Sil

Tino Barriuso
-

¿Tío Bernardo?¡Hombre, sobrina…!Quería que me indicaras un restaurantito cuco en Oviedo, sin demasiadas pretensiones, de gente maja… O una tabernita, tú verás.

A ver, que me sitúo. No vas a ir a comer sola, claro.No.Ha venido un pájaro pinto.Sí.

¿Y canta bien?

Como los ángeles.

¿Gana tu tía?

No. Ganas tú.

Me alegro. Me alegro mucho, sobrina. ¿Dónde estáis?

En pleno centro.

Para un taxi y que te lleve a casa Elías.

¡Claro! ¿Cómo no me había dado cuenta de tu sitio favorito?

Porque estás atontada.

Va a ser eso.

Te quiero, sobrina. ¿Se lo puedo decir a tu tía?

Claro.

Un beso. Y que pases un día muy feliz.

Gracias, tío.

Olvido colgó y con el móvil en la mano alzó el brazo.

¡Taxi!

Se acercaba uno por la acera en la que estaban.

Sube, Tano.

¿Dónde vamos, señora?

A casa Elías.

¡Marchando!

*****

Comer y sentir que estamos en casa: la gente, tan cariñosa (Usted es la sobrina de Bernardo, ¿verdad? La he visto por aquí con él alguna vez. Y, además, ¡anda que no presume de su sobrina!) , la ensalada, la lubina salvaje y unas pocas fabes con langosta porque sería un crimen que el caballero, que no parece de aquí (Porque usted no es de aquí, ¿verdad? con ese modo de afirmar preguntando, no, no, de Madrid… ¡Ah, de Madrid!) y tú como un chavalín dando explicaciones que nadie te ha pedido Es que estoy preparando una exposición. ¿Aquí en Oviedo? Sí, sí, en Oviedo. Pues ya nos avisará Bernardo, que iremos con mucho gusto a verla. Aunque imagino que hoy, sábado… y cuando llega con la sidra y el cubo para escanciar os pilla dándoos un beso rápido, furtivo, de comienzos de curso, porque si no la besas en ese momento, con el rayo de sol en su pelo te mueres y a tomar por el culo el cuento de la exposición, has venido por esta mujer, te salen las palabras a torrentes, a borbotones, eres un mar en calma lleno de veleros, de recuerdos divertidos, anécdotas de entrevistas con gente importante, algunos con más nombre que talento, como Peres, por ejemplo, o el día que Rafa Fraguas se la jugó ante Sadam Hussein, en la guerra irano-iraquí, y tú disparaste una foto a aquellos ojos verdes que estaban llenos de ira y de maldad con los cojones de corbata, la foto fue un diez, los ojos de serpiente emergían de un balcón de fusiles, aunque para cojones los de Rafa, que le repitió la pregunta, luego me dijo que no le salían las palabras, que pensó que eran las últimas que iba a pronunciar en su vida, guerras, ministros, cantantes, actrices, modelos que subían como burbujas de champán, ¿duquesas? Sí, sí, alguna, pero no la que te imaginas y tu risa fresca llenado el comedor, diciendo cosas pequeñas, como de oro, que lo mío era la extensión y lo tuyo la profundidad, y otra vez algún beso suelto antes de que llegara la Dori, la mujer de Elías, que nos miraba llena de ternura y se divertía de cojones cuando nos pillaba… Que era siempre. Postre y café: Olvido y su pasión irresistible, el arroz con leche, me ha dado una cucharada, de fábula, yo un sorbete por miedo a las pocas, gloriosas, inefables fabes con bogavante, la Dori ha pedido disculpas tres veces porque no eran con langosta, como si aquello importara, estaban de muerte, de lujo, de vicio, quién pillara casa Elías en Madrid, tampoco es cosa de tirarme pedos esta tarde, esta tarde no, por Dios, y cuando llega el café Dori trae una botella de orujo de hierbas, es de la zona de Chantada, de mi tío Luis, buenísimo, lo mejor para la digestión, bueno, lo mejor para la digestión es un poco de siesta… y de repente cambia el tercio, sonríe, nos mira, porque vosotros sois medio novios, ¿no? ésta no dice verdad, como su marido, pero sigue el mismo camino, yo creo que un poco más que eso, ¿no, Olvido? le sigo la corriente y ella hace un mohín como de estar enfadada y dice mira, Dori, hasta que no vea yo a este pájaro de rodillas en la playa de Ribadesella con un anillo, medio novios… Y va que arde. ¿Y a qué esperas, galán? Pues ya ve, a un día que estemos en Ribadesella y que no llueva…

Comer y contar chismes. La he dejado a cuadros, te he dejado a cuadros, Olvido: no sabías nada.

Pero el día que Pamela llamó para ir a la redacción a llevar el cuento de Eugenia y el sultán, que va a salir en junio y que es una delicia, el día que Pam estuvo media tarde con Arturo y conmigo, recordando cosas, el día que Pam se quedó sola conmigo porque Arturo estaba leyendo con un lápiz rojo el cuento y nos liamos a hablar de ti, el día que Arturo salió y le dio dos besos, me ha gustado, princesa. Sale en junio. Anda, pasa al despacho y concretamos, y nos dimos un abrazo eterno, le estallaba la alegría por todos los poros, ese día… Ese día fue, al entrar Pamela al despacho de Arturo, cuando se me acercó Rogelio Baena. ¿Otro ligue, Tano? Nada: una especie de hermana estupenda que me ha salido en Palencia. ¿Por…? Porque está como un pan. Rogelio, el jefe de internacional, una de las plumas más estimadas de España… Oye, la vamos a llevar a cenar. ¿Te vienes? Porque entre la fraternidad y el escaso interés de Arturo por las faldas, ya me dirás, la pobre. ¿Invitación formal? Formalísima. Me apunto. Pero me la presentas antes. En cuanto salga.

Y salió en dos minutos, mientras Rogelio y yo encendíamos un cigarrito. Mira, Pamela, éste es Rogelio Baena. Pamela Bustelo. Tanto gusto, Pamela. No es verdad. ¿Tú eres Rogelio Baena? No es verdad, es una broma de éste… ¿Y eso? ¿Tú sabes como te admiro, Rogelio? Antes de conocer a estos ya era suscriptora de la revista. Sobre todo por tus crónicas, por tus análisis… Eres increíble. Me acabo de poner como un tomate, Pamela. ¿Me dejas que te invite a cenar, que a estos ya los tienes muy vistos? Y la pobre Pamela me miró como un náufrago: no era lo hablado. Anda, palentina, vete con este pelma, te vas a enterar lo que da de sí uno de internacional cuando le das carrete. Yo me voy al hospital a ver a Pilar, y Arturo tiene trabajo con el cuento que le has traído. ¿Escribes cuentos? Mira, Pamela, cuéntaselos a éste, que se sabe la historia mejor que las estaciones de metro que hay hasta su casa. ¿Pero de verdad, Tano? Rogelio, ¿has terminado? Pues hazte cargo de esta dama. Y no olvides lo que te he dicho: como una hermana para mí. Espero que no para mí, detesto el incesto… Pero pedirás permiso primero, ¿no? ¿Por qué te crees que la estoy invitando a cenar? Para cortejarla, que es el modo elegante de pedir permiso.

¿Es verdad lo que me cuentas, Tano?

Como que ahora llueve.

¿Y esta bruja no me ha dicho nada?

Estarán en el preludio. Ya sabes, suave, discreto, no me lo creo del todo, se lo tengo que contar a Sil pero qué le cuento si aún no hay nada…

Mañana me voy a Palencia. ¿Cuándo te vas tú?

En el tren de esta noche. El domingo no hay vuelo y el lunes a primera hora tengo una cita. Además me quiero pasar mañana por el hospital.

Sin falta, Tano… Pues yo me voy a Palencia.

Lo mismo te encuentras con Rogelio.

¡Huy, entonces no! Pero mañana la llamo. ¡Me va a oír!

¿Sabe que estoy aquí? ¿Sabe que nos queremos?

Aún no.

¿Y le vas a echar la bronca?

Tienes razón. Le llamaré para contarle este fin de semana. Y luego le tiraré de la lengua.

Eso está mejor.

Comer y sentir que estamos en Asturias (¿en casa? ¿Empieza a ser mi casa Asturias?) porque de repente arranca la lluvia por soleares, suave primero, como cogiendo aliento, y con ganas de verdad a la altura de los chupitos del tío Luis.

Anda, mi amor, paga esto que voy a pedir un taxi. Vamos a casa.

 Comer, llamar a un taxi, parar en la estación, comprar un billete para Madrid en coche cama, el tren sale a las 10,38, volver al taxi, entrar en casa, desnudarnos, hacer el amor en la cama de sus padres, nadie ha dormido en esta cama desde que murió doña Elvira mientras tú estabas en Marruecos, nadie ha hecho el amor en esta cama desde que murió el general Bustelo, probablemente, pero se han acabado los juegos, necesitamos una cama grande, necesitamos dormir juntos esa siesta tan buena para las digestiones pero antes… Imposible detener las manos y los labios, inútil pensar en otra cosa que en acariciar su pelo, recorrer su cuerpo, sus brazos, entrar lentamente en el universo de la nuca, las orejas, invadir con un ejército de besos menudos, de pequeños mordiscos la tierra prometida, sentir que le crece un fuego por dentro a mi lado, conmigo, un fuego que es como el mío, nuestro, de los dos, un fuego que es el principio y el final del universo, alfa y omega, un nacimiento que sólo muere en ti, que tú has creado, que te está destinado, Olvido, amor mío… Dormir, dormir con ella, abrazados, desnudos por fin, y es el mismo aroma de Sevilla pero ahora es otro aroma, más humano, más angélico, dormir hasta que la fabada hace su efecto y te despiertas justo en el momento que se te escapa un pedo, no deja de ser un pedo con bogavante, un pecado de cardenales y banqueros, Sentir cómo ella se gira lentamente, te sonríe, te da un beso y te dice ¡Ah, ¿con que quieres guerra?! y suelta un pedo alevoso, pequeño, de xana, sincronizado con el cielo porque en ese momento suena un trueno fantástico, el hijo del relámpago que vimos unos segundos antes, y de repente empezamos a reírnos, a reír como locos, no podemos parar, reímos, reímos no me quites tu risa porque me moriría, notaria.

Tú estás pensando en mí, seguramente...

Querido Tano, no es probable que recibas esta carta porque tampoco es cosa de agobiarte, pero están la casa y el corazón tan solos que no puedo hacer otra cosa salvo esto: escribirte. y yo aquí, solo, en la cafetería del tren, con un sándwich de plástico y una cerveza, maldiciendo el acierto de irme esta noche, que está pasando sin ti, que no debo pasar contigo y que no podría pasar sin ti en Oviedo. Nos espera el hotel Lucía, ya lo sé, me encanta la idea, eres una romántica con la cabeza mejor amueblada de occidente, pero una puñetera niña romántica que encendió sus altarcitos y cuida todas las noches las velas de sus iconos. Mejor así: no podría pasar esta noche en otro cuarto, Tano. Ahora tienes tarea, y sé que la vas a seguir cumpliendo. Cuesta mucho madurar, cuesta mucho ser hombre, mujer, Tano. Con tu historial casi nadie lo consigue, pero tú has empezado a devolverle a la vida lo mucho que te ha dado y has empezado por donde hay que empezar, por tu hija, por Natalia. Y eso es madurar: devolver lo recibido, la tarea más humilde y más gloriosa que puede emprender un ser humano.

Intentaré dormir, estoy cansado. Han sido muchas emociones, Sil. Sé que mañana volverás a Ribadesella, que te ocuparás de devolver mi coche a la agencia, que pagarás la factura y me la guardarás hasta que vuelva. O hasta que vengas tú. Me hace gracia esa devoción tuya al hecho de que cada uno pague lo suyo: me dijiste ayer que es el único modo de ser libre. Libre me siento: pero todas mis miradas se dirigen a un único cielo, al mismo barquito en el mar, a la misma flor de esta reciente primavera, a la única palabra del diccionario que ya nunca será compatible contigo, olvido.

Me voy a ir pronto a la cama, Tano: estoy cansada, han sido muchas emociones en apenas dos días y soy tan feliz que me costará dormirme. Pero mejor. Así estoy más tiempo contigo, con tu recuerdo, con tu olor en las sábanas de la cama de los papás, con el nocturno 19 de Chopin, que es el que estoy oyendo ahora y que fue lo primero que escuchaste en mi coche. Te mando un beso: el resto los dejo para esta noche. Habrá que echarle humor, Tano: pensaré en la cara que va a poner mañana la señora Sinda cuando me vea sola, pensaré en la batalla de pedos de esta tarde; hacía años que no me reía tanto. ¡Eso sí que es estar desnuda ante un hombre: responder a un cuesco con otro semejante y no morirse de vergüenza…! De todos modos hay que volver poco al Elías: cuando tengas el regreso por la tarde, y lo sentiré por tus vecinos de vagón. Te quiero: si algún día lo dudas recuérdame que te lo repita, Cayetano; T e    q u i e r o.  Tuya del todo   Sil.         

Porque nunca podría olvidarte, nunca, nunca, nunca…

*****

El domingo, lentamente, Sil recogió la casa, puso las sábanas en la lavadora, desayunó, las tendió y se dio un largo paseo por Oviedo. Había quedado a comer con sus tíos y había salido el sol: esperaba que durara para que la ropa se secara, para poder guardarla antes de regresar a Ribadesella. No hizo falta aguardar a la tarde: vivían en un piso alto, el sol y el viento habían hecho su trabajo y la ropa estaba seca. Le dio tiempo a dar un planchazo a las sábanas y a guardarlas en el armario. Después tomó el alfa y se acercó a casa de los tíos: ya llevaba su maletín hecho.

La comida osciló entre la alegría y la nostalgia: rachas de recuerdos, nubes que viajan sobre un mar azul…

Bernardo era un experto: sólo se habló de trivialidades, pese a los esfuerzos denodados de Jovita por atar cabos antes de comprar el bramante. Cuando la sobrina se fue ambos coincidieron en que era “otra”.

Había recobrado la risa de su juventud. Y en la serenidad de sus ojos aparecían de pronto unas chispitas…

El caso es que eres un cardo, marido: no ha habido modo de cotillear.

No te preocupes, Jovi. Vamos a cenar donde Elías. Ya verás la de cosas que te cuenta Dori…

Ya en Ribadesella, Sil deshizo el maletín, ordenó un poco la casa y se sentó en el salón. Tenía que cenar y tenía que hablar con Pamela: pero no tenía hambre y…

Le costaba hablar con su hermana pequeña. Pero tenía que hacerlo.

Entonces sonó el teléfono.

¿Sil?

Pamela… Te iba a llamar ahora mismo. ¿Estás en casa?

Sí, esperando que me traigan a los niños. Lo que pasa es que Amparo me los trae cenaditos…

¡Qué maja!

De verdad que es un sol. Oye, ¿qué tal? No me cuentas nada…

Ya sabes que soy de poco hablar, pero te iba a llamar para eso. Para contarte que he tenido visita esta semana.

¿Tano?

Tano.

¿Tú eres boba? ¿Qué tal, hermana, que me tienes en un sin vivir? Lo mismo habéis hecho manitas y todo.

Hemos hecho el amor. Cinco veces. En dos días. Se marchó anoche para Madrid.

Vamos, que ahora no sabes dónde tienes el coño.

Lo tengo por todas partes, Pamela. Estoy en una nube.

¡Ya era hora, notaria, joder…! ¿O sea que el tigre atacó con ganas?

Pero seguía llevando el frac…

…que le sienta de miedo.

Pues sí.

¿Un relatito pormenorizado? Ya sé que la que escribe soy yo, pero podías estirarte un poco.

Vale. Te escribo esta noche.

Oye, ¿y tú?

Voy a publicar. En junio.

Eso ya lo sé. ¿Algo más?

Algo más.

¿Mucho?

No mucho. Me estoy desenganchando de un hombre casado.

Rogelio…

Sí. ¿Ya te lo ha cotilleado Tano? Porque la culpa fue suya: él me lo presentó y él, tu Tano de los cojones, hizo mutis por el foro a la hora de ir a cenar. Me dejó a solas con él. A posta.

Por algo sería…

¡Hombre, yo admiraba mucho a Rogelio! El caso es que se lo dije, pensando que hablaba con la estatua de la libertad. Y resultó que era un tío, cosa que no esperaba en absoluto.

¿Ah, no?

No esperaba que se fijara en mí. Pero, al parecer, había examinado la cosa de las caderas y el culo mientras hablaba con Tano y Arturito.

Y le habían interesado.

Mucho, de veras.

Y te entró con ganas.

Sí. Y yo encantada. Bueno, encantadísima. Llevaba una cuaresma muy larga y el tío era superinteresante. Algo gordo, algo calvo, pero estupendo. El caso es que me acompañó al hotel, le invité a una copa y nos fuimos a la cama. Y me encantó. Luego él se fue a su casa. Yo ni siquiera pregunté si estaba casado o no: él tampoco. Supuse que ahí se iba a quedar todo y, en mis condiciones, un polvo no se puede despreciar. Y fue un polvo bastante apañado.

Ya…

El caso es que me llamó a los tres días, a la hora de comer.

¿Pamela? Soy Rogelio. ¿Puedes hablar?

¿Quién te ha dado mi teléfono?

Arturo.

Mira qué majo…Bueno, estoy con los niños, que están comiendo.

¿Y tu marido?

No hay marido, hay ex marido. Estoy divorciada.

Espléndido.

Ya veo que tú no.

¿No qué…?

Vamos, que estás casado, Rogelio.

Sí. Pero no hago otra cosa que pensar en ti.

¡Chico, qué duro, ¿no?!

Mañana tengo que ir a Valladolid, doy una conferencia en un colegio mayor. ¿Podríamos vernos?

¿Y los niños?

¿Qué haces cuando tienes evaluaciones?

Mi ex y su pareja.

Pues mañana podrías tener una reunión en algún sitio…

¿Y tú qué hiciste?

Mira, Sil. Me quedé con ganas de mandarle a tomar viento, pero tenía también algo de curiosidad acerca de mí misma. Le dije que sí, que bueno, que a tal hora en tal sitio. Y colgué. Luego llamé a David. No estaba: estaba Amparo. A ella no le fui con cuentos: le expliqué que tenía una cita y que me vendría bien que se hicieran cargo de los chicos al día siguiente. Amparo estuvo encantadora: solidaridad femenina. Que por supuesto y que suerte, Pamela…

Y fuiste a Valladolid.

Y nos vimos. Y nos fuimos a cenar.

¿Y…?

Bien, pero sin magia. De manera que le expliqué la situación: ni a él ni a mí nos convenía la situación. Yo no quería tener una pareja ocasional a 240 kilómetros y él no pintaba nada metiéndose en el infierno de mentir en casa cada dos por tres. Si quería a su mujer o si le convenía la situación en la que estaba, en el modo que fuera, puerta, Rogelio. Y si no, puerta, pero a la otra. Y cuando vengas descontaminado hablamos. Que ya veríamos entonces de  qué iba esto.

Espléndido, Pamela.

Eso sí, después, de mutuo acuerdo, nos fuimos a su hotel. No había que desperdiciar una última noche.

¡Pero qué pingo eres, hermanita!

No te creas. No es que sea una monja, no lo he sido nunca, pero me iba acostumbrando. Lo que quería comprobar era la dimensión de lo que estaba perdiendo. Lo de la magia, Olvido… Y no. Echamos el último polvo, nos dormimos y al día siguiente me fui para Palencia más contenta que unas castañuelas. Él no iba a ser mi amor y yo no estoy por la labor de romper una familia por el capricho de llevarme a un hombre del que sólo me gusta la espléndida cabeza.

Era un test.

El examen final. No aprobó.

¿Y tú?

Creo que con nota, Sil. No hace más que llamarme. Y ya no le cojo el teléfono.

Bueno…

Está todo bien, de verdad. Unos días después me llamó Amparo: que allí estaba ella, o estaban ellos: que si necesitaba alguna noche más que no dudara en llamarla. Me imagino que no le había contado nada a David: no sé por qué los hombres llevan peor estas cosas. Se lo agradecí de verdad y le expliqué que no habría más noches.

Me encanta oírte, hermanita.

Y a mí me va a encantar leerte. Un consejo de escritora: cuida los detalles. Ya sabes, dónde, cuándo, qué…

No se si te sigo.

Por ejemplo: ¿dónde fue el último revolcón?

En la cama de los papás. Pero ya he lavado las sábanas y las he planchado.

Tú es que no cambias, ¿eh? ¿Y quién cojones te ha preguntado por las sábanas “después”. El detalle, notaria: háblame de las sábanas “mientras”. ¿Vale? A escribir. Así le recuerdas.

Le recuerdo de cualquier manera, Pamela.

O sea, que estás colgadísima.

No te puedes hacer una idea.

Pues te mando el beso más grande del mundo, doña Perfecta. Hoy te quiero muchísimo más: siempre he preferido la Magdalena a la Goretti…

*****