Sotheby's vende una Inmaculada Concepción del pintor Mateo Cerezo por 130.000 euros

R.P.B. / Burgos
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La más famosa casa de pujas del mundo enalteció al gran artista burgalés del Barroco con una subasta de altura, superando con creces el precio pagado en otras ocasiones por cuadros de este artista

Mateo Cerezo, el genial pintor burgalés del Barroco al que su prematura muerte privó de alcanzar un estatus similar al de Velázquez, según los críticos de arte, se convirtió en una de las estrellas de la subasta que la prestigiosa casa Sotheby’s celebró la pasada primavera. En uno de los lotes de pintura española, se subastaba una Inmaculada Concepción (óleo sobre lienzo de 167,4 x 109,4 centímetros) del artista burgalés, con un precio de salida de 30.000 libras esternlinas (unos 41.000 euros), siendo finalmente adjudicada la obra de Cerezo por más del triple: 130.000 euros, superando con creces los precios que en otras subastas se han pagado por obras de este mismo artista

Cerezo (Burgos, 1637-Madrid, 1666) creció en el taller de pintura de su padre, artista discreto pero bajo cuyo magisterio desarrolló su interés por la pintura. A diferencia de su progenitor, Mateo Cerezo poseía un talento ilimitado, un don infrecuente que le convirtió, pese a su temprana muerte, en un pintor genial, gracias también a que pronto se instaló en Madrid, en el taller de  Juan Carreño de Miranda, principal referente de la llamada Escuela Madrileña, a la sazón máximo exponente del Barroco.

Cerezo es, sin duda, el pintor burgalés más importante del siglo XVII y para expertos en historia del arte como Renés Jesús Payo lo hubiera sido de España, o al menos hubiese estado a la altura de Velázquez.

En Madrid, Mateo Cerezo pudo conocer la obra del autor de Las Meninas, pero también la pintura de Tiziano, Rubens e incluso de Van Dyck, maestros indiscutibles que le influyeron sobremanera, transformándolo en un genio, en una verdadera estrella del arte Barroco.

La mayor parte de su obra es pintura religiosa, como acredita la subasta de Sotheby’s, aunque también fue un gran bodegonista. Para Payo, si hubiera vivido más años hubiese terminado convirtiéndose en pintor de la Corte, ya que una de sus ambiciones fue ser retratista de cámara, motivo por el que probablemente dicidiera marcharse a Madrid.