El Banco de Alimentos supera en 8 meses su récord anual de reparto

H. Jiménez / Burgos
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A 31 de agosto ya habían recibido y enviado 1,7 millones de kilos, lo mismo que en 2011 cuando alcanzaron su máximo histórico. La razón estriba en las donaciones de las empresas

Campaña ‘La gran recogida’, en diciembre de 2013. - Foto: Patricia González

La salida de la crisis aún no se nota en el volumen de producto que maneja el Banco de Alimentos de Burgos. O quizás sí, dependiendo de la interpretación que se otorgue al hecho de que en los 8 primeros meses del año haya recibido y repartido más comida que en todo su anterior récord anual que databa de 2011.
Según datos de la propia institución, entre el 1 de enero y el 31 de agosto había movilizado ya 1,7 millones de kilos, acabando con el stock que acumularon a finales del año pasado y batiendo con holgura el récord alcanzado hace ahora tres ejercicios, con esa misma cifra de reparto pero en aquella ocasión a lo largo de 12 meses.
El ritmo de recepción y reparto en Burgos, que va ya por los 1,8 millones de kilos, responde en su inmensa mayoría a la donación de las empresas (las de los particulares apenas suponen el 5%) y demuestra el importante peso de la industria agroalimentaria en los alrededores de la capital.
Podría pensarse que el enorme movimiento de productos responde a una mayor necesidad social, pero desde el Banco de Alimentos matizan que también puede traducirse como la prueba de que «las fábricas están produciendo más y por tanto generan más excedentes», que son precisamente los que remiten a la institución solidaria. En este sentido, una mayor reparto obedecería a una reactivación económica tras dos años de descenso (en todo 2013 se repartieron 1,52 millones de kilos) que también se achacaban a la bajada de actividad industrial.
Precisamente esta característica de dependencia de las grandes empresas (factorías y centros comerciales) provoca que una buena parte de las donaciones sean de alimentos perecederos a los que hay que dar la salida más rápida posible. Y puesto que el mercado burgalés es limitado, el Banco de Alimentos debe moverse con agilidad para repartir la mercancía a otras provincias o regiones. Imaginemos, por ejemplo, un gran cargamento de yogures o de fiambre que necesite frío para su conservación.
Por eso, explican desde el Banco, el porcentaje de alimentos que se recoge aquí pero sale fuera de Burgos se limita al 50%, una cifra que no siempre es bien entendida por los donantes pero que obedece a una necesidad logística y también a una solidaridad sin fronteras, que no conoce de localismos.
«Nuestra razón de ser, además de cubrir las necesidades básicas de quienes no tienen ingresos ni para su comida, es que los alimentos no se tiren, así que el objetivo es repartir lo mejor posible más que incidir en que se quede en Burgos», recalcan.
De hecho, el Banco de Alimentos nunca distribuye a particulares. Siempre ejerce de intermediario y trabaja con las ONG y entidades locales (Cáritas y Cruz Roja son las principales). Son estas entidades, con sus trabajadores sociales y su red de seguimiento y valoración, las que establecen los criterios de reparto y la forma de llevarlo a cabo.
 
Cambio de perfil.
En cualquier caso, al Banco también llega la percepción generalizada y transmitida por los profesionales del ámbito social de que el perfil del usuario de las donaciones de alimentos está cambiando. El regreso de inmigrantes a sus países hace que pierdan peso sobre el total, y al mismo tiempo se incrementa el número de españoles que antes estaban acomodados en la clase media, ahora han agotado el paro y se encuentran sin perspectivas laborales debido a su edad o su ausencia de formación. Es un fenómeno que ya se venía observando en los últimos dos años y que cada vez se va agudizando más, a medida que la crisis se cronifica.