Cánticos para bajar los humos

I.L.H. / Burgos
-

Las siete letanías del padre Capillas concluyeron con canciones versionadas que hicieron más participativo y animado el recorrido fúnebre • Los 13 metros de sardina fueron historia en 5 minutos

Un obispo, un cartujo, un cura y hasta el papa bailaron sobre un carromato mientras entonaban una canción popular gallega. El de mayor rango, a la vez que daba un paso de baile, aprovechaba para lanzar agua a sus fieles con una escobilla del baño. La estampa no era de una película de Luis García Berlanga, sino la de la séptima letanía del recorrido fúnebre que acompañaba a la sardina, a la que pronto se le iban a subir todos los humos.

Antes del baile más movidito de la procesión del entierro hubo otros cánticos que se escudaron en la provocación para acompañar las letanías. Al padre Capillas Marqués de la Empanada y Duque de Zamburiñas, que encarna Félix Pavón (Felyxón), el autor de los textos, le acompañó en procesión un numeroso grupo de plañideras, viudos y viudas, curas y frailes, señores de época y capa y fieles en general.

Con velas encendidas, gemidos escandalosos, una megafonía más operativa y muchas ganas de juerga, la procesión recorrió la calle Sombrerería, Plaza Mayor, Los Herreros y Avellanos dando sermones sobre Rita Barberá y sus nulos conocimientos del valenciano, la nueva residencia de Rouco Varela, la clase política en general o la inactividad con los temas de la Memoria Histórica. Cuando el padre Capillas entonó esta cuarta estación dedicada a la recuperación de las fosas de la Guerra Civil, la comitiva hubo de escuchar algún que otro improperio por osar siquiera tocar el tema. Tal cual.

Pero no son ese tipo de murgas las que pueden hacer mella a una comitiva integrada por Sor Ascuas y Cía, el Papa Máximus, El Obispo Funcionario, El Obispo de Carreteras, El Cartujo, la Corporación Sacerdotal y el Monaguillo. Todo lo contrario. Las letanías continuaron aportando alabanzas al ex concejal de Festejos, José Antonio Antón Quirce, que presenció el cántico en el que se le agradecía la labor realizada durante la anterior legislatura.

Y otra vez de vuelta en La Flora, de donde había salido la procesión cincuenta minutos antes -sin el retraso inicial de diez minutos hubiesen prendido el fuego exactamente a medianoche-, el recorrido fúnebre llegaba a su fin habiendo bajado los humos a los pretenciosos.

A la sardina le ocurrió todo lo contrario, porque aunque el viento había parado, sus coletazos crearon un denso humo que ascendió rápidamente. En apenas cinco minutos, las agujas de la torre del reloj del Big Ben le recordaron a la sardina de poliespán rellena de paja que su tiempo había concluido. Y a cenizas quedó reducido el diseño de la Asociación de Artistas Plásticos de Gamonal, que ya piensan en la del año que viene.