La borriquilla despeja los nubarrones

I.L.H. / Burgos
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Olvidada la polémica del año pasado -que impidió a los costaleros regresar con la imagen a la iglesia de San Lorenzo-, la procesión del Domingo de Ramos se salvó de la inminente lluvia y discurrió sin sobresaltos por el centro.

Ni siquiera dudaron sobre lo que podía deparar el pronóstico del tiempo. «Siempre nos ha respetado», comentaban los cofrades de la Coronación de Espinas y de Cristo Rey mientras la procesión del Domingo de Ramos se preparaba para iniciar su recorrido desde la Plaza Mayor. Olvidada la polémica del año pasado y el dolor que les supuso no poder regresar con La Borriquilla a la parroquia de San Lorenzo, cualquier otro nubarrón les pareció insignificante.  
Y no hubo de qué preocuparse. El cielo amenazó todo el recorrido, pero aguantó justo hasta que la imagen entró en la Catedral con el sonido del Himno a España y los aplausos de los presentes. A partir de ahí empezaron a caer las primeras gotas, en el mismo momento en el que en el templo comenzaba la eucaristía.
Los cofrades de la Coronación de Espinas y la talla salida de los Talleres de Arte Sacro de Olot (1948) estuvieron acompañados por el resto de bandas y cofradías, salvo la de la iglesia de San Lesmes (Cofradía de Jesús Crucificado y del Santísimo Sacramento) y la del Santo Sepulcro de la Catedral. 
Con todas las hermandades sin capirote -la de ayer era todavía una procesión alegre y no se había entrado en la Pasión-, los cofrades y el público asistente recibieron las bendiciones del arzobispo, Fidel Herráez, en la Plaza Mayor. Desde allí, y mientras las voces de los Pueri Cantores cantaban Hosana, las distintas cofradías enfilaron hacia la Catedral a un ritmo ágil ya que a las 13.15, hora prevista para el inicio de la misa -que por cierto fue cantada por los Pueri Cantores y la Coral Santa María de la Catedral-, estaban todos en el interior del templo. 
 
Chubasquero para la vuelta.
La liturgia, según defiende la Junta de la Semana Santa, es la que el año pasado obligó a los costaleros a regresar con el paso vacío tras la eucaristía. La procesión, explicaron, supone la primera parte de la liturgia, que continúa dentro de la Catedral con la misa. De la entrada de Jesús en Jerusalén -momento de gozo para los creyentes- se pasa a la Pasión   -que implica silencio y recogimiento-. De ahí que la Junta sostuviera el año pasado que La Borriquilla debía quedarse en el templo y los cofrades regresar sin la imagen a su parroquia. 
La enorme polémica que se creó por el «abandono» de la talla y su regreso en furgoneta después de «sufrir» en el interior del templo ha debido hacer reflexionar a unos y otros. Tanto como para que  en esta edición se vuelva a lo de antes, pese a que la Junta de Semana Santa anunciara en la rueda de prensa de presentación de los actos que se mantenía la liturgia y, por lo tanto, el tema estaba zanjado. Sin embargo, tras la misa en la Catedral y una vez que los fieles abandonaron el templo, La Borriquilla regresó a la parroquia de San Lorenzo. Lo hizo, eso sí, sin el alborozo de la ida, pero transportada en andas por los costaleros.
Fue en ese momento cuando la lluvia volvió a aparecer, y a la imagen de Jesús sobre la Borriquilla hubo que colocarle unos plásticos para evitar que se mojara. Con el chubasquero desfiló un tramo en andas; luego la talla pudo continuar sin chubasquero hasta la parroquia de donde partió.