Siempre han estado ahí. Al menos para los que sus recuerdos no van más allá de los últimos quinquenios. Y como el Ayuntamiento entendió que la plaza Santa Teresa no era el lugar idóneo de la ciudad para que las autocaravanas echaran el freno de mano, hace ya más de un año que buscó una alternativa reservando y acondicionando un espacio en las traseras del Alcampo para que se asentaran allí este tipo de turistas. Sin embargo, esa obra no ha ido más allá y no se ha conseguido una mudanza efectiva de un sitio a otro.
No parece que los carteles que se colocaron antes del verano en la avenida de Cantabria o en la de Castilla y León para indicar el área del Alcampo hayan sido suficientes. En la mañana de ayer había aparcadas en Santa Teresa una docena de autocaravanas. Sus propietarios aseguraban que desconocían el espacio del Alcampo.
El problema se suscita porque si bien la nueva área está equipada con una fuente que suministra agua y dispone de desagües para las grises (las del fregadero o la ducha) y para las negras (las necesidades fisiológicas de cualquier persona), la realidad es que el Ayuntamiento ha realizado los deberes a medias. Y es que, la ordenanza que debía regular este tipo de estacionamientos se quedó parada tras su aprobación en el consejo de administración del Servicio de Accesibilidad, Movilidad y Transportes (Samyt). Y pese a que reiteradamente se anunció que se aprobaría por el Pleno (preceptivo para que entre en vigor), los meses han pasado y las cosas se han quedado tal y como estaban.
La realidad es que la falta de una ordenanza ha dejado la situación a la elección de los autocaravanistas que, ya se por desconocimiento o porque prefieren pernoctar a un minuto del Museo de la Evolución Humana o a cinco de la Catedral, optan por echar el freno en el centro de la capital.
Más allá de si la ordenanza puede prohibir a estos vehículos estacionar donde les plazca, el que no se haya aprobado aún imposibilita que el Ayuntamiento ponga en práctica, por ejemplo, la prohibición de que los vehículos puedan estar allí aparcados más de 72 horas. Con ello se pretendía evitar que hubiera quien utilizara la vía pública como el solar de su casa. Algo que ahora no impide nadie por la falta de control. El Consistorio ha esgrimido desde hace ya más de un año que no disponían de una partida para adquirir una máquina como las de la ORA (de la zona azul), que facilitara tickets con esta limitación de 3 días de aparcamiento. Su coste, según se estimó, unos 10.000 euros.
Pero más allá de una cuestión estética, la afluencia de autocaravanas también está ocasionando cierto incordio en el centro de salud de Santa Clara. Una de sus trabajadoras comenta que en ocasiones, las menos, entran a los baños de la dotación sanitaria. «No es un sitio adecuado para el estacionamiento de estos vehículos».
Esta empleada defiende que «deberían de regularlo de alguna manera. Que limiten las plazas o que la Policía se acerque y les informe del párking que hay en el Alcampo». Entre otras cosas, porque obligan a los familiares a dejar al abuelo en la puerta y luego tienen que ir a aparcar o a buscar el coche a la vuelta. «Ayer conté más de 20 caravanas», asegura.
También distingue los autocaravanistas de verano de los barraqueros, que «sacan las sillas y las mesas» y descuidan más la higiene del entorno.