En busca del último testigo

I.E.
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La familia del sacerdote Agustín Heras quiere dar las gracias a la persona que le atendió antes de morir en calle Miranda

Agustín Heras pereció de forma repentina en la calle Miranda el pasado 5 de enero, tras desvanecerse en plena calle, pero no falleció solo, un ángel de la guarda trató de salvarle la vida. - Foto: Luis López Araico

Una muerte repentina y lejos de los seres queridos deja a éstos una sensación más honda de amargura por la pérdida de su familiar, un pesar más profundo por no haber podido acompañar a su pariente en sus últimos momentos. Esta mezcla de sentimientos es la que ha embargado en los últimos días a los hermanos del sacerdote -jubilado en 2020- Agustín Heras, quien pereció de forma repentina en la calle Miranda el pasado 5 de enero, tras desvanecerse en plena calle. No falleció solo, un ángel de la guarda que trató de salvarle la vida pasó con él los últimos momentos y ahora los deudos del expárroco quieren dar con él para agradecerle el gesto en persona, para preguntarle por los instantes que pasó con él antes del último adiós.

Vicente Heras, hermano de Agustín que vive en Belorado, relata lo sucedido según lo que le contaron los compañeros del sacerdote que compartían vida con él en la residencia del Paseo de los Cubos. En la mañana del 5 de enero, Agustín se levantó y desayunó «con normalidad», tras lo cual informó de que iba a cortarse el pelo a la calle Madrid, al establecimiento en el que solía hacerlo. «Al salir debió tomar la calle Miranda, que es donde cayó al suelo», explica.

Al verle tendido, un hombre que transitaba por la zona se acercó a él para ver qué le sucedía. Llamó a los servicios de emergencia y, mientras éstos llegaban, le practicó una maniobra de reanimación a base de masaje cardiaco que «en un primer momento provocó la reacción de Agustín, si bien después moriría». De hecho, los sanitarios de Sacyl que acudieron al lugar solo pudieron decretar su fallecimiento. 

Para los hermanos de Agustín conocer y dar las gracias a esa persona supondría cierto consuelo tras «el mazazo emocional sufrido». Pero ignoran su identidad. Lo único que saben es que acudió a la residencia sacerdotal de los Cubos para expresar sus condolencias, que es la dirección que le dieron los policías locales a quienes preguntó por él. «Se presentó pero en portería no le tomaron el nombre, de modo que no sabemos quién es», explica Vicente, quien reconoce que «dentro de la desgracia», a él y a sus hermanos les «reconforta» que hubiera alguien que supliera la presencia imposible de la familia». Por ello le dan «profundas gracias»  y expresan su deseo de conocerlo.