Las uvas de la vida

Á.M. / Villalmanzo
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Siete niños que han luchado (y luchan) contra el cáncer en el hospital de La Paz vendimiaron ayer en el Arlanza para ayudar a financiar a la Fundación que investiga un tratamiento contra la leucemia aguda

Daniel Guerrero jugaba con su hija Isabel, de siete meses, un jueves de marzo del año 2014 cuando recibió una llamada. Eran los resultados de una analítica que hicieron a la niña porque «estaba un poco paliducha». El resultado: leucemia mieloblástica aguda. El diagnóstico: «Quizás no llegue al lunes». Pero llegó. Y al siguiente lunes, y al otro... E Isabel sigue viva. Por el camino, un trasplante de médula de su padre, tratamiento cuyo éxito no está garantizado pero que se aplica en casos extremos ante la ausencia de un donante compatible, quimioterapia y mucho, mucho hospital.
La familia Guerrero no fue la primera ni será la última que recibe un impacto tan brutal. Antes lo vivieron Begoña y Antonio, los padres de Lydia. Ellos iniciaron una campaña de captación de fondos para poder pagar un tratamiento experimental fuera de España que le diera una oportunidad a la pequeña. Lydia no llegó a tiempo y sus padres donaron entonces los 120.000 euros que habían logrado recaudar a un proyecto que lleva el nombre de su hija y que gestiona la Fundación Cris Contra el Cáncer.
Daniel, junto con «la familia de La Paz», como define al grupo de padres, madres y niños que han compartido la titánica lucha de salvar la vida en los pasillos de Oncología del hospital madrileño, inició una cruzada por la visibilización de la enfermedad. El objetivo es hacer saber que «el cáncer se cura con investigación y la investigación se consigue con dinero». Y también que cualquiera está expuesto a recibir una llamada como la que recibió él. Es el mensaje que trasladó a Toni Martín, un bodeguero con un pie en Burgos y otro en Madrid con el que coincidió un estudio de radio. Guerrero fue a hablar del cáncer infantil. Martín de uno de sus vinos. Empatizaron y así parieron una iniciativa que ayer tuvo como escenario uno de los viñedos de Bodegas Sierra en Villalmanzo.
Siete chavales que continúan luchando contra la leucemia, acompañados de su familia y amigos, participaron de una jornada de vendimia que tendrá un resultado concreto: 600 botellas de tinto y 600 botellas de blanco, todas premium, que saldrán a la venta en noviembre. El beneficio de esas ventas irá directamente al Proyecto Lydia de la Fundación Cris. A salvar vidas, o como mínimo a intentarlo.
Era la primera vez que se veían «fuera del hospital», un día en el que pudieron hablar de algo que no fueran tratamientos, dolor propio y ajeno, esperanza, miedo... «La semana pasada falleció Lucía y estamos también pensando en Iñaki y Gema (sus padres), a los que queremos», contaba Guerrero. Porque todos conocen las feroces leyes de la leucemia aguda.
 
La paz y el Arlanza. La directora de la Fundación, Marta Cardona Patau, lo resume en toda su crudeza. En toda su realidad. «Algunos de estos niños no tienen ningún tipo de tratamiento y no responden por las continuas recaídas. Se trata de investigar sobre una terapia celular para mejorar su sistema inmunológico y en una quimioterapia específica hasta poder hacerles un trasplante de médula, que hoy por hoy es lo que podría salvarles la vida». Si las cosas no salen bien, el horizonte de los chicos, en ocasiones poco más que bebés, «es de unos meses de vida».
Y a eso es a lo que se destinará la ‘vendimia’ de ayer, que se inició con una cita en la bodega burgalesa que esta vez no prologaba otra jornada de hospital. De las instalaciones de Sierra, a la vera de Lerma y del Arlanza, salieron bien acompañados Marcos (6 años), Mateo (2), Lucía (6), Mario (5), Víctor (6), Daniel (4) e Isabel (3) antes de colonizar el pequeño viñedo donde aprendieron cómo saber cuándo es el momento adecuado para recoger el fruto, cómo medir el azúcar de la uva, qué es un zarcillo, cómo se traslada la materia prima a la bodega, cómo se pisa, qué es la fermentación... 
Una ocasión para ver campo en vez de pantallas, buzos en lugar de batas, tijeras y no agujas y jeringuillas... Para que todos respiren y sepan que no están solos en la más pura y noble de las batallas. Esa que, como escribe nuestra compañera Lourdes Matilla en su blog Fuerza y Honor, que pueden leer en la web de este periódico, hay que librar porque «lo que nos estará esperando al final del camino será la vida». Brinden por ellos.