Todo un sector de mala leche

H. Jiménez / Burgos
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Los ganaderos lácteos se enfrentan a su peor momento de las últimas décadas, asfixiados por la bajada de precios que impone la industria y que están provocando notables pérdidas

Hay varios ganaderos del sector lácteo que ya no han podido más. No quieren dar nombres porque para ellos no es plato de gusto salir contando su fracaso, pero después de años peleando contra las imposiciones de las grandes industrias y sobreviviendo como podían en un exigente oficio que no conoce días libres ni vacaciones han tirado la toalla. Son víctimas directas de la última crisis del sector lácteo.

Sin embargo, otros muchos de sus compañeros aguantan como pueden, con mucha rabia contenida contra la administración y contra las empresas que les aprietan los tornillos sin piedad. En defensa de sus derechos es por lo que se ha convocado la llamada ‘marcha blanca’, que el lunes partió de León y que pretende llegar a Madrid el viernes tras 12 días caminando para reclamar un cambio radical e inmediato en el mercado de la leche.

Unos cuantos burgaleses estarán presentes en ese recorrido, a lo largo de una o varias etapas según se lo permitan sus responsabilidades profesionales y personales, como ayer hizo Gabriel Manrique, quien, junto a un grupo de ganaderos  de la provincia movilizado por la Unión de Campesinos de Castilla y León (UCCL), participó en el tramo entre Valladolid capital yMojados.

Manrique tiene 49 años y se está jugando su futuro. Lo malo es que el protagonista de la partida no es él, sino que las reglas del mercado en el que se mueve le han convertido casi en un mero convidado de piedra. Él y su hermano Emilio atienden cada día a 54 vacas de ordeño en una explotación de Pedrosa del Príncipe donde conviven 110 animales.

Asegura Gabriel que respecto al año pasado está perdiendo cada mes «entre 5.000 y 6.000 euros. Casi un millón de pesetas», porque entre los del gremio aún hablan con la vieja moneda. La empresa vallisoletana Entrepinares es quien le compra la leche y se la paga a 0,28 euros el litro, y si se pasa un 5% a 0,24, cuando él calcula que el coste real de producción está entre 0,35 y 0,36.

No tiene un mejor panorama Miguel Ángel García Bengoechea, de Salas de los Infantes, que atiende 100 vacas de ordeño a cambio de que Pascual le pague 0,24 euros el litro. Este veterano de 63 años, que lleva en el sector desde los 22, no tiene inconveniente en tildar de «mafia» a las grandes industrias «que abusan de nosotros porque saben que tenemos un producto perecedero al que tenemos que dar salida. Se ponen de acuerdo en tirar los precios, cada tres o cuatro años les ponen multas millonarias por parte de los tribunales de la competencia y les da igual».

La indignación es general entre los menos de 200 ganaderos de vacuno de leche que quedan en la provincia de Burgos, según datos proporcionados por Asaja, tras el descenso constante e imparable de los últimos años. Desde esta organización apuntan que algunos se están reconvirtiendo a ganaderos de carne y otros directamente abandonan.

Antes de la actual crisis habían tenido muchas otras «pero siempre pasajeras, de unos meses», y ahora se enfrentan a la que creen peor. La puntilla fue la supresión de cupos que entró en vigor en primavera y que otorgaba cierta estabilidad a los ganaderos. A cambio de tener unas compras garantizadas tenían que ‘comprar’ esas cuotas realizando fuertes inversiones que algunos consideraban una especie de plan de pensiones, como quien tiene una licencia de taxi o una segunda residencia. De repente esa inversión se volatilizó.

Ahora, sin cupos, la producción es libre y esto ha contribuido aún más a la bajada de precios, además de circunstancias internacionales como el veto ruso o la especulación que cada vez más amenaza a los mercados de alimentos y materias primas.

España produce solo el 60 por ciento de la leche que consume, así que necesita importar leche, pero esto no encarece el producto (como ocurre por ejemplo con el petróleo). Los productores cargan las tintas contra las grandes distribuidoras, en su mayoría de capital francés, de las que sospechan que introducen en el mercado leche supuestamente española cuando en realidad aquí únicamente se envasa. E insisten una y otra vez en que desde el punto de vista de los costes de producción es insostenible que haya leches («o sucedáneos», advierten) que cuesten 50 céntimos porque eso demuestra su uso como meros productos reclamo.

Desde fuera resulta difícil entender por qué siguen manteniendo sus explotaciones si tanto dinero pierden. Para comprenderlo hay que analizar cada situación. Miguel Ángel, por ejemplo, está próximo a la jubilación y no quiere tirar la toalla, pensando además en sus hijos, que podrían continuar con el negocio si la situación se arreglase.

Gabriel, por su parte, explica que compensa las pérdidas con ingresos procedentes de otras actividades ganaderas, «tenemos la esperanza de que esto mejore y hay compromisos de ayudas de la Junta que en su día cobramos». Si cesa la actividad tendría que devolverlas con un recargo del 20%.

las SOLUCIONES propuestas. Tal y como han ido explicando estos días, los ganaderos están convencidos de que aún se pueden hacer cosas, que la solución no puede ser quedarse de brazos cruzados mientras las grandes industrias hacen y deshacen a su antojo presionando a los ganaderos y la administración no responde a sus reclamaciones. A ella, por cierto, la hacen corresponsable de haber otorgado un poder inmenso a las distribuidoras.

Asaja y la Unión de Campesinos de Castilla yLeón han planteado medidas como la mediación del Gobierno, como ya ocurrió en Francia, para buscar acuerdos entre las partes que logren un precio mínimo de venta. Piden también mejorar los mecanismos de exportación, ayudas directas para paliar las pérdidas que están sufriendo estos meses, vigilar que los grandes distribuidores no vendan la leche por debajo de su coste real y un etiquetado riguroso para comprobar el volumen de leche real que se produce (no basta con envasarla) en la Comunidad Autónoma o en el resto de España, especificando el origen. Quizás con ese paquete de medidas puedan conseguir un precio justo.

De momento los ganaderos se seguirán turnando, buscando un hueco entre los dos ordeños diarios, para poder asistir a la manifestación «porque las vacas no descansan». Ellos tampoco lo harán hasta conseguir asegurar mínimamente su futuro, o estarán abocados a la desaparición en el corto plazo.