al mundo, además de un refugio seguro y un fabuloso vehículo para huir de la realidad. El Séptimo Arte lleva décadas procurando consuelo, placer, felicidad y contribuyendo, como otras artes, a interpretar y explicar la existencia, convirtiéndose a menudo en un perfecto artefacto de revelación. Durante décadas, antes de la irrupción de la televisión y posteriormente de internet, los cines eran palacios, oasis, planetas que la gente habitaba casi desesperadamente, con emoción e ilusión, con la certeza de que iba a vivir una experiencia nueva y siempre única.

El Instituto Municipal de Cultura está ultimando la edición de un libro que va a recoger la época dorada de esa fábrica de sueños que es el cine. Ventanas para soñar vidas: aproximación al cine en Burgos entre 1960 y 1990, será una publicación esencialmente visual que incluirá más de 600 imágenes, fundamentalmente correspondientes a los anuncios de las películas que aparecieron anunciadas en la prensa local a lo largo de las tres décadas, a través de carteles anunciantes o de las carteleras de espectáculos, además de fotografías de actores en su paso por Burgos, rodajes de películas, actos relacionados con la celebración de ciclos, así como de los propios edificios en los que se proyectaban los filmes, todos ya desaparecidos, arrastrados por el vendaval del tiempo.

Con prólogo del cineasta burgalés Antonio Giménez Rico, esta obra -coordinada por Juan Carlos Pérez Manrique y Juan Manuel Crespo, realiza un recorrido por la evolución del espectáculo cinematográfico en la ciudad, analizando las películas proyectadas, su permanencia en pantalla, los cines que las programaron... proyectando así un reflejo de la sociedad, toda vez que en esos treinta años hay dos épocas bien diferenciadas por los cambios políticos y sociales que se registraron a partir de 1975.

 Hay datos llamativos, como las 6.167 imágenes aparecidas en prensa de diferentes proyecciones en las salas de la ciudad que ha recopilado Juan Manuel Crespo y de las que, para su publicación, se han seleccionado alrededor de 500, que han sido tratadas para su publicación en las mejores condiciones por María José Romero y Alberto Del Hoyo.

Ventanas para soñar vidas es una obra coral. María José Zaparaín dedica un capítulo a los doce espacios que albergaron estas proyecciones, analizando su ubicación, su arquitectura, sus características, su historia, sus reformas; José Manuel Payno dedica unas páginas al ciclo más importante e innovador que durante algunos de esos años  se celebró en Burgos, como fue la Semana de Cine Hispano-Francés, luego semana de Cine y a partir de 1974, Encuentro Internacional de Cine hasta 1985, último año hasta su reaparición en 1992. Para la Eninci fue un año especial 1978, con un homenaje a Salvador Allende y con cartel de Espinoza Dueñas, Concurso Internacional de murales y la presencia del productor de La Batalla de Chile, del cineasta Patricio Guzmán.

Rodrigo Pérez Barredo recoge en otro capítulo los rodajes que Burgos acogió en aquellas décadas y el impacto social que tuvieron en la ciudad y en la provincia estas grabaciones, entre las que destacan películas como El Cid, Las petroleras, El bueno, el feo y el malo o Amantes, entre otras. Ignacio González centrará su texto en la importancia del cartel de cine destacando la figura de un burgalés que pintó miles: Timoteo Alonso.