La espera que ya huele

H.J. / Burgos
-

Las granjas que eliminaban sus purines en las plantas de Tordómar y Milagros buscan alternativas tras su cierre provisional, pendientes de la nueva regulación energética

Las explotaciones recurren al proceso tradicional de verter en tierras de cultivo, pero es una actividad muy controlada por el riesgo de contaminación. - Foto: Patricia

 
 
A finales de febrero las plantas de cogeneración eléctrica para el tratamiento de purines de Tordómar y Milagros se sumaron al cierre generalizado acordado por el sector tras la desaparición de las primas a las energías renovables. Su clausura, que desde el primero momento se definió como «provisional», no tendría mayores consecuencias si se tratara de obtener energía con molinos de vientos o placas solares. Lo malo, en su caso, es que asumían decenas de miles de toneladas de residuos procedentes de las granjas de porcino altamente contaminantes si no se tratan adecuadamente y con una compleja regulación.
Las granjas de cerdo de la provincia de Burgos que eliminaban sus desechos a través de estas plantas o de las situadas en provincias cercanas, como Soria, están pendientes de una regulación estatal que si no da marcha atrás podría provocar una vuelta a las prácticas de antaño y a la tentación de realizar vertidos ilegales como ya se ha denunciado en varios puntos de España.
Por el momento su solución es emplear las fosas de emergencia con las que todas deben contar por motivos de seguridad. Ana Mata, de la empresa Arce que gestiona una granja del grupo Olarpi en Melgar de Fernamental, explica que la normativa obliga a contar con unas balsas con capacidad para almacenar los purines durante tres meses, calculada dependiendo del tamaño de la explotación. En su caso ellos no empleaban los servicios de las plantas de cogeneración y llegaban a acuerdos con agricultores para deshacerse de los purines, pero quienes sí que recurrían a las plantas llevan acumulados en las balsas dos de esos tres meses.
Clemente Martínez, de una de las empresas propietarias de la planta de Tordómar, explica que «aún hay margen» para un acuerdo con el Gobierno y que las plantas puedan retomar su actividad, pero admite que el límite estaría en el mes de junio. «Las plantas están paradas de forma provisional y disponibles para arrancar de nuevo en 24 horas en cuanto sea necesario», apunta, pero «necesitamos poder trabajar sin perder dinero porque todo esto conlleva unos gastos y se trata al menos de que podamos subsistir».
Las instalaciones de cogeneración con purines nacieron al amparo de unas condiciones legales y económicas que favorecían este tipo de energías renovables, pero la crisis económica y el cuestionamiento de las primas públicas han hecho cambiar el planteamiento del Gobierno.
Si finalmente el Ejecutivo no da marcha atrás a sus planes iniciales y no ofrece a los productores unas condiciones económicas mínimas, las dos plantas de Burgos dejarán de tratar las casi 80.000 toneladas anuales que suma su capacidad, muy similar entre ambas. La de Tordómar fue la primera experiencia de este tipo en la provincia y arrancó en 2004 con una inversión de casi 6 millones de euros. Atendía hasta ahora a ocho granjas. En el caso de Milagros, su clientela provenía de seis explotaciones de gran tamaño.
Gabriel Delgado, secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) de Burgos, explica que «el gran problema que han tenido algunas granjas es que les ha pillado este problema de sorpresa. Quienes trabajaban con las plantas no tenían contratos con agricultores para verter en tierras». Los purines tienen una alta concentración de nitrógeno, el verdadero peligro de estos deshechos, y su filtración puede contaminar los acuíferos y los ríos. Por eso hay que especificar dónde y cuándo se tira mediante unos permisos que controlan que las hectáreas abonadas sean suficientes para repartir bien el abono.
Además, los vertidos no están permitidos en días de lluvia porque la escorrentía podría llevar los purines fuera de las tierras autorizadas, pero al menos en este aspecto los ganaderos afectados por la paralización de las plantas de cogeneración han tenido suerte porque el tiempo les está acompañando en las últimas semanas.
Clemente Martínez, en cualquier caso, es optimista. Pese a la «inseguridad total» en la que denuncia que les ha dejado el amago de normativa estatal espera que los contactos del sector a nivel nacional permitan desbloquear la situación. Recuerda que las plantas «no solo evitan la contaminación, sino también molestias directas a los vecinos de los pueblos donde se vierte porque esto genera olores». 
Las inversiones realizadas por los empresarios que en su día se embarcaron en la iniciativa de generar energía mediante los purines merece al menos, a su juicio, que las reglas del juego se mantengan como hasta ahora y no cambien en mitad de la partida.