«Si le hubiera conocido esa noche no habría ido a su casa; y menos con mi hija»

I. Elices / Burgos
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Gabriela, la madre de la niña asesinada hace 10 días en Vitoria, relata que tras arrojar a Alicia el homicida trató de tirarla a ella. «Pero me defendí, tras lo cual llegó la Policía», recuerda

Gabriela se encuentra ya en su casa después de haber sido dada de alta el miércoles en el Hospital Universitario, en donde se recuperaba de las heridas que le infligió el mismo hombre que mató a su hija Alicia arrojándola por la ventana de su casa de Vitoria. Ha estado ingresada nueve días, los primeros en Bilbao, y no le quedan secuelas visibles, salvo «un par de cortes» en las manos que muestra en su encuentro con Diario de Burgos.

Ha regresado a la casa de la capital burgalesa por donde correteaba la pequeña Alicia, que tenía 17 meses pero aparentaba «tres años, de lo mayor que era», presume la abuela Ana. Se pasaba todo el día «corriendo y jugando, no paraba», rememora la mujer que hasta hace diez días también cuidaba de ella. «La echo mucho de menos», afirma Gabriela mirando al infinito, un gesto que revela que todavía no ha sido capaz de asimilar lo que le ha ocurrido.

En su casa le esconden -según reconoce ella misma- todo lo que le evoque a su pequeña. En parte le molesta y en parte lo agradece, porque «no» quiere «recordar». La Policía ya la interrogó en el hospital en varias ocasiones y ya teme el momento de ir a declarar al juzgado de instrucción e incluso el momento del juicio, para lo cual aún quedan meses por delante. «Ni la televisión puedo ver, porque a la mínima sale otra vez», lamenta. «Quiero que me dejen tranquila», sentencia.

En todo caso sí sale al paso sobre algunos detalles que han trascendido de los hechos. Para empezar niega que conociera a D.M.G., el presunto homicida, la misma noche del crimen, la del 24 al 25 de enero. «Si conozco a una persona una noche no voy a su casa; y menos con mi hija», enfatiza. Y aclara que si se hubiera tratado de su casa -como publicó algún medio los primeros días- «tampoco iba a meterle sin conocerle». «No estoy tan loca como para hacer eso», sostiene.

La joven de 18 años elude pronunciarse sobre el momento en que conoció al joven, que ahora se encuentra en la prisión de Zaballa. «No importa cuándo fue», señala. En todo caso sus allegados han manifestado que, efectivamente, le conocía desde hacía semanas.

El domingo 24 de enero es cierto que D.M.G. acudió a Hontoria del Pinar, donde vive el abuelo de Alicia y donde ese día se encontraban la pequeña, su madre y la hermana de ésta, Juliana. El joven las trasladó a las tres hasta Burgos capital, pero la niña y Gabriela no continuaron viaje con él hasta Vitoria tras dejar a Juliana. Las tres se quedaron en Burgos. «Fue luego, tras dar de cenar a la pequeña», relata. Y solo viajó «con intención de quedarse ese día», no iba a permanecer más tiempo en Vitoria, afirma.

Y fue esa misma madrugada cuando ocurrieron los hechos, si bien Gabriela no quiere entrar en detalles. Al recordarlo se le humedecen los ojos y explica cómo D.M.G. trató de arrojarla a ella también tras haber hecho lo propio con Alicia. «Intento tirarme, sí; pero me defendí». Y «justo en ese momento llegó la Policía, a la que llamaron los vecinos», porque ella no podía. Sobre los presuntos abusos a la niña, sobre el momento en que le sorprendió, sobre su reacción, prefiere no hablar. «Yo sé cómo ocurrió y se lo he contado ya a los investigadores», señala.

A Gabriela le comunicaron que su hija había fallecido cuando estaba ingresada en el Hospital de Cruces. «Me derrumbé», recuerda. De ahí que desde ese día tanto en Bilbao como en el Hospital Universitario haya estado atendida por psicólogos y psiquiatras.  «Físicamente estoy bien», indica confiada, pero su deseo de que «todo esto se acabe» revela que mentalmente está sufriendo mucho.

De hecho se está planteando abandonar la ciudad, quizás después de Semana Santa, con destino a Brasil, de donde es originaria la familia. «No sé qué hacer», dice mirando a su madre, «depende de lo que ocurra los próximos días». No trabaja y tampoco estudia, con lo que no hay motivos profesionales que la aten a Burgos.

Habrá de estar a disposición de la Policía y el juzgado de instrucción de Vitoria, ante el cual todavía no ha comparecido, ya que la investigación no está cerrada. En este sentido explica que el contacto que ha mantenido con los investigadores ha ido «bien». «Fueron al hospital más veces de las que habíamos quedado -recuerda con sonrisa amarga- porque aunque hablaron conmigo el primer día luego tenían que tomar declaración; faltaban cosas, repetían preguntas; pero bien».

En los últimos días ha podido navegar por internet y ha accedido a su Facebook desde otros perfiles y le ha sorprendido que vídeos y fotos de ella con la niña acumulan «3.000 y 4.000 visualizaciones y muchos los han compartido». «Menos mal que la mayoría de las cosas las tengo bloqueadas solo para amigos», señala.