«No salimos de una y nos metemos en otra»

R.L. / Miranda
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Son ya tres crecidas en menos de  un mes, una situación que  «cansa demasiado» a los vecinos y comercios más cercanos al cauce del Ebro. Todos, de forma continua, vigilan la evolución del río. «Dicen que no va a pasar de los cinco metros pero no nos fiamos. Esto asusta y te mete miedo, porque no puedes hacer nada», expresaba Jose, vecino de Eras de San Juan, mientras comprobaba cuántos escalones había subido el río en el paseo de las riberas. En la primera riada, la del 31 de enero, el agua cubrió el portal de su casa y subió hasta rozar el primer piso, pero lo peor se lo llevaron los vecinos de enfrente, cuyas viviendas miran al Ebro. Allí tuvieron que tirar decenas de enseres, el portal está destrozado y, ahora, vuelven a temer que el agua anegue sus casas. Estas crecidas, señalaba Jose, «no tienen por qué ocurrir; esto es culpa de la CHE, que se descuidan, desembalsan y a quien le pille pues que le pille. Ahora supongo que tendrán mas cuidado, que no será como la de enero», afirmaba indignado.

Al otro lado del río, en el camino de Los Pinos, Amadeo se afanaba en arreglar la casa de su tío, una vivienda social del Ayuntamiento situada a escasos metros del cauce que quedó totalmente destrozada en esa primera riada. Cuenta que el agua alcanzó una altura de 1,90 metros, anegando la cocina, las habitaciones... y ahora toca arreglarlo todo. «Aquí no salimos de una y nos metemos en otra. Estamos muy pendientes del río, pero ya más daño del que tenemos no nos va a hacer el agua. Aquí ya sabemos que a partir de los seis metros el agua entra en casa», decía resignado. Afortunadamente, ayer no se llegó a esa altura. Casi un mes después de la riada, en la vivienda sigue habiendo un fuerte olor a humedad. Ahora mismo está inhabitable y mientras siga así su tío seguirá alojado en el Hotel Tudanca.

Por precaución, los vecinos de la calle Bilbao volvieron a sacar ayer sus coches de los garajes, y en los comercios y lonjas apartaron los enseres de mayor valor, «de lo poco  que nos queda después de que la otra riada se lo llevara todo», decía José Antonio. Su lonja también quedó anegada y, al no tener seguro, no tiene derecho a ninguna compensación. «En la oficina de Viranda me dijeron que no entra, que como esto no es un negocio no tengo derecho a nada», lamenta.

A pocos metros, en una distribuidora de bebidas, también vigilaban el río. Para evitar la entrada de agua, han colocado unas maderas que sellan las puertas. Llevan puestas desde la primera riada y «hasta que esto no se tranquilice no lo quitamos». Su gerente apuntaba que la «preocupación» sigue latente porque no se «fía» de las previsiones de la CHE.