El broche perfecto a los Sampedros

G.A.
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Una jornada de pleno verano (con tormenta incluida), multitudinaria, familiar, muy animada y sin botellones que la afeasen, puso el punto final esperado al récord de diez días de intensa fiesta

Guste más o menos acudir al barullo de Fuentes Blancas, el Día del Burgalés Ausente, el de la fiesta de las Peñas, resume en unas pocas y calurosas horas lo mejor de las fiestas de Burgos, al igual que la cita previa y hermana del Parral. La fórmula es muy sencilla y sigue siendo la misma que las últimas décadas: folklore, tradición y comida y bebida hasta hartarse, todo en hermandad y buena camaradería. El uso o abuso de cada elemento depende de cada cual, aunque la fiesta adquiere su máxima dimensión de público a la hora de la comida, cuando huele a careta asada y las paellas están en su punto, una vez celebrados los emotivos homenajes a los burgaleses ausentes, cantado el himno y concluida la misa de campaña a la sombra de los álamos.         

Ayer fue todo igual que siempre, pero único. Fuentes Blancas se disfrutó en familia y con toda la diversidad humana y de razas que ya atesora Burgos protegida bajo la sombra de chopos y los castaños. No hubo botellón, sí civismo. La tormenta de la tarde puso el punto y final. Quizá el broche perfecto a diez largos días de alegría, con sus virtudes y defectos. Como siempre.